En su morada y a días de su show en Jesús María, asume ser un burgués prolijo y asegura estar más comprensivo que en sus días contestatarios. Además, dice que no siente culpa por el éxito y se reserva las razones por la separación de Los Redondos.
Autor: Diario La Voz, domingo 23 de marzo de 2008. Por Germán Arrascaeta

Cerca del mediodía, agotada una reunión de dos horas que fue mitad entrevista y mitad charla sin red, camino al portón de su casa quinta de Parque Leloir, Indio Solari ordena: “Tratame tan bien como yo te traté a vos”.
La sonrisa posterior evidencia que la frase es una broma más que un imperativo casi castrense. Ya lo había dicho él mismo un rato antes: “Por más que me pinten como un ogro, tengo un gran sentido del humor”.
Con o sin sentido del humor, el hombre que fue y es estampita de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota es un artista de la palabra. La simple reproducción de sus declaraciones basta para empezar a romper la barrera entre mito y realidad de alguien tan rodeado de misterio
En este caso, tratar bien a un periodista consistió en contestarle todo, convidarle un cafecito cargado con masitas, y revelar cierto grado de su universo privado .
Indio Solari actuará en Jesús María el sábado 12 de abril. Presentará Porco Rex, su segundo disco al frente de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. El dato, muy relevante para la plaza Córdoba, impone que la charla empiece por allí. ¿Por qué Jesús María?
“Al ser un productor independiente, tengo que andar buscando lugares donde no me corran los pulpos. Y al ver que Jesús María tiene una estructura para recibir multitudes y atenuar los problemas que uno ‘acerca’, al ver que la ciudad garantiza viandas para todos, me decidí. Están acostumbrados por el Festival de Folklore. Además, un productor asociado trabaja allá”, dice.
Indio no sabía que en Jesús María, además de folklore, hay doma. Y que su público estará dispuesto en un espacio donde los jinetes hacen de las suyas. No estaba al tanto de que allí puede animar el reverso de La gran bestia pop, el himno ricotero que condena a aquellos “caballos que se vuelven potros sin galopar”.
–Vos llegás “galopado” a Jesús María.
–Y sí, voy a domar a la gente; y a la cancha también, la voy a dejar planita… Suponiendo que todo resulte bien.
Primera respuesta y ya está instalada la noción de peligro en relación a un show de Solari, la paranoia de que puede pasar algo. ¿Es un karma? “Hay que darse cuenta de que las producciones independientes sólo perduran si no hay violencia. Si es verdad que están vinculados a lo que uno hace, si realmente quieren que uno siga jugando a esto, les pido a todos que cooperen. Y en el caso de las producciones independientes exitosas, como en este caso, que tengan cuidado con las provocaciones. En un recital de 50 mil, con que haya 20 haciendo cagadas, se pudre todo. Y uno no tiene posibilidades de volver de eso, a esta altura. ¿Se entiende? Si tengo problemas en el show, probablemente tenga que dejar de tocar. No tengo una empresa que me salvaguarde. Ni una productora que abarque revistas y me proteja. Lo mío va a salir en Policiales”.
–Si salir en “Policiales” es inevitable, supongo que tendrás aliados en las secciones de “Espectáculos”…
–No tengo muchos aliados. Los periodistas que se criaron con uno, ya tienen suficiente edad para haber pedido aumento. O los trasladaron. O no tienen el poder que deberían porque son los que conocen la cultura rock. Los medios aman desde siempre aquello que crece dramáticamente y se derrumba. Para los medios, yo no puedo ir más lejos. La suerte me ha convertido en un número importante al que sólo le queda bajar. Hay una secreta esperanza de que me desmorone. No tengo aliados, a veces aceptan a regañadientes que el disco está bueno. Y como en todos los casos, hay excepciones.
En tiempo presente, “el” disco es Porco Rex, una obra en la que Indio se permitió dedicarle una canción a su alma gemela (su mujer Virginia) y mirarse, como nunca antes, el ombligo. “Con el tiempo uno se va poniendo más vulnerable, delicado –observa–. Me movilizaron algunos acontecimientos en la vida y la cercanía de la muerte. De joven, uno no le da pelota a estas cosas, le parece que todo es obra del demonio. Bueno, del demonio sabemos cómo obra. El demonio es un gran optimista, cree que nos puede hacer peores. Con los años estoy tratando de que sea al revés, de combatirlo. Y así fue que me volví más comprensivo”.
