«De murciélagos y máquinas del tiempo»

A 20 años de Oktubre.

Revista La Mano #28, julio de 2006. «20 años de Oktubre». Por Martín Pérez

Cada vez que paso cerca del enorme edificio que está en la esquina de Av. de Mayo y Santiago del Estero, en mi cabeza suenan los Redonditos de Ricota. Pero no es que piense en un disco o en sus shows en vivo, sino en algo mucho más especial en aquellos tiempos: la preparación para esos shows.

Recuerdo un departamento semi-vacío, una balanza, muchos papeles plateados y un tablero de ajedrez. Era casi un niño, había caído allí de casualidad, y la cuestión no se volvió a repetir… pero ahí está, grabada. Tal vez por la simpática imagen de estar jugando al ajedrez con un Enrique Symns algo más apurado que yo. También recuerdo la advertencia de que había murciélagos en ese departamento, en ese edificio, en esa calle… ¿en esos tiempos?

Nada más apropiado que murciélagos para esos años ochenta de largos pilotos negros. Aún más: nada más apropiado que esa mole cuadrada de Av. de Mayo y Santiago del Estero como escenografía para esos años tan darks. Al lado está el pasaje Barolo, pero sus arabescos, su dignidad e incluso su decadencia, tienen más que ver con un disco como Gulp!: con la euforia de haber sobrevivido, el carnaval de la recuperación de la democracia, de la defensa del estado de ánimo, del que sabe que hay que desensillar hasta que aclare.

No, aquellos murciélagos tienen más que ver con Oktubre, un disco en el que ya no había celebraciones, en el que un lugar amplio no anticipaba más fiesta, sino espacios vacíos donde resuenen todas esas obsesiones que nos inmovilizaban en el mismo lugar.

Así como dicen que los olores y las canciones son las únicas máquinas del tiempo que por ahora funcionan, la ciencia ficción nos ha enseñado que las máquinas del tiempo también tienen pequeños errores. Algo que siempre sucede con los viajes atemporales vinculados a los Redondos. Al hablar de Oktubre, Poli y Skay recuerdan la euforia y el desparpajo del regreso a la democracia. Las multitudes en la tapa dibujadas por Rocambole parecen hacer mención a las tribus de la calle con las que se identifica a los Redondos. Pero Oktubre es más bien una reflexión de los efectos de aquella euforia postdictadura, ya no había tribus de mi calle en la época de Oktubre, sino compañeros de generación que eran retratados sin la ironía y el cariño de épocas anteriores. Ya no era «a brillar mi amor» sino «atrapado en libertad».

Junto a Charly García, los Redondos fueron los que retrataron con mayor sinceridad la noche cocainómana de los ochenta. Su fulgor, pero también su trampa. Se miraron a sí mismos con una sinceridad que sólo hacía posible la huida hacia adelante, como sucedería en los discos subsiguientes. Cuando su propia tribu comenzaría a verlos cada vez más ajenos, y ahora sí, las tribus empezarían a venir.

«Patricio Rey se presenta en una alineación emocional con los humillados esclavos sistémicos, como alternativa dinámica a la estática posmodernista neoliberal, el sálvese quien pueda que pretende paralizar la situación social en el injusto y descabellado estado actual de las cosas«, dice el Indio en una entrevista publicada antes de la presentación oficial de Oktubre, y entonces se desanuda la paradoja de la furiosa temporalidad del segundo disco de los Redondos y la percepción de su contemporaneidad al volver a escucharlo atentamente.

Ahora entiendo por qué cuando paseo en bicicleta por Palermo Viejo con Música para pastillas en los auriculares, veo aquellas «flacas gimnastas de América», caminando por las calles. Porque la música de los Redondos es la música de los de afuera, de quienes están golpeando a las puertas del imperio, de quienes viven dentro del imperio pero no viven su vida ni comparten su suerte. O… si la comparten, no les importa verlo caer. 

Otros artículos de esta edición especial de la Revista LA MANO:

De 2006 a 1986. De regreso a Oktubre
Andrés Teocharidis y el final de una época
Por sobre todo: el fenómeno, por Roberto Petinatto
Skay analiza Oktubre: «Es un disco honor a todas las revoluciones»
Atrapado en libertad, por Alfredo Rosso
Noches sin trapos – Recuerdos de Oktubre, por Fernando García
Por la defensa del estado de ánimo, por Gloria Guerrero
«No tengo palabras para agradecerles», por Marcelo Figueras


2 respuestas a “«De murciélagos y máquinas del tiempo»

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