Los Redondos en la Sala Monserrat

El viernes 10 de noviembre de 1978 Los Redondos se presentaron por primera y única vez en la Sala Monserrat, un pequeño espacio ubicado en la calle México 1230 de la Ciudad de Buenos Aires. Pese a que era la segunda presentación del grupo en la ciudad de Buenos Aires, la sala estuvo repleta. El público todo el tiempo se trepaba al escenario y eso les dificultaba a los artistas el desarrollo del espectáculo. Hubo piñata, redonditos de ricota, rock y hasta un kilo de milanesas que desapareció.

Redondos Subtitulados, 3 de febrero de 2023

En agosto de 1978 Los Redondos habían organizado una fecha doble en la ciudad de Buenos Aires. Iban a ser los primeros conciertos de la banda en la Capital Federal. Estaban muy entusiasmados para ampliar la convocatoria, que en La Plata se limitaba a amigos y conocidos.

Pero finalmente sólo llegó a producirse el primero de los recitales, ya que el segundo fue suspendido por los dueños del local, alterados por el despliegue de los artistas sobre el escenario. En fin, era la dictadura y eran pocos los que se animaban a romper las cadenas.

En este artículo pueden leer y ver la historia completa.

Pero Patricio Rey no bajó los brazos. Organizaron un nuevo concierto antes de fin de año, esta vez en un pequeño recinto llamado «Sala Monserrat». En el video que compartimos arriba les contamos la historia.

Abajo les dejamos el guión del video.

GUION

Luego de la cancelación, Patricio Rey tuvo revancha. El grupo había tocado por primera vez en Buenos Aires el 18 de agosto de 1978. Era una fecha doble, pero los dueños del Centro de Artes y Música decidieron suspender el segundo show por haberlo transformado en un cabaret, según dijeron. En la descripción les dejamos el enlace del video en el que contamos todos los detalles.

Posteriormente, cuatro jóvenes que editaban como podían una revista subterránea llamada “La Ballena”, se acercaron a Poli y ofrecieron organizar un show para reivindicar el intento fallido. Así fue como Jorge Dorio, Jorge Nasser, Gustavo Noya y Roberto Pettinato colaboraron para reservar un pequeño espacio llamado Sala Monserrat.

La Sala Monserrat estaba ubicada en el barrio homónimo, sobre la calle Mexico 1230, a unas diez cuadras del congreso, y a cuadro cuadras del edificio que por aquel entonces pertenecía al Ministerio de Obras Públicas, y que hoy alberga al Ministerio de Desarrollo Social. 

Era una construcción tipo PH perteneciente al Sindicato de Mozos de Buenos Aires, con una capacidad máxima de 200 a 300 personas.

El lugar tenía la sala sindical adelante, un pasillito angosto al costado, y atrás un salón de eventos, casi en el centro de la manzana. Estaba pintado de negro. “Era siniestro”, dicen los que lo vieron. En el patio vendían empanadas y vino.

El concierto se programó para el viernes 10 de noviembre de 1978, a las 21 horas. 

El país, mientras, oscilaba entre los festejos por la obtención de la primera copa del mundo algunos meses atrás, y los crímenes de lesa humanidad de los que pocos se atrevían a hablar públicamente.

Para difundir el concierto Rocambole confeccionó un afiche. En la ilustración aparece una pareja abrazada, posiblemente bailando. El hombre no tiene piel ni órganos en su cabeza, sólo la calavera. Detrás de ellos puede verse otra pareja.

Arriba se lee “homenaje a Travolta”. Recordemos que en julio de 1978 se había estrenado en nuestro país la película “Fiebre de sábado por la noche”, que fue un éxito de taquilla y que catapultó a la fama a Yón Travolta.

Debajo de la extraña pareja se lee la fecha, hora y lugar del recital, y hay una curiosidad: por aquellos años en los afiches se indicaba que el nombre del grupo era “Patricio Rey y los Redonditos de Ricota”. Tiempo después el nombre oficial pasaría a ser “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”.

Los organizadores del concierto también confeccionaron un volante. Es evidente que no es una obra de Rocambole. Puede leerse “La generación vid presenta a Patricio Rey y los Redonditos de Ricota”. El precio del recital era de 2000 pesos ley, que en ese entonces equivalía a unos 2 dólares.

La prueba de sonido comenzó muy temprano y fue problemática. El lugar estaba lleno de gente que se había colado y se generaban conflictos continuamente.

Gustavo Noya, que había reservado la Sala, contó que se fue un rato a su casa a descansar. De pronto su compañero lo llamó desesperado, contándole que el casero del lugar quería llamar a la policía. 

– ¿Por qué? ¿qué sucedió?, preguntó Noya preocupado. 

