Los Redondos estuvieron en Mar del Plata presentando los temas de su nuevo álbum «Luzbelito», en dos recitales en el Polideportivo que convocaron unas 15 mil personas, llegadas de los lugares más diversos de todo el país. Estuvimos allí, y les contamos cómo fue la cosa.
Autor: Revista El Musiquero, año X, nro 123, noviembre de 1996. Por Claudio Kleiman

Estuvimos junto a Los Redondos y sus fieles, dentro de esta nueva modalidad que ha adoptado el grupo de escaparle a la claustrofobia capitalina y convocar a sus fans a una especie de «turismo ricotero», siguiendo las presentaciones de la banda en distintos puntos del país. Hace poco fue San Carlos, en la provincia de Santa Fe, y ahora le tocó a Mar del Plata, el sábado 26 y domingo 27 de octubre en el Estadio Polideportivo de esta ciudad, un reluciente estadio cubierto con capacidad para unas 8000 personas, ubicado en el Parque Municipal de los Deportes.
Ya desde el día anterior, la ciudad comienza a poblarse de remeras estampadas con la particular gráfica de las tapas de los discos de la banda, o dibujos y fotos de sus integrantes, mientras que un aire de camaradería es el denominador común de los distintos grupos de gente que van llegando y recorriendo las calles céntricas. El sábado es «San Patricio»: un día radiante permite que las huestes se vuelquen a las playas, algunos simplemente con jeans arremangados y el pecho al aire, los más precavidos con las respectivas mallas de baño.
Alrededor de las 16 hs es la prueba de sonido: como lo hacen siempre, los Redondos han venido con su propio personal, incluyendo sonidistas e iluminadores, y la gran incógnita es si la gente conseguirá apagar el rebote que se produce con el estadio vacío. De todas maneras el ajuste y la potencia de la banda quedan en evidencia desde las primeras notas, demostrando una vez más que están pasando por un momento realmente espectacular. Para contribuir a la incertidumbre, lo imprevisto se hace presente: después de haber tocado los temas sin inconvenientes durante la prueba de sonido, los programas del nuevo teclado MIDI de Sergio Dawi necesarios para interpretar dos de las canciones del nuevo disco, «Luzbelito» desaparecen sin aviso, y a pesar de los múltiples intentos de todo el personal, se empeñan en no dar señales de vida. Cuando ya están apareciendo las primeras expresiones de pánico, alguien tiene la buena idea de llamar a un músico marplatense experto en programación MIDI, ue se acerca rápidamente hasta el estadio. En un minuto queda solucionado el problema, que por supuesto era una pavada que había sido pasada por alto en medio del nerviosismo reinante, y luego de algunos suspiros de alivio reaparecen las sonrisas. El músico local en tanto pone sonrisa sobradora de mucachito de la película y pregunta: «¿qué más hay que arreglar?». Luego volverá con un amigo para sacarse una foto junto a la banda.
Otro motivo de preocupación / risa lo da el Indio, a quien suelen pasarle cosas extrañas antes de los recitales. Esta vez fue que afeitándose la cabeza se había cortado la oreja en su parte superior y no podía parar la pérdida de sangre. La cosa termina solucionándose aplicando una medida un tanto drástica: para terminar con la molestia no encontraron mejor idea que ponerle sobre la herida… ¡la gotita! (sí, la misma que se usa para pegar vidrio, madera y cosas por el estilo). También estaba ansioso por comprobar el resultado de unos nuevos auriculares hechos a la medida de sus orejas (por donde recibe el retorno), que iban a tener su bautismo de fuego en este concierto.
