Enrique Symms es un escritor y periodista argentino creador de la mítica Cerdos y Peces, la revista que en los años 80 removió el avispero en el panorama cultural porteño. Cerdos & Peces es algo así como la madre atorranta de Parte de guerra: nuestro proyecto nació en su propio seno. Enrique fue también integrante durante los tempranos 80 de la troupe de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, desde cuyo escenario lanzaba sus monólogos incendiarios. Después los caminos se separaron y hoy Symms es un duro crítico de la banda platense. Desde hace 2 años y vive en Chile donde publica una revista quincenal The Clinic.
Año III. Número 10. 15 de mayo/15 de julio de 2000. Entrevista a Enrique Symms desde Chile.Por Hector Fenoglio y Oscar Cuervo.

Hector Fenoglio: Los recitales que Los Redondos dieron en River fueron tratados por la prensa como uno de los acontecimientos del año. Pero si es por la cantidad de gente, también Rodrigo lleva mucha gente. ¿Vos pensás que fue un acontecimiento?
Enrique Symms: Mirá, yo estoy lejos… pero de cualquier manera me imagino que al volver a la Capital Federal, donde hace tanto tiempo que no se presentaban, acá está la diferencia con otros recitales. Por otro lado, es el tipo de público que junta esta banda, porque ni siquiera una banda heavy metal o punk puede juntar un público tan riesgoso en cuanto a conductas de enfrentamiento al orden. Yo creo que lo que viene sucediendo con la historia de Los Redondos es que la banda concita a una guerra, y esos heridos de guerra y esos detenidos son responsabilidad del evento que vos generás como artista o como activista social. Si el general de la banda la única frase que tiene para decir es «que cada uno cuide su culo», frase predilecta del Indio, me parece lamentable.
Yo creo que ellos siguen haciendo recitales masivos solamente por una ambición económica. Y por el narcicismo, que es particular de cierta clase de músicos. Pero si se midiera por lo que ellos generan, tendrían que haber abandonado el campo de acción hace mucho tiempo. Yo me acuerdo que en una época discutíamos con el Indio, y yo le planteaba por qué no decir por el micrófono, por ejemplo, «asalten el correo». Yo creo que al no darle una dirección a la violencia de la gente, la violencia estalla entre la propia gente. Hay dos tipos de violencia, una entre ellos y otra la del enfrentamiento con la policía. Esta última yo creo que también ha sido siempre responsabilidad de la banda, desde la muerte de Bulacio, cuando es muerto un invitado a la fiesta que vos convocás.
Héctor Fenoglio: Claro, porque la gente va buscando una reivindicación o dicho directamente «hagamos mierda todo». Pero después, desde el escenario, es «muchachos, cálmense, no hagan quilombo». Es ambivalente.
Enrique Symms: El músico brasileño Egberto Gismonti descubrió, cuando él tocaba en la selva, que los indios aplaudían de espaldas, porque ellos decían que cuando un chamán está haciendo algo importante hay que dejarlo en paz, y aplaudían en dirección a la selva para espantar a los espíritus malos. Cuando en los megaeventos este aplauso mágico se da vuelta y apunta directamente al artista, el chamán desaparece y se convierte en un ególatra. Yo creo que los escenarios son el peor acontecimiento de la iglesia católica, el llamado a los monos a reproducir como un padre nuestro, como un te deum, pero sin consecuencias vitales para las vidas de esas personas. Porque no les cambian para nada la vida, es simplemente para que el poder sacerdotal aumente y las condiciones del confort económicas de los miserables que suben al escenario se vean favorecidas aún más. Es decir, ellos viven en condiciones de millonarios mientras el público que está ahí abajo sigue sometido a las condiciones nefastas del sistema económico imperialista.
Héctor Fenoglio: Vos en la Carta abierta al Indio en el 91, diferenciabas lo que es una fiesta de lo que es un recital.
Enrique Symms: ¡En una fiesta no hay guardia de seguridad, hombre! Yo me acuerdo que entrevisté a Boogie el aceitoso, que era uno de los más pesados de la guardia de seguridad, un tipo maravilloso que decía que lo principal de un recital no es si la banda toca bien, ni si el sonido está bien; lo principal es que la guardia de seguridad funcione. Y es así, en todos los eventos modernos lo principal son las medidas de seguridad y estas medidas espantan a la fiesta como el pis del zorrino. ¿Qué tiene que ver la fiesta con la seguridad? La fiesta es justamente para que las almas entren en estado de éxtasis. Pero así es imposible que suceda.
