Crónica sobre el recital de Los Redondos en la «Sala Montserrat» de la Ciudad de Buenos Aires, el 10 de noviembre de 1978.
Autor: Revista Rock Super Star, diciembre de 1978. Por Gloria Guerrero

A las 9 de la noche, en la sala Montserrat, tenía que presentarse –a modo de antipasto- un grupo de jazz. No apareció. Los Redonditos, plato fuerte de la noche, rodaban en la dulce espera por entre las sillas y el buffet, haciendo salir sin descanso a los amigos y colados que poblaban el escenario, y haciéndolos entrar simultáneamente. Cuando al fin lograron dejar la sala vacía, éramos como treinta sentados con comodidad, observando los preparativos y escuchando a Zappa, mientras el malón de plomos organizaba los equipos.
A la voz de “ahura” se abrieron las puertas y en pocos segundos el único lugar libre de la platea era sobre mis hombros. Los que colgaban del techo escuchaban al revés, pero para el caso era lo mismo; no se había presentado todavía ni un alma a tocar… con excepción de un par de tipos que nos trajeron una momia, regalo de Patricio Rey que anda de viaje. La momia resultó ser un preso con traje a rayas, que junto a un gordo atómico sorteó entre el público presente quiénes serían los músicos de esa noche. El azar recayó en un tal “Sky”, otro tal “Gabriel Jolivet” y “Leon” en guitarras, un mosquetero de capa roja y flores en el gorro llamado “Fenton” para el bajo, cierto “Marcelo Pucci” en batería y (veamos otro papelito elegido por casualidad) “Rodi Castro” en órgano. Momento. Aquí hay un infiltrado. El “Indio” (si Solari es indio yo soy japonesa), un extraño ser, una garanta con aspecto de hombre que derritió el micrófono del primer aullido.
Pero aún no hay música. Patricio Rey está perdiendo la forma humana y andamos todos ansiosos por entonar una Plegaria para invocar su alma desencadenada.
¡Esto es rocanrol, señores, MALDICION! Fue el primer tema, enganchando un blues desangrante referido a un señor que murió mirando el noticiero. La “Nena Boba” bailaba el “Twist de Patricio”, y unos bufones submarinos se retorcieron sobre el escenario junto con el preso “Sergio”, que no toca nada pero se mueve todo. Y la novedad: se suspende la música porque llega Frank Zappa, desde unas diapositivas y 100.000 watts de potencia con los mejores temas de Gran Zarpado.
Pero esto no se termina aquí. Tenemos que romper la piñata del Mundial, y dos señoritas con aspecto de señoritas y boas de plumas enfriaron los ánimos de los espectadores de la primera fila (primera fila significa sentados sobre el escenario), removiendo ansiedades en letargo. Cuando aparecieron por segunda vez con galera y mini shorts, rompieron definitivamente el letargo y adosaron resortes en las manos de los más próximos. Junto al Ballet Ricotero, un monje tibetano con pintura sioux en las mejillas repartía auténticos redonditos de ricota, y eso ya fue demasiado. El salón de baile nos quedó chico y bailamos impunemente sobre las sillas.
Espacio de publicidad: El grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se presentó en la Sala Monserrat el 10 de noviembre a las 21 horas, dando a conocer lo mejor de su material. Especial mención a Gabriel Jolivet y León por su magnífico desempeño en la guitarra, a Marcelo Pucci por su asombrosa resistencia y precisión en la batería, al señor Indio por su impecable voz y a Sergio por haber comprendido admirablemente cómo conducir el arte del caradurismo.
Son las doce del mediodía, vieja déjame dormir otro rato. Pasa que anoche los chicos se tocaron unos blues para los amigos, se hizo tarde y tengo los huesos de goma de tanto bailar. ¿Qué cómo un concierto de las 9 de la noche termina a las 3 de la mañana? Vos si que no entendes nada. Yo no fui a escuchar simplemente música: yo fui a ver rockanroll.
Gloria Guerrero
