Una historia tan rica como la del rock argentino registra una buena cantidad de hitos, tanto en discos como en shows. Uno de ellos es el segundo álbum de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, con sus legendarias presentaciones en Paladium. Hoy lo recordamos, veinte años después, y Marcelo Fernández Bitar nos cuenta los entretelones.
Revista La Mano #28, julio de 2006. «20 años de Oktubre»

Un día los Redonditos comenzaron un recital diciendo que iba a realizar «el lanzamiento del disco». Era en La Esquina del Sol, pero no en el famoso local de Guatemala y Gurruchaga, sino en un efímero antro en un primer piso por Libertador y Olazabal. Se apagaron las luces… subió un tipo flaco, alto y casi escuálido, vestido sólo con un taparrabos, y cual atleta griego… ¡tiró un disco!
Eran las dionisíacas épocas de Gulp!, el primer álbum de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, grabado con mucho esfuerzo, juntando la plata en los cada vez más asiduos shows en Capital y gracias a la buena onda de Lito Vitale y su estudio familiar. Un año después, el segundo trabajo fue presentado con más fanfarria y producción en Paladium, un gigantesco galpón de media manzana, depósito de SEGBA, reconvertido en templo del dark porteño, tanto para recitales como para ir a bailar. Hoy hay allí un hotel internacional (antes hubo una playa de estacionamiento) pero ese es otro tema. Lo relevante es que este año se cumplen veinte años de la edición de Oktubre, el segundo (y para muchos tal vez el mejor) disco de los Redondos. Ya no se trataba de una excelente colección de canciones como Gulp! sino que era casi conceptual, desde la tapa misma de Rocambole hasta la selección de temas.
Como toda producción independiente, no contaron con ningún tipo de anticipo de plata ni el aval de ninguna discográfica. Simplemente se bancó con lo que recaudaban de sus shows… y de las ventas del disco anterior, ya que la salida de Gulp! puso en funcionamiento una maquinita que se retroalimentaba de manera perfecta, tal como (me) explicaba Poli en una de las primeras notas que dieron en 1986: «La tirada inicial de Gulp! sumaba dos mil discos y casettes, y se vendieron todos en disquerías de amigos y lugares que aceptaban comprarlo en vez de dejarlo en consignación. Al ver que nos iba muy bien, nos llamaron de una distribuidora, pero pedían cláusulas imposibles en un contrato absurdo, así que no agarramos viaje con ellos, pero sí con unos tipos que nos compraron cuatro mil discos y los vendieron todos».
Al revolver viejos recortes de notas publicadas, rememoro una situación que había olvidado: llegar a una casa en Palermo y comentarle al Indio lo inesperado de ver la mesa del comedor llena de papeles con números, cifras y garabatos de cuentas varias. «Lo que pasa -me explicó- es que el rock es una manifestación más cara que pintar , dibujar, zapatear o silbar. Y cuando encarás todo desde una producción independiente, tenés que hacer números y pelar el lápiz porque siempre estás trabajando al límite y con muy poco margen para equivocarse. SI algo sale mal, tenés que arrancar de vuelta porque se te acabó la plata. Pagar toda la producción de un LP es muy caro, pero si te va bien podés recuperar el dinero. Pasa que si te va mal, no sabés cuando vendrá el próximo. Por eso siempre tenemos a la Negra Poli sacando cuentas».
La ecuación para llegar al segundo álbum, entonces, fue muy simple: destinaron lo que ganaron del primer disco a la grabación del siguiente. Así fue como contaron con más fondos que en la época de Gulp! y se jugaron a un mejor estudio y más horas de grabación. Oktubre se hizo en el Panda, entre agosto y septiembre, con una máquina de veinticuatro deslumbrantes canales (la de Gulp! tenía dieciséis). Según hoy recuerda Willy Crook: «Entramos a un estudio que usaban bandas con más presupuesto que nosotros, como los Abuelos de la Nada, GIT y Virus».