De todas maneras, a partir de las 19 hs, hora en que se abren las puertas, los que se adueñan del Polideportivo son las bandas, que empiezan a llegar en forma masiva, calentando el ambiente con bombos de murga, tambores y redoblantes. Es como una extraña gestalt» que va tomando su propia entidad a medida ue corren las horas. Descoordinada al principio, la multitud se va unificando lentamente hasta comportarse como un monstruoso animal, pacífico y alerta, que habla con voz de trueno y hecha fuego por sus narices. Estos chicos llegados desde los lugares más diversos de todo el país van desplegando sus banderas, ensayando cánticos, aplaudiéndose mutuamente, mientras el estadio se llena paulatinamente y son cerca de 8 mil gargantas las que , cuando se acerca la hora del comienzo del recital, entonan a coro un nutrido repertorio que -ahora sí- ya suena unido, compacto, vital, como ellos mismos. No hay música de fondo, a lo largo de casi cuatro horas la expresión pertenece a la gente que se va adueñando paulatinamente del lugar, con las voces y los bombos resonando en el aire y proporcionando la verdadera banda de sonido del evento. Las bandas acreditan los lugares de origen: José Leon Suarez, Boulogne, Madero, Rosario, Mar del Plata, Ciudad Evita, Los Aromos, Boskaya-Tigre, Mendoza son algunos de los lugares que se alcanzan a divisar entre el agitar de trapos. Junto a esto van siempre unidos retazos de poesía, generalmente frases tomadas de las letras redondas, o incluso de sus declaraciones en reportajes, reelaboradas con la sabiduría infinita del ingenio popular: «Los Redondos, una enfermedad incurable»; «Cuando venga la muerte tiene que encontrarnos vivos»; «Robar la vida es el robo final»; «Los Redondos, una poesía de mi realidad»; «El solo pensarte me anima»; «Se pueden abandonar sueños, pero hay sueños que nunca te abandonan»… son sólo algunos ejemplos, pero representan una buena muestra de lo que el grupo significa para estos chicos. No es el aliento descerebrado e histérico que se brinda a algún bronceado ídolo de la canción latina, no es un apoyo a ciegas alentado por estribillos fáciles o actitudes demagógicas. Por el contrario, durante el recital el intercambio de palabras del grupo hacia la gente será mínimo: sólo cuentan la música y la ceremonia. En las banderas, la cara del Che Guevara aparece repetidamente, junto a imágenes de la iconografía redonda creada por Rocambole, entre ellas muchas que han incorporado ya esa extraña representación de «Luzbelito», tal como la ha imaginado el artista para la última tapa.
La bandera más grande, que ocupa enteramente uno de los laterales del estadio, dice «Redonditos, un estilo de vida».
Algo después de las 23 hs, cuando los cánticos están en su punto culminante, comienza a sonar la canción que anuncia que la ceremonia está por comenzar: «Free as a bird», el bello tema «nuevo» de los Beatles se expande a través del sistema de sonido y la expectativa casi puede palparse. El grupo arranca y todo es aplausos, bengalas encendidas y canto colectivo. Los primeros temas, «Un ángel para tu soledad» y «Un poco de amor francés», sirven para que el sonidista Eduardo le vaya tomando la mano al estadio, y cuando llega la primera la primera de las canciones de «Luzbelito», la potente «Cruz diablo», la banda es una máquina que sólo se detendrá 23 temas más tarde (con un pequeño intervalo en el medio), después de dos horas largas de música bella, intensa, personal, compartida por igual con todos los presentes. Porque aquí participan todos, tanto el que está agitando la mano al borde del escenario como el que está parado en la última fila de la tribuna de atrás. El volumen (fuerte) acompaña como para quede afuera de esta marea sonora que parte del escenario y se realimenta en ese mar de cabezas que saltan, gritan, poguean, escuchan y parecen saber las letras mejor que el propio Indio.
La evolución musical que demostraron en el último álbum queda plenamente confirmada en el escenario. Los temas de «Luzbelito» son interpretados en su totalidad, y la incógnita de saber si iban a poder reproducir en vivo el elaborado sonido del disco resulta plenamente despejada. Sin recurrir a músicos invitados, los temas suenan sorprendentemente fieles a las versiones grabada, gracias a un riguroso trabajo de ensayo, la omnipresente guitarra de Skay, el desdoblamiento de Sergio Dawi entre el saxo y los teclados, la compacta pero a la vez versátil base rítmica de Semilla, Walter y el impecable trabajo del Indio, que en el escenario no escatima esfuerzos (ni voz) para convertirse en algo que va mucho más allá de un simple cantante de rock.