Oscar Cuervo: En la actitud que el Indio muestra en los medios de comunicación últimamente se repite una cosa quejosa. Por un lado convocan a River ya con cierto disgusto por el tema de la seguridad. Y después cuando se produce el recital y pasa lo mismo de siempre, los actos de violencia, entonces él se muestra enojado y está amenazando con no volver a tocar. Es la voz de un tipo que se está quejando permanentemente, un llanto. Pero ¿qué dice esto acerca de su posición como artista? ¿Cómo se puede parar arriba de un escenario para quejarse?
Enrique Symms: Yo creo que siempre fue así. Me acuerdo de la infancia del grupo, cuando tenían cinco o seis principios que eran los que no se podían romper de ninguna manera: nunca tocar en Obras, nunca aceptar entrevistas de los medios, no posar para las fotos, nunca salir en televisión. Se fueron quebrando. Creo que sólo falta que toquen para la televisión, la última ley. Yo creo que esto mismo se les ha venido encima a ellos. El Indio siempre fue la voz rebelde del grupo, supuestamente, como el policía bueno y el malo; así como la negra Poli era la encargada de llevar los aspectos negros de la banda, los aspectos oscuros. Pero en realidad, en las decisiones internas son tres personas que se reúnen siempre, un triunvirato: El Indio, Skay y Poli, y entre los tres deciden. Nada que se haga en la banda no cuenta con el voto de los tres. O sea que el Indio jamás se opuso, sólo en una discusión interna puedo haber emitido alguna opinión en contra pero finalmente lo aceptó.
Oscar Cuervo: Pero ¿qué significa esa queja? ¿de qué se queja? ¿del público?
Enrique Symms: Probablemente sienta culpa, como vos dijiste. Se debe sentir realmente culpable. Además a veces se ha quejado hasta del público, como si la gente tuviera alguna responsabilidad en esa excitación colectiva que genera la propia banda. La última transgresión que han hecho es la de ir con Grinbank y es una huevada completa. Entonces ¿por qué no lo hicieron antes? ¿por qué no empezaron así? Se pasaron toda la vida tratando de ser una banda independiente y controlar todas las responsabilidades, desde la seguridad, el sonido, la luz, la propia publicidad, y finalmente en los últimos capítulos parece que se transgrediera todo. Yo creo que solamente está la justificación del dinero, vuelvo a decirte, y de la ambición yoica.
Héctor Fenoglio:Pareciera que de ahora en más se va a repetir eternamente la misma cosa. Hacer en vez de dos Rivers, tres Rivers, cinco Rivers.
Enrique Symms: No, ahora lo que quedaría por hacer en algún lugar del interior es un Woodstock gratuito. Pero eso no lo van a hacer.
Héctor Fenoglio: Sería una fiesta enorme.
Enrique Symms: Una fiesta enorme, para la que ya no dan las condiciones, porque los tiempos han cambiado. Porque además de ellos, yo creo que han cambiado los tiempos y un Woodstock ya es peligroso en cualquier parte del mundo. Estamos en una época en que así como las drogas llegaron a las bases de la pirámide social, también llegaron las rebeldías mínimas: en un evento grande va a haber mil o dos mil tipos que van a ir a robar zapatillas, y con suma razón, además.
Héctor Fenoglio: Lo que pasa es que se juntan 5000 pendejos, con una forma de vida, con una violencia… todo el mundo está harto, está cansado y quiere romper, no se sabe qué. Y cualquier chispita prende toda la pradera.
Enrique Symms: Yo creo que es un camino que ya se secó, el rock ya se secó. Yo tengo la idea de que las cosas no duran casi nada. Hay que pensar que el anarquismo nos parece que existió siempre y apenas tiene un siglo de existencia. Yo creo que el rock es un proceso que como rito social, como posibilidad, como evento generador de ciertas culturas alternativas y como ámbito de cierto clima para que se produzca el éxtasis, ya ha terminado su camino. Todas las bandas de rock and roll argentinas están en manos de productores que están tratando de dirigir esa música, como los curadores en el arte. Esa figura nefasta del curador también existe ya en el rock, y es el productor, las compañías discográficas. El rock ya no queda en Buenos Aires, queda en Miami. La dependencia con la tecnología cada vez es mayor. Y por lo tanto estamos hablando de otra cosa, estamos hablando del mundo del espectáculo. Ahí está la diferencia con el Puma Rodríguez. Los Redondos concitan a la gente desde un lugar todavía violento y, quizás todavía, ambiciosamente en el lugar de los sueños, pero que no da más que esa miserable violencia intraespecífica que yo insisto que es la peor manifestación que puede generar un evento. Si fueran todos contra la policía, aún cuando desde el punto de vista social sería criticable, uno podría decir que es interesante. Pero no es así.