Además del saxo de Willy, los Redondos contaban con Skay y Tito Fargo en guitarras, Semilla Bucciarelli en bajo, Piojo Ábalos en batería y el Indio Solari en voz. Para tener una mejor dimensión de que se trataba de los primeros pasos importantes de una banda que ya había recorrido todo el circuito under, en la época de Oktubre todos habían dejado sus otras ocupaciones u oficios. El Indio por ejemplo, un mes antes de grabar renunció a sus tareas de secretario en un hogar de niños. «Los horarios de grabación -contó por entonces- hacían que no pudiera concurrir al trabajo. Ya me habían dado una licencia de un mes y no podía tomarme otra, así que renuncié. Vivo con austeridad, pero mejor. Puedo dedicarme a los Redonditos más que antes y llego al ensayo sin doce horas de trabajo previo. Pienso que éste es un momento privilegiado para los Redonditos: por primera vez todos los redondos viven de Los Redondos, y todo parece indicar que si no cometemos errores de desbocarnos y no se agota lo nuestro, también es posible que el año que viene sea mejor todavía».
EL PRIMER PALADIUM ’86
El gran empujón para acceder a la grabación de Oktubre fue tocar el 16 y 17 de mayo en Paladium. Era un lugar grande que escapaba de las reducidas dimensiones de los pubs y antros porteños, incluso más grande que su histórica costumbre de tocar en teatros como el Bambalinas, los días 28 de diciembre. Había más de 1700 personas, aseguran las críticas de diarios y revistas. Y además, un dato que flotaba en el ambiente: «récord de público, más que los shows que en Paladium hicieron Charly o Pappo con Riff». Los dueños de Paladium también comentaban asombrados que la gente tomaba el triple de cerveza de lo que vendían en otros concienrtos.
En esos dos recitales ya se tocó gran parte del material de Oktubre. ¿Cuáles eran los temas nuevos? Semen Up, jijiji, Divina TV Fuhrer, Motor Psico y Canción para naufragios, por ejemplo. Éste último contó con un invitado especial: Claudio, el baterista de una banda nueva llamada Don Cornelio y la Zona (donde cantaba Palo Pandolfo), que aportó su batería electrónica Simmons, que debido a su forma era llamada «la panquequera» por los Redondos. «Yo tenía 22 años -recuerda- y era un nene recién llegado al mundo del rock. Skay y Poli habían ido a vernos a un show en Gracias Nena, y cuando terminamos me dijeron que querían contar conmigo para la grabación del disco. Yo tocaba la batería común y una hexagonal electrónica, que fue la que los impactó. Eso fue en abril del 86 y empezamos a ensayar para los Paladium».



El comienzo de aquel primer pantallazo a Oktubre (conocido entre grabaciones piratas como Efímero debido a una frase del afiche) fue con un tramo de la Obertura 1812 de Tchaikovsky, una música imponente que realzaba el tono que ya daba un inmenso mural que hacía las veces de telón de fondo pintado por Rocambole, que mostraba una multitud de rostros y cuerpos. «Hicimos una gran manifestación pintada como si fuera un cuadro y no una escenografía», rememora. «Lo hicimos con una compañera de la Escuela de Bellas Artes, un discípulo mío y un par de alumnos, trabajando durante dos días. Lo pintamos ahí mismo. Tiramos unos papeles de escenografía en el piso, armamos una superficie de unos 15 x 12 metros, los pegamos y empezamos a proyectar los bocetos que teníamos desde un proyector de diapositivas que pusimos en los andamios del techo, apuntando al piso. También hicimos el cartel de la puerta, que era una aerografía con las letras con sombras, como si tuvieran relieve. Nos gustó mucho como quedó, porque el ambiente daba. Paladium era una enorme usina y ya tenía carácter. Fue fantástico y muy satisfactorio».
El repertorio incluyó otras cancines que muchos imaginaban que serían parte del segundo álbum, pero que quedaron descartados en la selección final, como El regreso de Mao. Además, la infaltable arremetida final fue con una sucesión de hits de la era Gulp!: Mariposa Pontiac, Rock del país, Ese gordo tramposo y Un tal Brigitte Bardot. Poco después del concierto, Alfredo Rosso escribió una crítica para la revista Rock & Pop, que decía: «Me paseo por entre la semi-penumbra de esa sala atestada y contemplo esos miles de pares de ojos brillantes, pensativos, anhelantes. Por mi cabeza desfilan escenas de antiguas celebraciones tribales que mis genes recuerdan sólo en sueños. Adentro de Paladium, bajo la cáscara de un recital de rock se enciende la fogata reconstructora de un rito. Todos los participantes tenemos piezas dispersas del rompecabezas de las emociones… Cierro con una cita de Jim Morrison: ¡Danos un credo para creer, una noche de lujuria, danos fe en la noche!».