“A Porco Rex se lo puede leer como ‘personal’, aunque siempre lo que uno hace tiene ese alcance, porque resulta de sus puntos de vista. Pero sí, en Porco Rex la lupa se ha centrado en cosas más cotidianas y refleja relaciones cercanas. Antes, mis canciones de amor eran turbulentas ahora están más dramáticas… Por la cercanía de la muerte, insisto”.
La no participación
Indio habla en la oficina de Luzbola, su estudio de grabación que está en un extremo de su casa quinta que no es tan hermética como la han pintado. Si bien hay un portón de material resistente, lo que lo rodea no es un paredón de concreto sino un ligustro que no aísla la mirada de un curioso potencial. En la oficina hay un teclado, un programador de ritmos y cajas con discos que DBN (la distribuidora de sus discos) le regala al cantante a modo de gentileza. Uno de ellos suena de fondo: Welcome To The Voice, una ópera moderna donde un obrero se enamora de una diva.
–Si vivís recluido aquí, ¿cómo se supone que interpretás lo que pasa afuera?
–Me ayudan la TV, las lecturas. El tema es que, cada vez que salgo, se renueva en mí la necesidad de estar solo. Es un tiempo muy loco el que vivimos, la gente está muy desaforada, las crisis globales acentúan sus nervios… Es un mundo que no me gusta mucho, en definitiva. Lo estético y ético ha pasado a estar tamizado por el éxito o el fracaso. Cualquier persona que no tenga carácter para decidir, está perdida. Yo decido no participar, estar aquí apostado como un francotirador. Esa actitud te da una mirada muy certera.
La versión que Solari hizo de El salmón, de Andrés Calamaro, para un disco financiado por el Estado fue considerado como un gesto concesivo. Sorprendió, dadas sus conocidas reclusión e independencia a ultranza. Al respecto, expresa: “El hecho de que uno no haga algo durante muchos años, no significa que esté en contra. No significa nada. Hace años ya que estoy buscando los derechos para hacer un álbum de canciones de otros. Lo que siempre pasa, en realidad, es que uno está tan enamorado de lo que compone, que termina difiriendo ese tipo de planes”, explica.
“A la versión la hice porque tengo una relación muy afectuosa, de amigos, con Andrés. A pesar de que, por mis fobias, no recibo su visita permanentemente, ni yo lo visito a él. Pero tenemos intercambios de E – mails casi a diario, donde nos divertimos mucho. Más allá del talento que tiene, Andrés es agradable, honesto y sincero. Y, sobre todo, tiene un humor muy similar al mío en la intimidad. Él lo expone y yo no, esa es la diferencia. En la intimidad, por más que se me pinte con cara de pedos, vivo tratando de levantarle el ánimo a la gente”, añade.
De inyecciones y culpas
El último show de los Redondos tuvo lugar en el Estadio Córdoba, el 4 de agosto de 2001. La presentación de Momo sampler consistió en una puesta faraónica para la cual hubo que negociar con la gestión Kammerath y trabajar por meses al margen de toda estructura. ¿Acaso ese show desgastó tanto que llevó al grupo a la separación? Contesta Indio: “Las razones fueron otras, y me las guardo para mí. Un tiempo antes del momento en que decidimos no seguir, habíamos estado en un bar bebiendo unas copas. No fue tan traumático”.
–Para el show de Córdoba te tuvieron que inyectar. ¿Eso sí es traumático?
–Ahora estoy sin dormir desde las tres de las mañana. Es que tengo dolores óseos por algunas aventuras juveniles. Algunos exceso de héroe dejaron secuelas. Me fastidia salir tan hinchado en la foto, pero no tengo más remedio que tomar corticoides una semana antes de los shows. Con los ensayos previos, empieza a haber molestias. Las dos horas que estás en el escenario, a no ser que esté muy bravo, todo se olvida. Eso sí, cuando llegás al hotel, clamás por una ambulancia.
–A la hora de pensar un show, podés tener en cuenta magnificencia de los de otros artistas. ¿Vas a ver shows internacionales de incógnito?
–Aquí, no, Cuando viajaba, sí. Hace siete años, antes de las Torres Gemelas, lo hacía. Pero ahora no quiero que me jodan con los zapatitos, ni que me humillen en los aeropuertos. Viajaba por placer. Y me gustaba Nueva York porque es una ciudad donde a los grandes números podés verlos en lugares chicos. Hay diversidad, además, quizá la más grande en el planeta.
–¿Tenés pasaporte comunitario?
