Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en Obras. Diciembre de 1991
Revista Pelo. Enero de 1992

La mayor parte de los fans de Los Redondos habían hecho todo lo posible por asistir a las tres funciones que dieron en Autopista Center, desesperados porque creían que sería la última serie de shows del año. Pero se equivocaron, porque la banda cumplió con la tradición de programar fechas para el Día de los Inocentes. Así, antes, durante y después del 28 de diciembre, el grupo estuvo en Obras, y las hordas acudieron con la fidelidad de siempre, colmando la capacidad del estadio y hasta quedando afuera, en plena avenida del Libertador.
Más allá de la ya habitual polémica sobre qué hacer cuando todos los lugares les quedan chicos, los Redondos dieron uno de sus mejores recitales de los últimos tiempos, contando con una de las puestas de luces y sonido más contundentes que jamás hayan llevado a los grandes shows del 90-91, demostrando que es posible ir perfeccionando la parte técnica en esta etapa de conciertos multitudinarios, a los que históricamente no estaban acostumbrados.
El escenario, con un gran telón de fondo (doble contra sencillo que fue obra de Rocambole), que ilustraba escenas entre pesadillezcas y referentes a la tapa del flamante «La mosca y la sopa», se ilumino poco después de las 10.30 y los músicos abrieron con el legendario «Nene nena», en una versión que contó con gran aporte del saxo de Sergio Dawi.
Terminando el tema, tras algunos segundos que podrían acortar aún más para ganar en contundencia, llegó «Un pacman en el Savoy», y después «Semen up», nuevamente con Sergio robándose los aplausos gracias a un excelente arreglo de saxo moscardón.
Sin que el sonido ni las luces jamás conspiraran contra el balance, el show siguió el habitual rumbo de los conciertos de Los Redonditos de Ricota: intensidad, pasión, fuerza y energía pura. Hubo momentos de frenesí (el rocanrol de «Mi perro dinamita»), se incluyó un tema nueva (sin título pero con referencias a «Piernas bonitas») no faltó el típico intervalo tras el contagioso vendaval de «Toxi taxi». En la segunda parte abrieron con «Fusilados por la Cruz Roja» y la sorpresa fue la aparición de Willy Crook (saco del grupo durante casi todos los ochenta, hasta su viaje a España), quien manoteó la guitarra y se prendió a la fiesta.
Desde su monte del Olimpo (o tal vez su casucha de linyera), Patricio Rey volvió a sonreír ante una nueva jugada de sus Redonditos de Ricota, quienes convidaron su poderío musical a más de diez mil fans de fierro. Y fue tal real que nadie pudo abrir la boca y pronunciar «que la inocencia les valga».


