Además de diseccionar el disco en un inédito tema por tema, el guitarrista de los Redondos recuerda ante Martín Pérez aquellos años en los que toda una generación exorcizó con desparpajo el miedo de la dictadura.
Revista La Mano #28, julio de 2006. «20 años de Oktubre».

«Jardín primitivo», dice Skay cuando se da cuenta que mi vista se pierde ahí afuera, en el fondo de la casa que comparte con Poli en el barrio de Palermo. Y lo dice con esa media sonrisa enigmática que le enciende la cara y al mismo tiempo te avisa que no hay nada más que decir, que ya está todo dicho. Es un frío día del invierno porteño, y estoy sentado con un café frente de mí en un comedor despojado, cuyo mayor abalorio es un inmenso ventanal que da al «jardín primitivo» en cuestión. Poli lo sabe, y por eso cuando me voy a sentar sin fijarme muy bien dónde dice que no, que mejor en aquella silla, y entonces es cuando se me van los ojos. Se me pierden en las hojas caídas, en los brotes, los arbustos, la hierba mala incluso, los pájaros, todo eso que desde hace una década vive a su manera allí, en el fondo de la casa de Poli y Skay. Un jardín que crece a su ritmo, casi la perfecta metáfora ricotera. Tal vez por eso la sonrisa de Skay, vaya uno a saber. Una sonrisa que no se inmuta cuando le pregunto, ya que estoy sentado acá para eso, qué es lo primero que piensa si yo le digo que han pasado veinte años de Oktubre.
«Me agarra como una especie de asombro. Digo, veinte años no son nada y pasan así de golpe. De todas maneras es difícil. A medida que vas haciendo discos y todo, porque ya no nos pertenecen… pertenecen a otra época y hasta a otra gente. Sobre todo porque uno sigue haciendo discos, ¿no?»
¿Hace cuánto que no lo escuchás?
«¿Veinte años?»
Eso pregunta Skay, y se ríe. Sabe que tal vez no esté siendo exacto, pero que también su respuesta está muy cerca de la verdad. «Salvo cuando pasas por algún lugar y está sonando», intenta precisar. «Una vez lo escuchamos en una calesita», agrega la Negra Poli, y la carcajada general que provoca el recuerdo ayuda a escaparle definitivamente a las precisiones. Tal vez diez años no sean nada, pero al parecer veinte significan algo. Al menos para los responsables de la música en las calesitas.
EL DIFÍCIL SEGUNDO DISCO
Según reza una de las tantas frases hechas del periodismo del rock, una banda suele tener toda una vida para hacer su disco debut, pero para la segunda placa siempre se tiene mucho menos tiempo. Por eso suele ser un álbum particularmente difícil. «Nosotros tuvimos diez años para hacer el primero y sólo un año para el segundo», apunta Skay confirmando el lugar común. «En aquella época, cuando entrábamos a grabar , en realidad ya todos los temas habían sido tocados en vivo. Con el paso del tiempo eso cambió, pero en ese momento, todas ya las habíamos tocado. No recuerdo cuál fue la primera cronológicamente, creo que Divina T.V. Fuhrer es una de las más antiguas, pero todo lo que pueda decir no tiene por qué ser cierto.»
Según recuerda Skay, y en este caso asegura que sus recuerdos son fieles a la verdad, por entonces con Poli vivían en una casa ubicada en la calle Soler, y el grupo ensayaba en la terraza. «Me acuerdo que Jijiji lo compuse sentado en una especie de balconcito en el primer piso. Una tarde me puse ahí con la guitarra y empecé a jugar con esos acordes y terminé de definir la armonía de lo que iba a ser el tema, después de haberlo zapado varias veces en la sala de ensayo que teníamos.»
¿Cómo era el día a día del grupo por entonces?
«No ensayábamos todos los días, posiblemente dos o tres veces por semana. Era mucho de jugar en la sala de ensayo. Cuando hablamos de zapar, siempre era cuando alguien traía una idea. Yo traía una idea en armónica y empezábamos a zapar sobre eso; o el Indio traía una idea y ahí empezaban a tomar forma los temas. Algunos no terminaban de sonar y quedaban ahí, eran ideas que no prosperaban. Y aquellas ideas que comenzaban a ponerse interesantes y a tomar forma de temas las empezábamos a laburar más fino… «