–No. Mi pasaporte es argento, vale lo que es. Y al lugar que no le guste que vaya, no iré. Viajar es irse por las ramas, como decía Harrison, quien más viaja, menos conoce.
–A fin de cuentas, ¿hay correspondencia entre lo que se dice que sos y lo que sos realmente?
–Se hablan tantos disparates. En estos días, están por salir unos fascículos donde, se supone, soy uno de los 30 ídolos máximos del espectáculo argentino. Mientras nadie corrobore conmigo que los datos que circulan son fiables, serán erróneos. Y se creerá que fui guardaparque, que mi padre era fotógrafo. Ya sabemos que cuando uno no cuenta su historia, siempre habrá otro que lo haga. Y tus amigos no serán, porque te tienen respeto.
–¿Quién la cuenta entonces?
–Aquel a quien no le caés bien. Las cosas que se han escrito me fastidian; primero, porque no son ciertas; segundo, porque no fueron hechas por gente afín. Además, siempre sos peor de lo que sos. Eso, paradójicamente, hace que el público termine queriéndote más. ¿Qué hay de cierto de lo que se dice? Casi nada. Me tendrías que preguntar es verdad esto, es verdad aquello. Pero no me sirve, de todos modos, esta carrera sobre mí mismo, ningún intentos de reconstrucción. Soy un testigo cruel de mi propia existencia. Si me das un minuto, soy enemigo bastante cruel de mis opiniones. Me duele ser consecuente con lo que dije. Me gustaría cambiar más, pero no sucede porque el mundo tampoco cambia demasiado. Las humillaciones y contradicciones siempre son las mismas, sólo cambian actores y circunstancias.
INDIO Y LOS KIRCHNER
Los Kirchner: «Nos han sacado de esa mirada neoliberal a rajatablas que fue muy dañina durante estos años. Por otro lado, lo que han hecho con el asunto de los derechos humanos y todo eso, también me parece de lo mejor que ha pasado. Uno generalmente compara las cosas con respecto a algo. En ese sentido, estamos mejor en distintas variables. Pero cuando hay una sociedad que está sujeta durante muchos años a la falta de derrame de la economía, los estratos más bajos tienen el derecho a sentirse vivos cuando ejercen la violencia. ¿Cómo se sale de eso? Como sea, creo que nada de lo que se hace desde los escritorios del poder está pensado para mejorar tu vida ni la mía».
El filtro de «Porco Rex» en Internet: «En general los traidores son censurables. La traición es censurable e intolerable. Te mentiría si te digo que no fue un poco molesto que un trabajo de tanto tiempo alguien lo pusiera en Internet alegremente. Sobre todo que lo mío es una producción independiente, necesito comercializar lo que hago para seguir. El culo que sangra es el mío. Entonces, fue molesto. En fin, son aires de época».
Los Soda: «Más allá de miradas éticas y estéticas, seguramente tenemos cercanía, más puntos de contacto que de los otros».
Su relación con la guitarra: «Soy muy malo como guitarrista. Hago rítmicas para componer las figuras melódicas, los arpegiados los hago siempre con un teclado. Sólo toco rítmicas. Y en el directo, me gusta estar dedicado a transmitir la emoción desde el punto de vista del cantante. Que yo toque una guitarra rítmica, realmente, no agrega nada. Quizá, lo que tengo es una manera a veces peculiar de proponer las rítmicas; a tal punto, que a los distintos violeros les ha costado reproducirlas».
Su relación con los popes del rock de acá: «No tengo casi ninguna. Fui el primer fan de Pechugo (Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur). Les pedí un autógrafo cuando eran crianzas y deambulaban por (el estudio de grabación) Del Cielito. No soy muy fan del rock nacional, pero reconozco muchas calidades. Hay una canción de Las Pelotas que la rotan de modo intensivo en La Mega que me pareció estupenda. Las Pelotas es un grupo que me gusta, sobre todo el sostén armónico de las guitarras. Reconozco algunas letras de Fito, otras de García; y las de Andrés, por supuesto. Y después hay músicos: el Gonzo Palacios me parece genial, Martín Carrizo es un gran baterista. En general, muchas de las ideas del rock de acá no me convencen. Los llamo los boleros rápidos, porque tienen esa cosa de mezclar la voz muy arriba… Y el idioma… No soy admirador, soy pudoroso al reconocer. Quizá porque hago lo mismo, canciones. Todo lo que surge después, es accesorio y me excede. No soy admirador de colegas. Es la gente la que te pone en un lugar inasible. Reconozco una buena canción, pero no tengo interés en conocer la vida de quien la compuso. Ojo, que mi mirada irónica no afecte al respeto que tengo por todos. No quiero ser hiriente con nadie».