Es curioso como los cambios atravesados por la banda son asimilados por su público: «Luzbelito» es un álbum más denso, , quizás menos marchoso que los anteriores, con abundancias de temas «mid-tempo» y un carácter generalmente dramático. Por otra parte, el repertorio elegido (que, como ya dijimos, incluye el disco nuevo en su totalidad), hace escasas incursiones hacia el pasado, con excepción de los bises. Los demás temas son en su mayoría extractados de «Lobo suelto Cordero atado» y «La mosca y la sopa», los dos álbumes anteriores al último, todos de los ’90. En vez de rechazar los cambios, las bandas abrazan este nuevo carácter con renovada pasión, como un credo que cambia de forma permaneciendo fiel a su esencia. En consecuencia, el recital tiene un tono más dramático, menos fiestero que otras reuniones redondas, casi como una ceremonia ritual. El clima hipnótico de temas como «Ella baila con todos» (con cierto aire oriental que orilla la psicodelia), «Rock yugular», «Luzbelito y las sirenas», «Fanfarria del cabrío» encuentran plena correspondencia en la actitud del público, que se mece acompañando este nuevo estado de ánimo. A la manera de la «gestalt» mencionada anteriormente, la multitud reacciona en forma unificada, como si hubiera una coreografía preparada con antelación. En el caso de los encendedores que se encienden por doquier, al compás de «Fanfarria», o la multitud de brazos con el dedo medio erguido en actitud inequívoca cuando llega aquella parte de «Queso ruso» que dice «Y hay muchos marines de los mandarines / que cuidan por vos las puertas del nuevo cielo». La liberación llega la final, cuando con «Juguetes perdidos» aparecen como surgidas por generación espontánea muchas más banderas (es parte del rito de que hay algunas que se despliegan solo para ese tema), ondeando y llegando hasta el borde del escenario y poniéndole un esplendoroso marco a aquello de Banderas en tu corazón ( yo quiero verlas! / ondeando luzca el sol o no». Rojas y negras se agitan, haciendo realidad lo que imaginó el poeta.
Para los bises, nada mejor que rescatar aquella perla de «Gulp» que reza «El infierno está encantador esta noche» y quién es capaz de discutirle. Pero la gente sabe que hay más, y no está dispuesta a moverse de sus lugares hasta escuchar Jijiji, digno corolario para esta ceremonia de románticos, de idealismo casa anacrónico en tiempos de hastío y de cinismo. El círculo se cierra con «Free as a bird» acompañando la desconcentración, que al mezclarse con el sonido de los bombos produce extrañas y sincrónicas superposiciones.
El domingo la ceremonia es la misma, pero nunca igual. El día aparece algo más nublado, el sol jugando a las escondidas con las nubes. La banda (una muestra de su profesionalismo) decide hacer una nueva prueba de sonido, para ajustar algunos detalles con los que no quedaron del todo conformes. Con los músicos ya más relajados por los buenos resultados del día anterior, la prueba también depara sorpresas. Durante uno de los altos que el sonidista necesita para ir acomodando volúmenes y micrófonos, se meten en una zapada improvisada que tiene algunos momentos excepcionales. El Indio rápidamente se acopla inventando melodías cantadas en su inglés sanateado, y no exageraría en decir que la «jam» podría proporcionar material para unos tres buenos temas. Hay ecos de Zeppelin, de los Doors, y la demostración palpable de que esta caliente usina creativa que son los Redondos se puede poner a funcionar en el momento más inesperado, con un nivel sorprendente de inspiración y calentura. Un espectáculo impreviso, con sólo algunos espectadores casuales para disfrutar el raro privilegio de presenciarlo.
En los camarines, la preocupación del Indio esta vez era (aparte de la oreja que volvió a sandrar y fue cauterizada, ahora en forma definitiva, con agua oxigenada) un principio de afonía, que la zapada de la prueba de sonido -que tuvo la intensidad de un verdadero concierto- no ayudó precisamente a mejorar. Sin embargo, la polenta y musicalidad de la prueba ayudaron a templar los espíritus y ahuyentar los nubarrones, ayudados por algunos tragos para matizar la espera. Las bandas le piden a Poly que esta vez el recital empiece a horario, para llegar a tiempo y poder alcanzar el último tren de regreso a Buenos Aires. Aunque el fin de semana es redondo, el lunes se labura.
