¡Una que sabemos todos!

Desde hace casi veinte años «Ji Ji Ji» es el tema más festejado del rock nacional. Un recorrido que empieza en un balcón de Palermo y que provocó el pogo más desenfrenado de la historia.

Diario Clarín, 1 de abril de 2005. Por José Bellas

Repantigado en un sillón de dos plazas, el Indio Solari sonríe de oreja a oreja de solo recordarlo. «¡El pogo más grande del mundo! Y no creo que no lo haya sido…». Lo que preanunció en el último bis de cada una de las funciones de sus dos shows con Los Redondos en River (15 y 16 de abril de 2000), sucedió sin solución de continuidad. Aquellas noches, Ji Ji Ji midió en escala Richter y pocas veces en la historia argentina reciente tantos estuvieron tan de acuerdo en el mismo momento. Acaso, la catarsis colectiva más importante y trascendente de la historia del espectáculo local.

Una tardecita del verano del ’86, Skay Beilinson salió al balcón de su casa en la esquina de Soler y Gallo para respirar aire fresco. E inspirarse. «Estaba ahí, delirando con mi forma de componer tradicional: con la guitarra desenchufada. Una de las primeras cosas que salió fue ese solo medio gitano. Tengo ensayos enteros jugando sobre esa melodía. En un ensayo se lo pasé a Semilla y todos empezaron a sumarse. Lo primero que le sumó El Indio fue el estribillo: No lo soñeeeeeeeeeeeé…».

El recuerdo del bajista Semilla Bucciarelli, que hoy vive a escasas cuadras de los estudios (Panda) donde fue grabada originalmente, es concreto. «La mecánica de laburo al principio era la misma para todos los temas: Skay hacía músicas y el Indio escribía y luego se juntaban entre ellos por su cuenta para definir cuáles cosas iban y cuáles no. Después venía Skay y nos mostraba la música a todos los demás. Eso sucedió también con Ji Ji Ji, aunque luego esa dinámica de composición fue cambiando». En una crónica de época, Alfredo Rosso escribe que un tema nuevo de Los Redondos es como «algo que suena a tango metamorfoseado en el House Burning Down de Jimi Hendrix» y la descripción suena apropiada para el riff que acompaña las estrofas. Para esa época, Los Redondos formaban con El Indio en voz, Skay en guitarra, Semilla en bajo, Tito Fargo en segunda guitarra, Piojo Abalos en batería y Willy Crook en saxo. Entre agosto y setiembre del ’86 se juntaron y/o alternaron en Panda para grabar Oktubre, cumbre discográfica ricotera. Apenas dos meses antes, Maradona la había descosido en México. Para las generaciones venideras, aquellas gambetas en el Azteca y las canciones que Los Redondos registraron para siempre en la calle Segurola 1289 continúan siendo hitos insuperables.

«Más allá del cariño que le tengo a esos temas, la forma en que fueron grabados me parece muy precaria, con medios técnicos muy limitados y no es algo sobre lo que vuelva ni siquiera seguido», nos explica El Indio.

La letra, un padrenuestro para cientos de miles de rockeros locales, fue objeto de otras tantas interpretaciones. El Indio, razonablemente poco propenso a explicar la naturaleza poética de sus letras, ensayó alguna vez su punto de vista en la Rolling Stone: «Para mí es un poco la paranoia de la droga. No lo llamaría de la experiencia de las drogas, que en este caso tiene otra pretensión, sino que está hablando de cuando alguien está a la deriva dentro de esa situación. Independientemente de lo que la gente haya interpretado para mí se trata de la paranoia, aunque recordemos que ‘cuando uno está paranoico’ no quiere decir que no te estén siguiendo. Ji Ji Ji es una risa medio perversa, marca una bidimensionalidad, es como que todo lo que estás diciendo no es una afirmación. Porque si tenemos el cuchillo sobre la mesa es simplemente un cuchillo, no es bueno ni malo. La cocaína es una cosa, no es la culpable de nada».

Mar del Plata, 4 de febrero de ’05. A casi 20 años de aquel otro verano donde la compuso, Skay es literalmente internado por sus seguidores para que cierre su show en The Gap con Ji Ji Ji. Nada del otro mundo, pero nadie quiere irse a dormir sin un poquito de Ji Ji Ji. «Antes era un tema más del repertorio. Recién en los ’90 empezó a irse a la cola de los bises. Antes, no era tan significativo, pero la gente lo fue transformando en eso. ¿Cómo no lo voy a tocar, si además me encanta?», le dice al Sí! el guitarrista. En otra galaxia, El Indio nos asegura que cuando salga a tocar será número puesto. En cambio, nadie puede asegurar cuándo volverán a tocarla juntos. Pero ésa es otra historia…

EL HIMNO NACIONAL DEL ROCK

Como una curiosidad y desde hace un par de años largos, Arbol viene «tocando» una versión vocal del super-clásico redondo, muy festejada y cantada por sus fans. La terminaron incluyendo en su último disco (Guau!, 2004) y aunque se la auguró futuro hit o potencial corte, ahí quedó… por ahora. «Si el tema lo hacíamos como Los Redonditos, hubiéramos sido un grupo más de los 10.000 que hay haciéndolo. Combinamos dos ideas simples: hacer un coral, porque nos gusta cantar, y lo juntamos con lo que supuestamente es todo lo contrario, el rock. ¿Y cuál es el himno nacional del rock? Ji Ji Ji. Es una forma de educar, pero no desde un lugar verticalista: «Vos, como estás ahí abajo, sos un estúpido que lo único que hace es escucharme». A muchos le sirvió para decir: en el escenario podés estar como en el living de tu casa, con amigos» (Eduardo Schmidt).


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