Con el recital ya suspendido el Indio Solari junto a los demás integrantes de la banda hablan nuevamente con su público, y les piden que retornen a sus hogares, debido a la suspensión del concierto.
Fuente: Diario El Popular de Olavarría. 17 de agosto de 1997

Clamor en la calle por los Redondos
Ayer hubo algunos incidentes pero nada salió de cauce
(Por Marcelo Oliván).- Ayer sábado los acontecimientos fueron una larga cadena que llevó desde la última esperanza de show a un clima cada vez más enfervorizado que la presencia del grupo en la calle ante sus fans tranquilizó sólo momentáneamente. A última hora de la noche, la insistencia de los jóvenes por ver de nuevo a los Redondos, la posibilidad de algún incidente menor y la presencia policial ponían interrogantes para la madrugada.
01,40. Varios chicos cantan canciones folklóricas frente al hotel. La situación es de calma. Otros que llegaron al recital caminan por la ciudad tratando de saber si quedan esperanzas de show.
02,20. El tren que viene de Plaza Constitución entra en la estación. El despliegue policial incluye varios grupos de seis a ocho policías agrupados en distintos sectores de la explanada y la avenida. Con aparatosos gestos, tres policías con escopetas que se bajan de un patrullero parado en la estación de servicio de Colón y Pringles cortan el tránsito.
02,25. Al menos 400 jóvenes bajan del tren. La mayor parte luce a toda vista el cansancio del viaje y da muestras de acusar el intenso frío pero muchos no dejan de corear consignas a favor de la banda y contra Helios Eseverri. No hay un solo incidente y todos se limitan a buscar taxis, remises o preguntar direcciones y lugares donde acampar para ir caminando.
02,50. Un grupo de diez a veinte de los recién llegados festeja frente al Hotel Savoy. Una cuopé Chevy en la que llegaron otros ricoteros es empujada hacia atrás y hacia adelante por la calle. No hay otros incidentes.
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Desde la mañana decenas de pibes comienzan a juntarse frente al hotel. Cantan por momentos, pero no hay incidentes. Sólo se ven algunas pocas botellas de cerveza frente al hotel y los guardias privados, que nunca superan dos por turno, tratan de que no queden cerca de los cristales de la puerta.
15,00. 60 chicos cantan frente al hotel.
15,30. Una combi de un restaurante local deja comida para los músicos.
15,55. Ocho policías aparecen por Belgrano desde la Comisaría Primera y cruzan por entre el grupo de seguidores hacia el Este. Los chicos responden cantando «Yo sabía, yo sabía, a Bulacio, lo mató la policía». En insólito gesto un uniformado saluda con la gorra en su mano, sonriendo. No hay incidentes.
16,05. Un Fiat Spazio llega por Belgrano, gira en U, se abre el baúl y ponen música de los Redondos. Los setenta a ochenta pibes saltan y bailan.
17,00. Los chicos suman al menos tres centenares y piden ver a su banda.
17,15. Momento cumbre: la banda sale a la vereda del hotel para tomar contacto con sus seguidores. El Indio Solari, Skay Beilinson, Sergio Dawi, Semilla Bucciarelli, Walter Sidotti y la manager Carmen «La Negra» Poly se hacen ver y desatan la locura. Marea humana de empujones y gritos de emoción que tardan en silenciarse para que el Indio hable. «Ustedes saben que vamos a volver a vernos, quizás en algún lugar donde seamos recibidos de modo más hospitalario. De todas formas, no se trata de culpar a toda Olavarría, porque hubo muchos que nos mostraron su solidaridad».
17,30. La banda vuelve a entrar y los pibes demuestran con su euforia que todo lo que querían cuando llegaron a Olavarría era verlos.
18,30. Los fans siguen afuera y piden entrar.
18,50. Sube la presión de la gente sobre el hotel. Casi un centenar de chicos giran alrededor de la plaza cantando contra Eseverri.
19,10. Son cada vez más y la guardia ensaya un procedimiento de descompresión. Les toman sus prendas con nombre y número de documento, los músicos las firman y se las devuelven. El ingenioso procedimiento surte efecto y se descomprime la situación.
19,30. Van todos a la casa de Eseverri a protestar. Hay algunos incidentes.
19,40. Encienden fuego en la esquina del hotel.
19,45. Se juntan todos los que están en Olavarría frente al hotel. Son al menos mil quinientas personas que, con banderas y bengalas rojas, forman un espectáculo fuerte, que muy pocos pueden explicar porqué no está dentro del Maxigimnasio.