Aparentemente el casero tenía un kilo de milanesas en una heladera que estaba cerca del escenario, y se puso como loco cuando vio que desaparecieron. Acusaba al Indio de habérselas comido.

Al final Gustavo Noya fue a la Sala, le dio el dinero que costaban las milanesas y el conflicto se solucionó.

En el libro “Indio Solari el hombre ilustrado” de Gloria Guerrero, Noya le confesó a la periodista que en ese ensayo «Fue la primera vez que le di verdadera bola al Indio. Me impresionaba mucho lo que decía, y lo que cantaba. Es decir: todos estábamos muy acostumbrados a cierta forma de escuchar, estábamos acostumbrados a oír a muy buenos músicos. A lo que no estábamos muy acostumbrados era a una palabra con tanta densidad; y, a la vez, con esa mordacidad… Una palabra dicha por un tipo que cantaba de una manera muy rara, muy atípica, que tenía una imagen tan extraña… El Indio daba muy poca bola, daba muy poca pelota. Se paraba, hablaba con vos de cosas muy específicas, pero después nada más.»

Adentro, esperando a Patricio, había una multitud, que escuchaba las mejores canciones de Fránk Zápa. La capacidad de la sala estaba colmada. El Doce se paseaba entre los jóvenes sentados en el piso, repartiendo los verdaderos redonditos de ricota.

La presentación estuvo a cargo de Sergio Mufercho Martínez, vestido de preso. Ese día el bajo lo tocó Pepe Fenton, que vestía un traje de mosquetero, un sombrero con plumas y una capa brillante.

Fue un recital único ya que Los Redondos tuvieron tres guitarristas sobre el escenario, y todos de primer nivel: Skay Beilinson, Leon “el blusero” Vanella y el conejo Gabriel Jolivet. ¡Impresionante!

En la batería estuvo Marcelo Pucci y en el órgano Rodi Castro. El cantante fue el Indio Solari, acompañado en los coros y demás destrezas por el ballet ricotero. Monona, como siempre, derrochaba sensualidad.

En un reportaje, Monona recordó que el lugar era mínimo y “estaba repleto, con un escenario donde no cabían ni los músicos. Recuerdo, yo llevaba una estola muy larga que alguno del público manoteó y empezó a remolcarme hasta que el Indio me rescató antes de caer en zambullida sobre toda la gente.”

Solari apareció con un mameluco negro, y lucía un pin de Ídi Amín, ex presidente de Uganda y uno de los déspotas más crueles de la historia. En realidad era una humorada. En nuestro perfil de instagram, hace un tiempo, el Indio nos comentó que por aquel entonces “todo el mundo tenía en su pin un benefactor de la humanidad pero nosotros éramos la contracultura y nos reíamos mucho”.14

Cuando comenzó el show todos estaban muy borrachos. El público intentaba subir al escenario y los músicos hacían lo que podían para bajarlos. El Indio peleaba a brazo partido para conservar el micrófono.

En su libro Solari recordó que “Las primeras veces que actuamos en Buenos Aires lo hicimos con el caos que éramos por entonces. Nuestros shows eran una explosión, una cosa demencial, dionisíaca. Teníamos una entrega muy grande, casi kamikaze. Hacíamos un desastre pero que era verdadero, no un caos organizado al estilo La Organización Negra. En los shows de La Organización Negra, el tipo que se trepaba a la soga había estudiado alpinismo. En nuestros shows, el tipo que se trepaba a una soga no sabía dónde iba a caer”.

Como de costumbre, el show tuvo de todo. Arrancaron con Maldición, va a ser un día hermoso, y al toque engancharon con Blues del noticiero. También tocaron el Twist de Patricio.

El ballet ricotero se paseó con galeras y mini shorts. El Doce seguía repartiendo sus redonditos de ricota y sobre el final rompieron una piñata golgada sobre el salón, que estaba llena de golosinas. De esa forma, el grupo comenzaba a despedir el año.

Hoy en día el edificio se conserva de pie, y prácticamente no sufrió modificaciones en su fachada. Aunque en el frente no hay carteles, en la página web de la agrupación política “Izquierda Socialista”, se indica que allí existe un local de ese partido. 

La fiesta en la Sala Monserrat ese viernes 10 de noviembre terminó tarde, cerca de las 3 de la madrugada. El grupo quedó muy conforme con la respuesta del público, pero se dieron cuenta que la Sala Monserrat les había quedado chica, y eso les había dificultado el despliegue sobre el escenario. Para despedir el año 1978 con todo alquilaron el Teatro de la Cortada, en San Telmo. Pero esa es una historia que les contaremos otro día.


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