Monarca de estas tierras

Crónica del show de Patricio Rey en el Estadio Obras, en octubre de 1990.

Revista Pelo #379, noviembre de 1990

El furor redondo sigue dando que hablar.., y no es para menos. La troupe platense volvió a congregar fielmente a las bandas y éstas -como es habitual- respondieron de manera multitudinaria al llamado del Indio ; perdón, del «Cacique» Solari, colmando nuevamente Obras en tres noches sencillamente memorables. El fanatismo y la pasión desatada en las tribunas por miles de seguidores más tarde pasó al escenario trasformada en rock maravilla para este mundo. El Olé-olé Patricio Rey! se coreó desde hora temprana sumándose luego el clásico Luca no murió!… somos todos Redonditos de Ricota!, algún que otro canto político y hasta cierto agravio para los «gaseosos estéreos». Finalmente entre la locura colectiva que bajaba desde lo más alto del estadio, los Redondos abrieron el show. Y por si las moscas… comenzaron con «Unos pocos peligros sensatos», cosa de desmenuzar la densa artillería de forma gradual durante las casi dos horas de concierto.

La agrupación interpretó temas de todos sus álbumes como «Vamos las bandas», «Un Pacman en el Savoy», «Yo no me caí del cielo», «La Parabellum del buen psicópata», «Todo preso es político», «Nuestro amo juega al esclavo», «Maldición…», «El infierno está encantador esta noche», «Esa estrella era mi lujo», «Masacre en el puticlub», «Divina TV Führer», «Ropa sucia», «Ella debe estar tan linda», Rock para los dientes», Ñam fi frufi fali fru» y «Nadie es perfecto». Del mismo modo presentó material nuevo (a editarse probablemente en marzo o abril próximo) y ejecutó viejas canciones nunca grabadas, tal es el caso de «Patricio Super yo», «Mi perro dinamita» (más conocido como «Porque es un rocanrol»), «Fusilados por la Cruz Roja», «un poco de amor francés», «Toxi Taxi» y «Nueva Roma», posible hit de la futura quinta placa.

Don Patricio Rey, monarca de estas tierras, bailó y cantó todos (ilegible)… en guitarra, Semilla Bucciarelli (bajo), Walter Sidotti (batería), en saxo el portentoso murmullo de Sergio Dawi y el (ilegible) (invitado de la casa), acompañaron en saxo.

El show contó además con fuertes haces de luces blancas, rojas, azules y verdes que hicieron del infierno un paraíso encantador… por momentos embriagador. El audio no mostró fisuras, mientras que los dibujos y la escenografía corrieron por cuenta del «viejo» Rocambole. La banda volvió a pisar fuerte y seguro en ese terreno indicio lógico de algún (ilegible) ya que en los últimos eses los de Ricota vienen haciendo (ilegible) en Obras.

La comunicación y el reciclaje fueron síntomas permanentes de una buena velada, un ida y vuelta constante donde cada uno puso lo suyo sin escatimar absolutamente nada, a fin de cuentas «vivir solo cuesta vida», «Oh… los Redondos, son un sentimiento… no puedo parar», aullaba el público mientras el grupo musicaliza tan peculiar versión extraída de algún domingo de cancha.

El montaje final fue muy curioso, ya que fue muy entretenido ver a los monarcas entrar y salir por tres veces consecutivas a escena para hacer el clásico bis de despedida, acaso el último rock para los dientes; fue indudablemente una maravilla para este mundo.



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