20,00. Cantan parte del Himno.
20,20. Se rompen algunas vidrieras del frente del hotel.
21,00. Los chicos lucen cansados pero el clima es tenso porque el festejo sigue ante la presencia policial.
El equilibrio
El Indio Solari salió ayer a hablarle a los centenares de fanáticos de los Redonditos que se agolparon a lo largo de toda la jornada ante el Hotel Savoy. Pidió tranquilidad, mostró su equilibrio habitual. En tanto, continuaba la polémica en torno de la decisión del intendente municipal, Helios Eseverri, de prohibir la actuación de la banda en Olavarría.
El desborde
Dos centenares de jóvenes manifestaron su descontento ayer ante la casa del intendente municipal, por el decreto que impidió la presentación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en Olavarría. Patadas a la puerta de la casa, una baldosa arrojada contra el frente y otros incidentes amenazaron con una explosión de violencia que fue contenida por la mayoría de los manifestantes, quienes sólo querían dejar muestras de su protesta con cánticos en contra de la figura de Eseverri.
Maldición, iba a ser un día hermoso
(Por Daniel Puertas) Centenares de chicos cantando y bailando frente al Hotel Savoy, insultando a Helios Eseverri frente a su casa, algunos insinuando desbordes de violencia rápidamente contenidos por la mayoría o adolescentes menos afortunados que otros que deambulaban por las calles mendigando bajo la lluvia cincuenta centavos para comprar algunas fetas de fiambre fueron las postales que marcaron un fin de semana distinto en Olavarría, con bronca, desazón, impotencia y temores flotando como una niebla espesa sobre los corazones.
La suspensión de los dos recitales de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota no originó las tan temidas explosiones de violencia y sólo hubo incidentes aislados, aunque por momentos las cosas parecían complicarse y las profecías agoreras amenazaban cumplirse.
A última hora de anoche el productor Pablo Baldini dio a conocer el texto de la nota en la que el secretario de Gobierno, Héctor Vitale, afirmaba que no necesitaban autorización municipal para los shows debido a que se realizaban en un lugar privado. Además confirmó que a partir del miércoles comenzará la devolución del importe de las entradas.
También remarcó lo obvio: que la Justicia aún no se expidió sobre la cuestión de fondo, saliendo al cruce de las versiones oficiales respecto de que la resolución de primera y segunda instancia respalda su decisión. A esta altura del partido eso era lo de menos.
Al cierre de esta edición unos cuantos centenares de ricoteros daban muestras del agotamiento previsible después de tantas horas de tensión y gasto de adrenalina. La cerveza o el vino parecían influir en los gestos y las miradas de más de uno. No faltaban los que aseguraban que no solo birras o tetrabricks constituían el estimulante de algún adolescente y adultos preocupados intercambiaban comentarios alarmistas en el interior de los hogares olavarrienses.
Sin embargo, contra todos los pronósticos, cada vez que un fanático amagaba romper algo eran muchos más los que se interponían, recordaban las palabras del Indio Solari y formaban un dique contra la violencia.
Anoche no eran pocos los que afirmaban que si no había pasado nada grave hasta ahora era por milagro. Centenares o quizá miles de jóvenes a los que se les frustró la fiesta masticando bronca invadiendo las calles, doloridos por el decreto que pocos se atreven a justificar y menos a defender, eran –y son– la fuente de muchos miedos.
Ese temor se potenciaba anoche, cuando los vecinos veían a los policías pertrechados con escudos seguir los movimientos del grupo a doscientos metros de distancia, listos para intervenir apenas la situación pareciera salirse de madre.
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota dejaron de tocar en Buenos Aires después de un recital donde hubo violencia y heridos. Antes se habían negado a seguir actuando en Obras, luego que Walter Bulacio muriera asesinado en una dependencia policial.
A pesar de que no falten quienes digan que están «prohibidos» en la Capital y el Gran Buenos Aires, presentarse exclusivamente en el interior es decisión propia. El Indio Solari fue mucho más equilibrado en sus declaraciones que los funcionarios públicos que le prohibieron actuar en Olavarría. Todos anoche hacían votos para que sus seguidores se mostraran tan sensatos como él, que siguieran el ejemplo de su ídolo y no el de quienes cortaron de cuajo toda ilusión de vivir una fiesta.
Ceremonia de preparación
(Por S.E. y P.Z.).- Desde el miércoles, o antes, Olavarría se fue poblando de chicos de distintos lugares que imprimieron una gestualidad nueva al perfil de ciudad intermedia con un gobierno que se jacta de controlar sin problemas los potenciales «des-bordes» de sus generaciones más jóvenes.
