Shows Redondos pese a todo

Apartándonos de los incidentes que alteraron el normal desarrollo de los shows, Los Redondos de Ricota y 130 mil de sus fans más fieles vivieron dos noches de gloria en el estadio de River Plate.

El Sitio Música, 17 de abril de 2000

Carlos El indio Solari y sus compañeros alcanzaron así la cúspide de una rica carrera artística iniciada a finales de los 70, pese a que el balance fue de 38 lesionados y 13 detenidos el sábado, y de tres heridos por balas de goma, un acuchillado, 30 contusos y 27 arrestados, el domingo. Puertas adentro del Monumental, se vivió una frenética fiesta de las legiones ricoteras en el mayor escenario cerrado del país, después de su histórico peregrinaje por pueblos y ciudades de la provincia de Buenos Aires, donde la banda se estuvo presentando casi con exclusividad.

Al no conceder entrevistas a la prensa ni buscar apoyo dentro de los circuitos tradicionales del mercado de música, la agrupación se desarrolló en forma marginal, lo que alimentó el mito y estimuló una pertenencia juvenil contestataria en las huestes autodenominadas ricoteras. Pero el barrio de Nuñez, en las inmediaciones de la cancha, estuvo tres días virtualmente en estado de sitio, con los vecinos refugiados en las casas y un dispositivo policial superior al que se monta para el superclásico entre Boca y River.

Estaba todo previsto, todo calculado: la intención era demostrar que con una buena organización los Redondos podían reunir y hacer delirar a miles de seguidores tras los fracasos producidos durante «el exilio interno» de los últimos años. Por lo tanto y por primera vez la banda dejó en manos de terceros la organización previa del espectáculo. Fue Daniel Grimbank y su empresa -dueña de los derechos del estadio de River- quienes se abocaron a la tarea de hacer realidad el sueño ricotero porteño.

«Bienvenidos al ghetto», ironizó Solari al abrir uno de los espectáculos, con los acordes de El Pibe de los Astilleros, para iniciar a toda máquina el más importante y esperado concierto de sus más de 20 años de trayectoria. Con un sonido regular y todas las gargantas de coro, siguieron El angel de la Soledad y otros temas de su novena placa, Ultimo bondi a Finisterre, que por su registro aplacaron tan solo un poco la furia inicial.

Tarea Fina y Queso Ruso vibraron antes de que el primer set llegue a su fin. Tras eso, los Redondos se tomaron el primer descanso y quince minutos más tarde volvieron con Mi perro Dinamita y Preso en mi ciudad, en un breve set que -en el primero de los dos conciertos- se interrumpió al sexto tema (El árbol del Gran Bonete). Sorteado el incidente que obligó la participación de la policía, la furia con la que Los Redondos arremetieron con Nueva Roma, Motorpsico Ya nadie va a escuchar tu remera dio la sensación de que ellos intuían que se trataba de una de las últimas veces, y la multitud no se quedó atrás.

En definitiva, fueron dos noches de fiesta con altos y bajos, como todas las fiestas. Hubo algunos que fueron superados por el acontecimiento y otros que estuvieron a la altura de las circunstancias. De todos modos, los seis años de silencio porteño anunciaban un regreso a todo o nada. El domingo, sobre los últimos acordes de Ji, ji, ji, el Indio se dirigió por primera vez a la multitud para anunciar: «Ahora vamos a hacer lo que la prensa va a llamar el pogo más grande del mundo». Y así fue, con luces prendidas y todo, la gente se unió en una masa única y uniforme, para sentir la última gran emoción. ¿Habrá otras?


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