TARAREANDO LOS TEMAS
Primero la música antes que las letras. Esa fue siempre una constante en los temas de Los Redondos, aunque fuese el Indio quien viniese con la primera idea del tema. «Como no sabía tocar la guitarra, me cantaba las partes. Así pasó, por ejemplo, con Preso en mi ciudad, un tema que él tenía bastante resuelto en la cabeza cuando llegó a la sala de ensayo», recuerda Skay, y tararea (!) esas partes que el Indio le pasó por entonces en la sala. «Una cosa que siempre contó el Indio es que el momento de ponerse a escribir la letra de un tema es recién cuando está completo. Porque a lo mejor la idea no prospera y eso que ibas a usar ahí tal vez hubiese servido en otro tema. Pero si ya lo aplicaste en una determinada canción, siempre te va a parecer que no sirve para otra».
A ver, agarremos el disco: ¿Fuegos de Oktubre como nació?
Lo empecé yo con una guitarra, jugando con el delay, haciendo una parte donde la guitarra iba contestando. Un poco a partir de ahí se empezó a armar. Después el Indio les metía esas voces…
Preso… me dijiste que lo arrancó el Indio. ¿Música para pastillas?
También arrancó con una idea del Indio. A veces le encuentro una especie de unión con Superlógico, por el tipo de riffs.
Ni Preso en mi ciudad ni Música para pastillas son temas que tocas como solista…
No, de alguna manera los temas que han sido originalmente medio del Indio no los toco. No sé por qué, ya que nos pertenecen a los dos por haberlos tocado y terminado de componer juntos… pero elijo otros temas.
Pasemos a Semen Up…
Esa sí que es una idea mía. Siempre me gustó la parte del solo, me parece interesante como va desarrollándose, hay algo entre melancólico e hipnótico que nunca me cansa.
¿Y Divina TV Führer?
Es un rockito y generalmente los rockitos nos quedaron mejor tocados en vivo que grabados. Metido en este contexto creo que está bien, pero igual le falta un poco el espíritu del rock que en vivo se ponía mucho más interesante.
El que sigue es Motor Psico.
Es uno de los temas que recuerdo que grabamos en el porta-estudio del Gonzo, en el que Claudio Cornelio tocó las panquequeras esas. Es un tema raro para los Redondos, por la manera de cantar del Indio y por la propia dinámica rítmica. Es un tema atípico. La primera parte fue del Indio.
Después viene Jijiji.
Ya te conté lo poco que recuerdo. Es curioso porque el solo medio gitano que hay en el medio es raro metido en ese rock. Pero después terminó teniendo una identidad y un carácter irreproducibles… Incluso durante muchos años, cuando había una sola guitarra en el grupo, ese solo lo hacía el saxo. Y se seguía haciendo por esa cosa media chiflada en el medio del tema. Pero con la guitarra ese solo es como debe ser.
¿Canción para Naufragios?
Es uno de los temas que más me gustan. Tiene un cierto misterio. Hablo más desde lo musical que desde las letras, y ahí me parece que tocamos lugares donde antes no frecuentábamos, como una cierta oscuridad, una cierta cadencia que nos salió bastante bien.
¿De dónde salió?
Sobre todo del Indio, pero ahí hubo varios, porque se fue modificando. El Indio trajo la melodía y cantaba arriba, y después todos los intermezzos se fueron armando.
Por último queda Efímero.
Sí, se llama en realidad Ya nadie va a escuchar tu remera, pero para nosotros siempre fue Efímero. Me acuerdo que con Poli estábamos hablando siempre de lo efímero de la existencia de todo y el Indio empezó a laburar las letras a partir de las charlas que habíamos tenido.

REVOLUCIÓN, MI AMOR
Para muchos de los que hacemos esta revista, Oktubre es un disco especial, no sólo dentro de la carrera de los Redondos, sino dentro del rock nacional más o menos contemporáneo. E incluso para nuestras vidas. Es más: cuando el año pasado celebramos el vigésimo aniversario de Gulp!, en realidad decidimos hacerlo porque casi no podíamos esperar un año más para hacer Oktubre. Para enterarse por qué tanto entusiasmo, favor de pasar por las columnas que engalanan este informe. Pero, si para tanta gente con derecho a pluma Oktubre resulta un disco especial, ¿Qué tanto será para uno de sus responsables directos?
«Es un disco especial, pero como lo son todos los discos», explica Skay. «Cada disco en su momento ha reflejado lo que nos estaba pasando como grupo, como sociedad, como existencia. Creo que esas eran épocas interesantes, toda la década de los ochenta fue de exorcizar los miedos, porque veníamos de las persecuciones y la dictadura. Todos esos años están cargados un poco de desparpajo, de reencuentro con otros. En esa época empieza a florecer lo que es el under, lugares como el Parakultural, Zero Bar, La Esquina del Sol. Aparecen un montón de grupos haciendo cosas diferentes, porque hasta ese entonces el rock venía siendo muy solemne. En cambio, el rock de los 80 tiene esa cosa de desparpajo y transgresión que el rock anterior no tenía».
Algo que destaca Skay es que Oktubre fue apenas el segundo disco de los Redondos, y que por entonces no eran un grupo importante ni nada parecido, sino que ni siquiera sabían aún dónde los iba a dejar ese viaje. «Al encarar la producción independiente, la distribución la hacíamos Poli y yo, con una valijita llevando disco por disco a las disquerías. Entonces no teníamos mucha noción de la repercusión que iba a tener ese disco», recuerda Skay veinte años después, cuando la repercusión de ese álbum es más que evidente. Lo que también recuerda es que el estudio donde lo grabaron era impresionante. Y que agrega «ponías el reverb y todo sonaba mejor. Después con el tiempo empezó a aparecer esa sensación de que estaba demasiado metido en una especie de caverna», confiesa. «Durante mucho tiempo, con el Indio nos pareció que Oktubre había quedado demasiado cargado de reverbs, tal vez por eso el disco siguiente tuvo un sonido más directo. Pero bueno, si entonces los elegimos por algo será». Justamente. De hecho, uno de los atractivos de Oktubre es, esa sensación de que está siendo tocado en algún lugar oscuro y con ventanas cerradas. Como sonó, si se quiere, lo mejor y lo más afincado en los ochenta. Y ya que estamos por algo será también, que lo habrán llamado como lo llamaron, no?. «Fue en honor de toda esa gente con banderas, de esas fechas, en honor de todas esas revoluciones del mundo que se sintetizaron en Oktubre».
Otros artículos de esta edición especial de la Revista LA MANO:
De 2006 a 1986. De regreso a Oktubre
Andrés Teocharidis y el final de una época
Por sobre todo: el fenómeno, por Roberto Petinatto
Atrapado en libertad, por Alfredo Rosso
Noches sin trapos – Recuerdos de Oktubre, por Fernando García
«De murciélagos y máquinas del tiempo», por Martín Pérez
Por la defensa del estado de ánimo, por Gloria Guerrero
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