Las miradas maniqueístas sobre Redondos: «No hay ninguna canción que no haya escrito yo. Arpegiados, leit motiv y, las melodías básicas de las canciones son todas mías. A la música de los Redondos la he compuesto tanto como Skay. Que uno sea el violero sanguíneo y el otro el cantante que tiende a la electrónica son construcciones facilistas de gente que necesita sus Lennon – McCartney, sus Jagger – Richards. Me basta con la intimidad de las composiciones. Es cierto, cuando uno se separa hay una necesidad de capitalizar lo que ha hecho en el pasado».
La obsesión por ser independiente: «No significa nada la independencia. Podría firmar con cualquier sello y nadie intervendría artísticamente. Es así. Simplemente, trato de mantener una tradición. No soy un hombre del género rock & roll sino de la cultura. Y la cultura rock siempre despreció a los productos. A tal punto que yo considero a Elvis como un producto de Hollywood y Las Vegas, y no de la cultura rock que te permite un máximo de libertad, hacer lo que quieras».
SOY UN BURGUÉS PROLIJO
–Aun el rock contracultural trae bienestar. ¿Sentís culpa?
–No. Soy un burgués prolijo, un hedonista ético. No consumo pelotudeces. Uno siente culpa si está inflado por alguien, si tiene el siguiente razonamiento: «Le quemaron el bocho a la gente con una campaña demoledora a mi favor y yo estoy curtiendo esta». Pero cuando se trata de una genuina elección de la gente, no. Y en los últimos tiempos está Internet para afianzar los vínculos.
–¿Te «googleás»?
–No. Soy un voyeur. Tengo correo, no chateo. Roxana (su asistente) atiende las cuestiones relacionadas a la producción. Mi éxito responde al deseo de la gente de completar la emoción que arrojé. Hay cariño y fidelidad. Volviendo al tema de la culpa, soy muy comprensivo de por qué la vida de la gente es mejor en algunos casos. Alguna vez di el ejemplo de Palito Ortega. Su música no me interesó, pero a mucha gente sí, y su vida mejoró de un modo importante. Un tipo que cortaba caña en Tucumán pasó a ser empresario, ¿qué hay de condenable en eso? Un tipo elemental, simple, que fue progresando. Todo el mundo elige un camino para estar mejor.
–La cultura rock no te obliga a ser lumpen.
–Claro, me encantaría que haya un derrame de la cultura hacia la sociedad. No estoy en contra de que alguien pueda disfrutar de la vida. Lo ideal sería que no haya gente en el puto suelo de la miseria. La corrupción es lo que está mal. Y, por otro lado, habría que ver qué tan cómplices somos con las problemáticas globales.
–¿Cómo es en tu caso?
–Tengo un coche diésel, uso pilas. Tengo problemas en contra de mis convicciones, pero no hay remedio. No estoy preparado para llevar una vida paralela al sistema. No obstante, suscribo a toda idea que tienda a mejorar algunas circunstancias. Por caso, el medio ambiente. Antes de tener un hijo, tenía una preocupación solidaria; ahora que efectivamente lo tengo, es una preocupación íntima. No es nuevo todo esto. Cuando éramos hippies, nadie le daba bola. Ahora, ya es tarde y el batallón del batón (Doña Rosa, para Neustadt), a partir de los canales de divulgación científica, está alarmado. Es simple, si todo el mundo adhiriera al neoliberalismo y tuviera las pelotudeces de los yanquis (limpiauñas, cepillo dental eléctrico, lo que se te ocurra), no habría ecuación ecológica posible. ¿Pero cómo convencés a la gente acostumbrada al confort de que vuelva a las incomodidades? Hay clases sociales con preocupaciones más apremiantes, pero aquellos que tenemos un buen pasar deberíamos comprometernos un poco más.
–¿Cómo lo hacés vos, puntualmente?
–A través de Virginia, soy socio de Greenpeace. Le ofrecí a Greenpeace, a la Fundación Huésped y a Missing Children poner su logo en mis avisos y no me contestaron.
–¿Qué habrá pasado?
–No quise indagar. Quizá yo no sea políticamente correcto.
El sábado 12 de abril, a las 21, Indio tocará en el Anfiteatro José Hernández, de Jesús María. Entradas en Edén (Obispo Trejo 15), a $ 60 (campo) y $ 70 (tribuna).