Convertidos en territorios «ricoteros», varias zonas urbanas se transformaron en espacios donde el cruce y la superposición de pertenencias tiró por tierra el estereotipo homogeneizante de «fan de los Redondos». Esa especie de «condensación» de rasgos que ubican en el joven de barrios suburbanos, poco escolarizado y sin inserción en el mercado laboral al prototipo del seguidor de la banda.
«La onda es estar acá, con pibes de otros lugares, nos contamos de dónde somos, hablamos de los recitales anteriores, de las letras, y escuchamos todo el día a lo ‘Redondos». Julián tiene 16, va a una escuela secundaria nocturna de La Plata y dice haber cargado en la mochila unas latas de arvejas, arroz y naranjas. Le pidió prestada la carpa a su hermano y se subió al tren donde, aseguró, «eran todos ricoteros».
Llegó el viernes a las 2,30 con su amigo Maximiliano, dos años menor pero con varios recitales compartidos. «Cuando bajamos del vagón no sabíamos para dónde arrancar, así que seguimos a todos los pibes que venían para acá. Caminamos una pila de cuadras y cuando llegamos nos pusimos a armar la carpa, como los demás».
El viernes, cuando todavía nadie creía que el decreto de suspensión fuera definitivo, el grupo de adolescentes que acampaban en el Club Estudiantes esperaba sin apuro que las horas pasaran para que la banda subiera al escenario, por entonces, un montón de hierros amarrados.
«Una aventura»
Reunidos en una suerte de ceremonia alrededor de un fogón, una pava negrísima y un cartón de vino rodaban a destiempo. «Seguir a los Redondos es una aventura…donde sea. Siempre conoces gente nueva y nunca hay problema con nada. Compartimos lo que traemos para comer o hacemos una vaquita. Anoche, por ejemplo, comimos gato y estuvo todo bien. Los canas, por ahí, te miran feo, pero nosotros no jodemos a nadie», opinó Julián.
Maxi, por su parte, trazó con crudeza el corte generacional que lo distingue de sus padres. «A los viejos mucho no les gusta que viaje, así, a cualquier parte, para escuchar a los Redondos, pero bueno… yo la guita la junté como pude, mangueando a todo el mundo porque no laburo, pero me lo pago yo: el pasaje, la entrada…A los 12 fui al primer recital de la banda y de ahí que los sigo, firme».
Protestas ante la casa del intendente Eseverri
Minutos antes de las 19 de ayer un grupo de cerca de 200 jóvenes marcharon del hotel Savoy a la casa del intendente municipal, Helios Eseverri, para manifestar su enojo por la prohibición de los shows de la banda.
Escasos instantes antes, EL POPULAR vio salir al Intendente en auto, acompañado del jefe de prensa de la Comuna, quienes rápidamente abandonaron la zona, mientras los móviles policiales cercaban las esquinas y observaban el desarrollo de los hechos.
Sin saber con certeza cuál era la vivienda del Jefe comunal, muchos esperaron a que el grueso de los pibes se congregaran en el tramo de Vicente López, entre Sáenz Peña e Irigoyen. Cuando ya no hubo dudas, los cantos en contra de la figura de Eseverri fueron subiendo de tono. Al comienzo, se produjeron algunos disturbios, como patadas a la puerta de la casa; alguien arrojó una baldosa, otro arrancó el espejo lateral de un Duna bordó que estaba en la calle, y un par terminó por derrumbar un paredón de ladrillos, en la vereda de enfrente. Pero en seguida hubo exhortaciones recíprocas a mantener la calma, a no responder con violencia física. Los insultos, con todo, se sucedieron ininterrumpidamente y por un momento la exaltación de los chicos hizo pensar que no se moverían del lugar hasta que alguien saliera a responderles.
Mientras otro grupo numeroso se sumaba al inicial, unos cuantos optaron por subirse a los balcones de las casas lindantes y hasta la del mismo Intendente, donde colgaron una bandera negra que permaneció durante toda la protesta. En medio de la manifestación, un pibe gritaba a quien quisiera oírle que «sigo con pasión a los Redondos. Soy radical pero este tipo (por Eseverri) no me representa ni a mí ni a muchos jóvenes». Media hora después, los chicos retomaron el camino hasta el hotel donde se aloja la banda y prendieron bengalas reclamando que saliera el Indio y respaldando a los músicos.