EL DISCO ROJO Y NEGRO
Los primeros bocetos fueron hechos en una pequeña portaestudio, una consola con cuatro pistas para grabar cassettes que permitía rebotar pistas para multiplicar los canales. El aviso de moda en las revistas extranjeras la mostraba al lado de la tapa del Sgt. Pepper de los Beatles, y el slogan decía «Ellos también grababan en cuatro canales«. Era la pieza codiciada de la época y resultaba fundamental para hacer demos o cassettes de edición independiente. Skay y el Indio fueron a la casa del saxofonista Gonzalo «Gonzo» Palacios y la usaron para probar tres temas, entre ellos Motor Psico.
Oktubre se grabó en Panda junto al técnico Osvel Costa, que en aquel momento tenía veintisiete años. «No tenían muchos caprichos, porque conocían muy poco de técnica. No tenían experiencia de grabar en un estudio grande. Nunca habían trabajado con una mesa automatizada, donde podés buscar un volumen y después sentarte a escucharlo. Yo armaba el sonido, probaba los micrófonos y a ellos les gustaba o no. Con las mezclas pasaba lo mismo. Un día el Indio me dijo: «Vos armá una como a vos te guste y después nosotros trabajamos sobre eso, así tenemos un lugar desde donde partir«. Hoy lo haríamos distinto, pero en ese momento no tuvimos grandes problemas. Probábamos varios micrófonos y tomas, hasta que encontrábamos algo que nos gustaba. Fue una grabación normal, donde lo que más trabajo nos dio fue el saxo», evoca Costa hoy. ¿Y que dicen los músicos?
Willy: No tengo un recuerdo cariñoso de la grabación. La pasé mal por culpa de un artefacto recién inventado: el reverb, que Osvel consideraba que era menester ponérselo a todo. Eso, sumado a una -digamos- dieta muy desequilibrada, hacía que me perdiera en las tomas de la canciones que venía ensayando con Skay tres veces por semana durante tres años. El reverb es algo que Otis Redding no usó jamás y que tal vez hubiera odiado. Sin embargo, hoy escucho el disco y me parece formidable.
Semilla: Yo la pasé bastante mal y no me gustó el sonido. Era muy fino. Había un técnico nuevo y el estudio era una sensación de encierro. Siempre sufrimos con las grabaciones porque éramos una banda más del vivo. Nunca tuvimos un productor con experiencia en estudios. Tuve que cambiar el bajo, por ejemplo, porque ya no me rendía cuando empezaron a aparecer las máquinas.
Tito: Cuando vos creás un sonido y te autoproducís, tenés que tener otras referencias. Todo estaba tan abierto que dependíamos mucho del técnico. Yo podía saber cómo quería que sonara mi guitarra, pero no de cómo quería que sonara la banda. Siempre tiene que existir una cabeza que dirija. Oktubre es tal vez lo más pretencioso que se ha logrado a nivel sonoro.
Si bien el Indio no quiso hablar hoy de Oktubre, contó bastantes detalles en un reportaje del mes de diciembre de 1986, en un encuentro donde apenas hubo que poner «play-rec» y observar cómo su discurso remontaba vuelo: «Nos costó mucho hacer las cosas nuevas que aparecieron en Oktubre. Incluso llegamos al punto de irnos con Skay a trabajar al portaestudio del Gonzo para no caer en los vicios del sonido anterior, porque es casi inevitable terminar componiendo en función de los timbres de cada integrante de la banda que tengas. Pero de esta manera logramos una buena diversidad de estilos y sonidos. En vivo eso no se nota porque es otro clima, pero en el lado B del LP se ven más las estructuras distintas que quisimos abordar, y aunque parezca mentira sacamos una estrofa entera e igual quedaron largas».
Pregunta originalísima… ¿por qué Oktubre como título del disco?
