Estaba a punto de formar parte del elenco estable de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, pero un terrible accidente de tránsito le robó la vida. Aunque solo participó en dos shows, se ganó un lugar en el corazón ricotero. Conocé la historia de Andrés Teocharidis.
Autor: Redondos Subtitulados, 9 de abril de 2022
Andrés Teocharidis era un talentoso tecladista de formación clásica. Por esa extraña fuerza centrífuga del universo, compartió su infancia con otros gigantes, como Andrés Calamaro y Paul Dourge, ex bajista de Fito Páez.
Andrés falleció en un accidente de auto durante unas vacaciones, pocos meses después de debutar con Los Redondos. Indio lo quería integrar a la banda, así que le ofreció realizar algunas participaciones. El debut se produjo el 27 de septiembre de 1986 en el Teatro Santamaría, aunque la actuación más recordada fue la segunda: ese 18 de octubre Los Redonditos llenaron Paladium para presentar de forma oficial Oktubre, el segundo disco del grupo. Andrés aportó sus teclados en «Blues de la libertad». Fue una versión hermosa, llena de misterio. Durante diez años esa canción se mantuvo como inédita, hasta que fue incluida oficialmente en Luzbelito, en 1996. Pero Los Redondos la grabaron sin teclados, quizá como un silencioso homenaje a Teocharidis.
Cuenta un amigo suyo que el tecladista no se decidía si quedarse en el país o irse a Francia, en donde lo esperaba una beca, ya que acababa de recibirse de Director de Orquesta y Licenciado en Composición. Quizá para terminar de definir su futuro, o para acomodar las ideas en su cabeza, terminó de organizar un viaje a dedo hacia el Machu Pichu con Luis, un amigo cineasta, cantante, escritor y actor. Era una aventura que venían postergando desde hacía muchos años.
Los testigos recuerdan que en Tucumán los levantó una camioneta. La cordialidad del conductor les permitió avanzar muchos kilómetros. Algunas horas más tarde, ya en Rosario de la Frontera, Provincia de Salta, en un paso a nivel sin barreras un tren arrolló la camioneta y murieron en el acto. Era el 7 de enero de 1987, a las 21.15 horas.
Casi al mismo tiempo aparecía una entrevista que le habían realizado al Indio Solari algunos días atrás. Allí confirmaba oficialmente la incorporación de Andrés Teocharidis al staff ricotero:
«Ahora estamos probando bateristas, ya que ajustar un redondito es algo que se da de a poquito. Andrés ya tocó como invitado en el teatro Santa María y en Paladium, y aunque la relación no está templada por el escenario, ya se ha inscripto con una comodidad tal que no nos preguntamos si ‘puede ser’. Ya es el tecladista de la nueva formación. Y si en el último tiempo teníamos la suerte de sentir tanta gratificación desde el escenario casi sin ensayar ni trabajar, bueno, ahora nuevamente ha llegado el momento de trabajar en serio».
Su prematura muerte fue un golpe tremendo para su familia y amigos. «Yo le había prestado un teclado para que lo tocase en Paladium, cuando se le rompió el Hammond«, recuerda Abel Gilbert, periodista y músico. «Su muerte fue algo tan difícil de superar que nunca fui a buscar ese teclado, que quedó durante años en la sala de ensayo de los Redondos».
«Andrés era del Liceo Francés, como Paul«, recuerda Calamaro. «Pasamos un verano entero escuchando A night in the opera, de Queen, y también Crisálida de Espíritu, y a Spinetta. Solíamos ensayar los tres en la Fundación Haydn, en el pasaje Seever. Después Andrés entró en el Conservatorio para estudiar música de verdad. Pasaron años, y nos reencontramos en algún momento de los ochenta, cuando yo ya estaba con los Abuelos. Recuerdo cómo miró los teclados. Creo que lo pensó, y quiso volver a ensayar rock justo en ése momento».