Oscar Cuervo: Por otro lado, más allá de la violencia, la actitud del público de Los Redondos se vuelve cada vez más una adhesión incondicional, que se acerca casi a un partido político fascista, con una idealización absoluta del líder. ¿Esto no estará fomentado por la misma actitud artística de la banda? Eso es un maleficio que se rompe con otra actitud artística, no con un mejor dispositivo de seguridad.
Enrique Symms: Evidentemente es un maleficio, como vos decís y que ha sido generado por ese pacto avernoso que fue hecho dentro de la propia banda, con conciencia y también sin conciencia en las partes más oscuras. Creo que ellos no han sido personas muy generosas, ni muy representativas del espíritu heroico y generoso, insisto en esa palabra. Si ellos hubieran tenido una actitud más humilde y más heroica, quizás ese maleficio no hubiera alcanzado a la gente. Pero yo creo que se transmite a la gente esa misma violencia interna que ellos tienen, por la cual fueron podando todo lo que eran los redonditos de ricota en un primer momento. Fueron expulsando a la gente, con un gran dolor, entre los que yo me encontré en un momento determinado, sin importar las consecuencias. Yo creo que era todo un plan medio inconsciente, medio insensato para apoderarse de ese ritual tan ambicionado por todos que es el rock and roll. Y que en Argentina, además posee otra figura emblemática, que es Charly, que también es un narcisista deplorable, más allá del talento que tiene. Ambos ejemplos serían lo que produce la Argentina, lo que produce el porteño, por lo menos.
Héctor Fenoglio: Enrique ¿vos cómo te alejaste de la banda?
Enrique Symms: Fueron distintos avatares. Dejé de actuar en un monólogo por invitación de ellos. Pero en una época se decía que Los Redondos éramos todos. Eso fue un gran engaño. En realidad Los Redondos siempre fueron Poli, Skay y el Indio. Pero en un momento determinado yo formaba parte de ese enclave tanto como los demás. Así que primero fue eso y después fue también que, a medida que esa distancia se fue produciendo, yo empecé a criticar a la banda, en una carta que publiqué a raíz de un recital en La Plata, donde la policía tiró gases; y después, cuando yo estaba ya afuera de la banda, los critiqué por el caso Bulacio.
Héctor Fenoglio: Volviendo al asunto del rock, es cierto que da la impresión que dejó de ser hace ya unos cuantos años lo que fue en el inicio, y que se transformó en parte del negocio del espectáculo, del narcisismo, de la vanidad. Sin embargo no sé si concuerdo con vos en que se apagó, que ya no tiene más nada. De alguna forma sigue siendo uno de los pocos ámbitos donde es posible pensar, vivir de una manera diferente.
Enrique Symms: No, yo sé que es así. Yo digo que se secó como camino de expresión. Yo sé que ahora la naturaleza partirá nuevos caminos. Pero evidentemente todavía alli anida una poética y una forma revulsiva, tal cual la tuvo en sus orígenes. Pero yo insisto en una frase que dije muchas veces: Eric Clapton una vez dijo que por culpa de Bob Dylan y de John Lennon la gente cree que los cantantes de rock somos héroes; no es así, somos cantantes, nos gusta ponernos buena ropa, y cogernos buenas conchas. Y esa es la única verdad que hay acerca de los músicos de rock. No son Antonin Artaud ni son Federico Nietzsche, con algunas excepciones. Argentina generalmente careció de ejemplos. Me refiero a tipos como Jim Morrison, con ideología, con toda una tecnología de pensamiento atrás. El famoso personaje, el poeta del rock and roll, siempre terminó abdicando. Observemos las nuevas bandas, inclusive amigos míos, se divierten, seguirán divirtiéndose, los Bersuit, los Caballeros, Los Piojos.Pero lo que están haciendo es repetir ritos masivos, componer canciones cada vez más entretenidas y de acuerdo a los tiempos, sin irrumpir. Hay que pensar que es como Picasso, mientras no dibujen nuevas formas de ver el mundo y las canciones lo confirmen… no es esa la tarea de un chamán. El chamán abre agujeros en la oscuridad. Yo no creo que haya en este momento letras poéticas en el rock latinoamericano que estén provocando agujeros en el sentido, en la normalidad vigente, que es esa enfermedad de la normalidad.