Por eso a las 22 hs ya comienzan a sonar Los Beatles, ante un estadio no tan lleno como el del día anterior pero redobladamente entusiasta, con unas 6 mil gargantas perpetuando el ritual. La ceremonia está vez tiene otras características. Salvo los temas de «Luzbelito» que se mantienen, el repertorio cambia sensiblemente (ver recuadro), y a otras canciones corresponden otras reacciones. Ya sea porque el grupo está más confiado, porque los diferentes temas y el distinto orden en el que son interpretados propone otro clima, porque el público ha cambiado en su mayoría, o quizás simplemente porque es otro día, la cosa es que este recital tiene un carácter menos dramático y más fiestero, con las bandas dando rienda suelta a su alegría. El sonidista ya le tomó definitivamente la mano al estadio, y la banda brilla como un diamante finamente pulido que mantiene sus aristas filosas. Lo fundamental es que este concierto no hace más que confirmar la consistencia de las performances de Los Redondos, con todos los integrantes pasando por un buen momento individual que se refleja en el rendimiento grupal, a lo que se suma un cuerpo de trabajo (es decir el conjunto de canciones que han compuesto a través de los años, coronadas por la solidez del material del disco nuevo) sin paralelos en el rock argentino. Claro que algunos que no tienen guita para pagar la entrada (o han decidido que es mejor gastarla en tetra brick) se empeñan afuera en hacerle las cosas difíciles a la seguridad, a los que pagaron su ticket y quieren entrar pacíficamente, y al propio grupo, que tiene que hacer piruetas para organizar independientemente sus recitales sabiendo que las autoridades y la prensa amarilla están esperando precisamente estas excusas para intentar impedirlos o desacreditarlos.
Pero son incidentes menores, que no modifican la trascendencia y el fuego sagrado que alienta una fiesta como pocas: la de una banda, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, que llega a su vigésimo aniversario piloteando una experiencia única de autogestión, y desarrollando una obra poético-musical en continuo crecimiento, que se ve reforzada por sus formidables performances en vivo. Y la de miles de personas que acompañan este viaje, y quieren creer que hay otras cosas más allá del boludeo permanente con que se nos bombardea desde los medios, de los ejemplos de materialismo burdo y descarada hipocrecía a cargo de los «ricos y famosos» y la clase dirigente, e incluso de una industria discográfica y mecanismos de difusión (léase diarios, etc) con formatos cada vez más rígidos y competencia cada vez más feroz, que hace que cualquier propuesta que implique la experimentación o el riesgo sea algo crecientemente difícil de concebir. Incluso por los propios creadores, que en vez de rebelarse parecen aceptar alegremente -con raras excepciones- las formulas impuestas. Salud, Redondos: anacronismos como los suyos hacen la vida un poco más llevadera en los tiempos que corren.
LISTA DE TEMAS INTERPRETADOS
Sábado 26 | Domingo 27 |
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1. Un ángel para tu soledad. 2. Un poco de amor francés. 3. Cruz Diaablo. 4. Sorpresa de Shangai. 5. Nuotatori prpfessionisti. 6. La dicha no es una cosa alegre. 7. Queso ruso. 8. Rock yugular. 9. Mariposa Pontiac. 10. Rock del país. 11. Ella baila con todos. 12. Vamos las bandas. 13. Fanfarria del Cabrío. 14. Lobo caído. 15. Blues dee la libertad. 16. ¡Me matan Limón! 17. Luzbelito y las sirenas. 18. Yo, caníbal. 19. Juguetes perdidos. 20. El infierno está encantador esta noche. 21. Ñam fi frufi fali fru. 22. Buenas noticias. 23. Nueva Roma. 24. Ji, ji, ji. | 1 El pibe de los astilleros 2 Nadie es perfecto 3 Cruz diablo 4 La dicha no es una cosa alegre 5 Shoping-disco-zen 6 Rock yugular 7 Ñam fi frufi fali fru 8 Blues de la libertad 9 Mariposa pontiac 10 Rock del país 11 Un ángel para tu soledad 12 Ella baila con todos 13 Botija rapado 14 Nuotatori professionisti 15 Fanfarria del cabrío 16 Susanita 17 Luzbelito y las sierenas 18 Queso ruso 19 Juguetes perdidos 20 El infierno está encantador esta noche 21 Nueva Roma 22 Me matan Limón! 23 Vamos las bandas 24 Jijiji |