Andrés volvió y comenzó a ensayar con Los Redondos. Como dijimos, tiempo después debutó en el Teatro Santamaria y luego estuvo en Paladium. Cuentan que el tecladista había quedado muy feliz con el sonido desplegado por la banda en aquellos recitales.

Poco después de su fallecimiento, Los Redondos estuvieron un tiempo separados. Tito Fargo se dio cuenta que no había lugar para su faceta como compositor en el grupo (autor de «Mi genio amor», entre otras canciones) y se fue a tocar con Claudia Puyó. El Piojo Ábalos lo acompañó y Willy Crook se fue dando un portazo, alegando que se aburría con tantos ensayos, que prefería la primera etapa del grupo. Se fue a tocar con Miguel Abuelo, donde asegura la Negra Poly que «se debe haber divertido de lo lindo«.
«Fue un momento donde no sabíamos si íbamos a seguir», recuerda Skay. «No nos propusimos hacer un cambio en la banda, pero todo coincidió con la muerte de Andrés, y de alguna manera fue el final de una época. Nosotros nos fuimos con la Negra a España donde llegué a tocar con Los Toreros Muertos porque Guillermo Piccolini era fan de los Redondos. Cuando volvimos armamos la banda con los que estaban».
Entre el fallecimiento de Andrés Teocharidis, el alejamiento de Tito Fargo, Piojo Avalos y Willy Crook, y el viaje de Skay al viejo continente, el Indio y Semilla habían quedado a la deriva. Pero pronto se reorganizaría el grupo para dar lugar a la formación más exitosa de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
En julio de 1987, ya con Skay de regreso a la Argentina, en una entrevista que le concedió a Claudio Kleiman, Solari se refirió a Andrés: «por ejemplo, teníamos un tecladista: Andrés Teocharidis, que se mató en un accidente en el verano, y aunque con Skay estábamos a miles de kilómetros de distancia y no nos vimos hasta después de las vacaciones, tomamos una decisión en conjunto, de que por ahora no queríamos tocar con otro tecladista».
El resto es historia más o menos conocida: el grupo incorporó a Walter Sidotti y a Sergio Dawi. En mayo del 87 tocaron en «Caras+Caras» y una semana después en «Cemento». Esa noche el Indio, asombrado por la enorme concurrencia, solo atinó a describir a su público como «soldaditos, bravos muchachitos»; luego tragó saliva y comenzó a cantar, bastante emocionado por el reencuentro con la gente luego de tanto tiempo, y por las pérdidas que había sufrido el grupo en los últimos meses.
En 1996 Los Redondos editaron Luzbelito. En el disco incluyeron algunas viejas canciones del grupo, regrabadas en Brasil, y nuevas composiciones. Entre los temas «viejos» estaba «Blues de la libertad». En una entrevista que el Indio le concedió a Página 12 con motivo de la publicación del disco, Alfredo Rosso le preguntó por el fallecido tecladista Redondo, que había sido el último en tocar esta canción junto al grupo.
«Es imposible escuchar ese tema (Blues de la libertad) y no recordar a Teocharidis (tecladista Redondo fallecido hace diez años).
Sí, gran tipo, pero más que recordarlo me hubiera gustado más tenerlo vivo. Hay culturas que cuestan la vida. Lennon, Luca, los prefiero vivos haciendo canciones. Hay algo que se les impuso en la vida, a unos accidentalmente, a otros dolorosamente. A otro lo mató un tercero porque pensó que lo había traicionado en algo que él nunca sabría de qué se trataba, y otro donde la presión misma del medio lo lleva a querer ser el que se fuma el cigarro más grande. Lo que extraño de ellos es lo fundamental, que hicieran canciones. Yo no extraño de un tipo todo lo que se reventaba. Es medio antropófaga esta cultura, todo lo que expone se lo fagocita. Muchos amigos que uno ha tenido han muerto de sida y por más que le echen la culpa al mono de África, todo el esfuerzo que hizo una cultura para liberar el amor se esfumó.»
Yapa: Monocordios , para piano por Andrés Teocharidis. Versión del estreno, 8 de julio de 1986. Fundación San Telmo.