Los demás días de la vida son las ruinas de esa explosión que nadie vio ni escuchó.
Autor: Revista Cerdos y Peces, número 41, agosto de 1991

Creo en la maffia. Dije «creo» porque creer es una ciega fe en un «saber» que se desconoce. Puede ser que Moisés se haya encontrado con el tal Jehová en tal montaña. El sabe si si o si no. Los demás le «creyeron». La única forma de saber es participar, percibir, ser testigo. Como nunca formé parte de una maffia no se nada de ella. Creo que como teoría de la convivencia es mucho más interesante que la de «nación», «sociedad», una maffia protege a todos y castiga a todos. Una maffia tiene una ley propia que es indiferente a a ley de los demás hombres. Corrompe al poder pero no se deja corromper. Compra a un policía pero también mata a ese policía si éste agrede al miembro más insignificante de la Cosa Nostra. ¿Insignificante? En un tejido, en una articulación, en un órgano no hay nada parecido a «insignificante». Por ejemplo, los osteoblastos son unos inverosímiles arquitectos que atraviesan los huesos con la pericia de una perforadora computada para que por ahí pasen las arterias. Luego se autofagocitan. Esa sangre que derrama tu navaja, es gracias a los osteoblastos.
LA OTRA VEZ, MORRISON
en un video (que nunca veo, que vi de pura buena leche), en un video alucinante hecho hace mil años y que después de eso te parece una pavada todo lo que se filmó en adelante, se lo ve cagándose a palos con la yuta brava de los ´60. Para que después un periodista sorete como Marcelo Figueras escriba un engendro y hable de la cobardía de Morrison con la impunidad que confiere esta maldita máquina de escribir, este oficio denigrante y la cobardía de hablar de un muerto. Entre paréntesis (ya te vamos a encontrar Marcelito).
LA OTRA NOCHE EN EL VIEJO CORREO
en un recital de los Bersuit Vergarabat en ese boliche, «Viejo Correo», en la puerta dos truchos yutas revisaban a chicas y chicos buscando supuestamente armas. Estaban pasando un tema de Luca y quise soñar que el pelado loco no hubiera permitido semejante porquería y hubiera estado en la puerta cagándose a palos con los canas. Yo mismo y el B. Ode tuvimos ganas de armar la pelea y fuimos a buscar adherentes. Pero la gente está acostumbrada. Me leíste bien: MALDITA SEA. ESTA ACOSTUMBRADA. A que la manoseen. A mí nadie me pone un dedo encima si no es para acariciarme o cagarme a palos. Siempre fue así entre los hombres. ¿O no hay más? ¿Vas a dejar que te metan las manos en la cartera del culo del alma de tu vida personal, estúpido sorete?
Y los muchachos de Bersuit son más responsables que la gente. NO SE PUEDE PERMITIR que el mundo siga siendo, haya sido y vaya a ser una porquería, ya lo se.
VOLVAMOS A CUANDO ERAMOS CHUSMA
y empezamos a ser maffia y Carlitos vendía los boletos y Pedro, el flaco era el que se subía a la torre de iluminación y Enrique hacía de yuta en la puerta o mejor el Gulliver que era un santo y nunca había quilombo. Qué grande sería ir a ver otra vez a los Redondos, ¿o no?
¿Qué importa lo que dijimos si lo que hacemos mañana nos nace?
¿Qué es preferible? ¿El triunfo de los mediocres culos en la silla que desde «EL TAJO» se aprovechan del desgaste del boxeador, disfrutan el nocaut porque en el pequeño negocito de sus pancitas periodísticas les conviene, les gusta que se caiga? ¿El triunfo de «El sí de las niñas» de Clarín que organizan organizadamente los recitales de Soda Stereo o de Caca Street para que no les salga mal, así es que tampoco entonces les pueda salir bien a menos que tu creas o seas uno de esos tipos que va a ver cómo suena una guitarrita en vez de ir a sentir el empujón o el beso de la vida que te da el negro o la negra que tenes al lado.
Sí, hubo un muerto. Y les corresponde la responsabilidad probablemente a Los Redondos. La responsabilidad de esclarecer el hecho y la más grande: que no vuelva a suceder.
¿COMO MIERDA SE HACE, AHORA?
Ningún maldito policía contratado. Si quieren de policía hago yo que alguna experiencia tengo.
Vamos, a tomar la noche. Este rock es hasta que se ponga el sol, hasta que salga otra vez la luna, hasta que vaciemos el cargador, hasta que llenen todas las celdas, hasta que te quedes sin voz, hasta que se rompan todas las cuerdas, hasta a última gota de ginebra, hasta que la fiesta se quede dormida de cansancio.
Ese escenario, esa guitarra, esta noche, este beso no son de nadie, que nadie vigile ni decida. Que nos hagan olvidar como a mi tía Adela que cuando se pegó la arterioesclerosis no sabía si su hijo era el doctor o el doctor su hijo ni si ella era un hombre o la hija de un coronel.
Estrellándose, como las estrellas, a millones de lo que sea por hora contra la nada, estallando contra la nada y por nada. Mis amigos, derrotados o no. Los redondos. Único show. Para siempre. No se puede, es imposible.
Y otra vez esa noche, DETENGANNOS. Lo imposible jamás fracasa. Los demás días de la vida son las ruinas de esa explosión que nadie vio ni escuchó.