Hay que tener en cuenta algunas premisas antes de contestar directamente. Desde el punto de vista político-social, en este mismo momento hay lugares en el planeta en el que se llevan a cabo distintas luchas que pueden ser por el poder o porque hay humillaciones e injusticias sucediendo. Y en esas agitaciones sociales difícilmente uno pueda distinguir una ideología que unifique criterios con una etiqueta. Así, no se sabe si actualmente hay que ser un squatter en Holanda o andar eventando contras en Nicaragua. Creo que, de alguna manera, lo que hemos hecho los rockers es decir diferentes cosas y mudar de dogmas permanentemente. A partir de eso, no puede ser que te encuadren como comunista porque hacés una tapa con banderas rojas. Mucha gente no se acuerda del valor de una estética global en una muestra porque están acostumbrados a pensar que la estética es una frivolidad. ¡Y la estética es el símbolo de lo que vas a decir! Oktubre tiene una tapa con colores primarios, rojos y negros de anarquía y sindicalismo. La letra dice «Sin un estandarte de mi parte, te prefiero igual» y los demás temas escapan de cualquier partidocracia. Una cosa es entender que hay muchas humillaciones sociales y sistémicas que están siendo luchadas desde tal punto de vista político, pero eso no significa que nuestra próxima estética vuelva a apuntar a las muchedumbrres y a las banderas rojas. Como rocker, yo estoy a favor de todo lo que sea dinámico y no estático. Me imagino que los obreros no me entienden, pero necesito tener una solidaridad y estar alineado con la dinámica en vez de la estática imperante. Sin un estandarte de mi parte, te prefiero reclamando ante las injusticias. ¡Entonces mandemos los colores negros, rojos y Oktubre, mes de revoluciones!»
Explicar demasiado las cosas les quita la magia, pero hay letras muy claras. Decir que el pop era «un Drácula con tacones» y que «el rock como todo llanto ahora ya no llora», explica como nadie lo que pasó con el rock en la Argentina al hacerse masivo post-Malvinas!!
Pará! No son letras de un surrealismo abstracto, así que es lógico que haya gente que entienda eso como vos. Son imágenes determinantes de un sentimiento porque estoy escribiendo con mucha necesidad de hacerlo, pero probablemente la anécdota no pueda extenderse más allá, ya que sigo creyendo que es poesía. Yo estoy supeditado a la tribulación de que van a entender que es poesía y les va a gustar y la gente con actitud de rocker las va a entender. A veces me maravillan las pequeñas lecturas que hacen los amigos, porque ahí ya me entra a gustar a mí la cosa. Pero si entramos a explicar todas las letras, se pudre la proyección de cada letra.
TITO IRREMPLAZABLE
La formación post-Oktubre recién debutaría en 1987 y contaría con nuevo baterista (Wlater Sidotti) y saxofonista (Sergio Dawi). Sin embargo, nunca más volvieron a tener dos guitarristas. Tito Fargo asegura haberse preguntado muchas veces el por qué. ¿Su respuesta? «Considero que los temas podía sonar igual poniendo una viola más fuerte y laburando un poco más. La situación del trío es muy interesante porque te abre muchísimo. Pero por otro lado, había una alquimia entre mi guitarra y la de Skay. Yo que sé… capaz que se complicaba lograr lo mismo con un personaje nuevo».
Los músicos de la banda tienen sus propias interpretaciones de las letras. El Piojo advierte que el único que tenía que estar de acuerdo con las letras era el propio Indio, porque las hacía y las cantaba. «Yo me sentía identificado -explica- con la música y los momentos de fuego de cada tema. No hablaba de las letras con el Indio pero viajaba solo, tratando de interpretar qué querían decir». Y Willy opina que: «El Indio es un artista. Puede hacer lo que quiera porque él mismo no se toma en serio, y eso es ser un artista. Escribe impecablemente y tiene una fluidez total. Lo que molestaba un poco era su pasión por meter demasiadas cosas en poco espacio… se le amontonaban las letras, como si metiera ocho Alejandro Medinas dentro de un Volkswagen. Igualmente estoy orgulloso de la poesía de Solari».
La tapa fue hecha por Rocambole, teniendo en cuenta el concepto general del Indio y también las limitaciones de producción. «Como en toda pieza de diseño -apunta- uno tiene que pensar no sólo en hacer un poco de arte, sino también en las condiciones de realización y en la forma de producción. En esa época, los Redondos tenían una producción precaria y las dos primeras tapas se hicieron a mano, lo cual implicaba ir a comprar la cartulina, cortarla e imprimirla con un sistema de impresión como si fueran serigrafías, que es artesanal. En un sentido estricto, no hay dos tapas iguales. Si un mira con lupa, hay ligeros corrimientos. También tenía que tener pocos colores, y como era un homenaje a todas las luchas revolucionarias, eso ya me remitió a una tipografía particular y a un aspecto entre anarquista y soviético. En cuanto a los colores, obviamente no podía faltar el rojo, con negro para contrastar y como toque anarquista, además del blanco para darle forma a las figuras. Guardo mucho cariño por esa tapa, y es la que más han reproducido los chicos en remeras y banderas».

LA PRESENTACIÓN… EN OCTUBRE
Terminado el disco, iniciada la fabricación de vinilos y tapas, los Redondos comenzaron a preparar los próximos recitales con el nuevo repertorio. Pasaron por el Centro Parakultural y apuntaron a dos nuevas fechas en Paladium el 18 y 25 de octubre. Como bien razona el Piojo Ábalos: «No se presentó un 28 de diciembre, que antes era la fecha clásica importante del año». Volvieron a contar con Claudio Cornelio como invitado para golpear su cencerro y los parches de su batería electrónica, pero también se sumó el tecladista Andrés Theocharidis, quien deslumbró con su piano y órgano Hammond: tocó la obertura 1812 y luego Blues de la libertad. La escenografía y el afiche estuvieron nuevamente en manos de Rocambole. «Esa vez llenamos la sala de banderas rojas que colgaban como estandartes, y pintamos de negro la pared del fondo, donde reprodujimos la tapa con aerógrafo blanco. Quedó muy bien y la actuación del grupo fue muy intensa», detalla con orgullo.
Una de las críticas de la época fue hecha por Eduardo de la Puente, quien dijo que: «Hubo bola de temas nuevos, casi las tres cuartas partes del show, pertenecientes al nuevo LP. Más entradores de movida que los clásicos (que entraron a fuerza de años), un par de estribillos que ya nunca más se te van a escapar de la cabeza y algunos feligreses medio jovatones que fruncieron la nariz al escucharlos, pero que no pudieron evitar entregarse ante ellos». Eso precisamente fue Oktubre, un trabajo al que resultaba imposible no entregarse y sucumbir ante sus canciones y su clima. Eso es lo que se magnificó con los años, cada vez más lejos del recuerdo de los recitales. El disco es un auténtico hito en la carrera del grupo y dentro del rock en Argentina. Lo rodea una mística y vida propia, una cualidad que distingue a las obras más duraderas, atemporales y mágicas. Como Patricio Rey. Como el rock mismo.
LOS OTROS DISCOS DE LA ÉPOCA
1986 es el año de la gran invasión de Soda, GIT, Virus y Zas a Chile y Perú, con éxito descomunal. Soda llenó varios Obras con veinte mil personas, el fenómeno Viudas e Hijas de Roque Enrol agotó un Luna Park, Virus grabó un disco en vivo en dos Obras, vino Siouxsie e impactó la Organización Negra en Cemento. Pero, ¿qué otros álbumes salieron en 1986? Por ejemplo:
– Celeste Carballo, Celeste y la generación (su disco punk)
– Clap (Debut de Frenkel, Basso, Adi, Schachtel y Samalea)
– Fricción, Consumación o consumo (Debut de Coleman con Cerati)
– León Gieco, De Usuhaia a La Quiaca vol 2.y 3 (en vivo por el país)
– Los Abuelos de la Nada, Cosas Mías (sin Calamaro ni Cachorro)
– Los enanitos verdes, Contrarreloj (con producción de Calamaro)
– Los Encargados, Silencio (demorado debut de Daniel Melero)
– Los Fabulosos Cadillacs, Bares y fondas (primer disco a todo ska).
– Miguel Mateos/Zas, Solos en América (post Rockas vivas)
– Raúl Porchetto, Noche y día (con el hit Bailando en las veredas)
– Ratones Paranoicos (otro debut)
– Soda Stereo, Signos (¡Persiana americana!)
– Spineta-Páez, La la la.
– Tango, Charly García y Pedro Aznar.
Hoy parecería que el tema más distintivo de Oktubre es Jijiji. Sin embargo todos los músicos de la banda coinciden en Motor Psico. Imagínense a Tito Fargo, Semilla Bucciarelli, Piojo Ábalos y Willy Crook sentados en una mesa, respondiendo la misma pregunta: ¿que dos temas elegirías como los mejores?
Tito Fargo: Motor Psico. Tiene un concepto diferente a todo lo que se hacía en la época. Se diferencia de otros temas como Divina Tv Führer, por ejemplo, que eran más «normales». Motor Psico, en cambio, es novedosa por sus armonías y su letra. Es una canción fina.
Piojo: Motor Psico era el que más me gustaba cuando lo grabé. Y Semen Up también, por su clima, sonido y letra. Agrego Preso en mi ciudad.
Semilla: Motor Psico seguro. Fuegos de Oktubre es también un tema para adelante, sobre todo por lo que pasaba en vivo con las banderas y toda esa mística.
Willy: Preso en mi ciudad y Motor Psico, que me parecen de los más relajados. Aquí canta, modula y respira, algo que no hacía en otros temas onda diarrea verbológica. Es de las pocas veces en que lo vi decir con pocas palabras, porque Ñam fri frufi fali frú, por ejemplo, va a ser siempre unm enigma. Los arqueólogos, dentro de diez mil años, seguirán preguntándose qué carajo quiso decir su autor.
¡EL ESCLAVO Y LAS CADENAS NO SON DE OKTUBRE!
No hay dudas de que el ícono más distintivo de Patricio Rey es el esclavo con cadenas, y prácticamente todos los fans lo relacionan con el disco de Oktubre. Sin embargo pertenece a un afiche de 1987, para un show en Obras. «Lo hice para una aviso de Clarín -recuerda el Mono «Rocambole» Cohen- y tuvo condiciones de realización precarias, porque lo dibujé fuera de mi taller, sin mis pincelitos y materiales. Lo hice en Buenos Aires, en un papel cualquiera, con marcador y liquid paper. Es probable que, si hubiera tenido más tiempo y lo hubiera hecho en mi estudio, sería algo más terminado y no tendría el resultado que tuvo. Paradójicamente, es una imagen que se transformó en marca, pero creo que me esmeré mucho más en otras imágenes que se vieron una vez y nunca más».
La confusión de relacionar al dibujo con Oktubre de profundiza años después, con la edición en CD de los primeros vinilos, ya que ahí incluyeron al dibujo de Rocambole. «Todo el mundo insistió para que apareciera esa imagen -apunta- que todos ya vinculaban con Oktubre. También me cuentan que es la imagen más reproducida en los tatuajes de los presos, y hasta aparece en una página de stencils de Canadá, así que sigue viviendo más allá de las fronteras. Las cadenas son una constante en mi obra y en los Redondos. Aparecen en la entrada del último show en River y hasta hicimos una vez un Obras lleno de cadenas de telgopor colgadas por todo el estadio».
LOS QUE SE FUERON DEL GRUPO
Después de la presentación de Oktubre, Tito y el Piojo se fueron en forma intempestiva de la banda. Poco después se fue Willy. De la formación más estable de la primera época sólo quedaba Semilla. Ahora bien, los que se fueron… ¿por qué se fueron?
Willy: Me fui porque entré a los dieciocho años y tenía que crecer. Los demás andaban llorando por un austral. No entiendo eso. Con el paso del tiempo, me busqué la vida. Decidí ser capitán de mi botecito y no marinero de un transatlántico.
Tito: Yo ya estaba como alejándome de la banda. Grabé el disco, pero automáticamente me fui después. Básicamente participé en el laburo de guitarras pero no en el compositivo, porque eso era cosa de Skay y el Indio. Me di cuenta de que tomando como yo tomaba a la banda, como propia, no había posibilidades de avanzar. Mi tarea compositiva no fue contemplada para nada y por eso preferí armar otros proyectos.
Piojo: Como padre de dos hijas, planteé que quería tener cobertura social. Por lo tanto, pretendía participación en algún tema para que SADAIC me brindara el beneficio. Cuando lo dije, se me miró raro. Fue a principios de noviembre de 1986, durante el primer encuentro después de Paladium. Nos sentamos en una mesa y pedí eso. Dije que quería participar de un par de temas y tener ingresos por el disco. Y me contestaron que lo del disco se iba a ver, pero lo de los temas no. Ante la respuesta, abruptamente dije que me iba y el Indio me contestó que eso no estaba contemplado. Skay y Poli no abrieron la boca. En el momento no medí lo que podía perder, pero la petición fue necesaria. Hoy pienso que es preferible quedarse y seguir pidiendo
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