Rodando, para estallar. Los Redondos en Azul

Hace 20 años, Los Redondos sacudían el aburrimiento de Azul y alrededores. Esta crónica recompone el histórico recital.

Rock.com.ar. 6 de septiembre de 2004. Por Matías Peluffo

Durante el otoño/invierno de 1984, Azul era un pueblo tan aburrido como en la actualidad. Pero hubo un evento que marcó las neuronas de algunos privilegiados: el recital de una banda por entonces no muy conocida llamada Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

¿Cuál será el tiempo que necesita un hecho para pasar de ser algo palpable a volverse un mito? ¿sobre cuáles engranajes de la cultura es necesario actuar para transformarse en una herencia generacional? ¿Cuántas personas tienen que sostenerlo para que se mantenga vivo?

Azul, un pueblo que se rechaza a sí mismo constantemente. En 1984 la democracia era una novedad para la sociedad argentina. En aquel Azul, todos trataban de parecerse mucho al vecino y buscaban trabajar y tener una familia. Hasta ese momento, la cultura rock era algo muy, muy under: la banda local más importante de entonces era La Patada, que cada tres o cuatro meses hacían recitales para unas ciento y pico de personas. Una serie de contactos permitieron que Los Redondos se presenten en Azul y se dio la rareza de que también aceptaron compartir el escenario: en veintitrés años de actividad sólo hubo cuatro o cinco excepciones a una regla del Indio Solari que exigía tocar en lugares cerrados, solos y de noche.

Hasta ese momento las performances de Los Redonditos de Ricota incluían pasajes teatrales que sostenían buena parte del peso de su espectáculo. En un show de Los Redondos había strippers, monologuistas, actores en escena y un clímax creativo que cautivaba a quienes se exponían a semejantes situaciones. La agrupación musical más mística que haya surgido del país todavía no había editado su disco debut (Gulp!, grabado en noviembre y diciembre del 1984), pero eso no impedía que fueran una parada obligatoria en la escena porteña del momento. Tocaban para un público muy adicto (a sus recitales, malpensados) en el que se destacaban algunos trabajadores de los medios de comunicación. El apoyo de los periodistas tuvo una gran importancia en la difusión de la obra de Los Redondos, aunque claro que hubiese sido inútil sin el talento y el carisma de los músicos. Por Radio del Plata se divulgaban cintas piratas y el demo que habían grabado en 1983 (que incluía «Superlógico» y los aún inéditos «Un tal Briggite Bardot», «Mariposa Pontiac» y «Nene nena»). También aparecían reportajes y comentarios en la revista Humor (firmados por Gloria Guerrero) y algunos escritos de Solari eran publicados en la revista Cerdos & Peces, ente otras apariciones mediáticas.

En esa época empezaban a agrietarse los lazos del colectivo artístico que daban vida al concepto teatral de las presentaciones de Patricio Rey. Se estaba generando una crisis que produciría el paulatino alejamiento del circo que acompañaba a la parte musical de sus shows. Uno de los dilemas tenía que ver con el incipiente profesionalismo que se cruzaba con los conceptos under que sostenían músicos y seguidores. Hay que tener en cuenta que Los Redondos veían con sarcasmo a todo lo que tuviese que ver con el negocio alrededor del rock. Se manifestaban en contra de las discográficas, los lugares establecidos para los recitales (Obras Sanitarias todavía era «la Disneylandia del rock») y ni hablar de los canales de televisión y su imposición de nuevas estrellas (tan necesario para renovar las corrientes de consumo cultural masivo). La intransigencia generada se puede palpar en el pedido (casi desesperado) de muchos fanáticos para que el grupo no grabe «para no transar». Puede que estos fuertes ideales éticos surjan de la militancia socialista ejercida por Solari a fines de los setenta.

El comienzo del viaje de Los Redondos a Azul fue caótico. Parece ser que el baterista, Alejandro Pensa, fue abandonado a la altura de Cañuelas. El motivo habría sido su exigencia de cobrar un cachet por la presentación. A esa separación también hay que sumarle la de otros acompañantes: Laura Hutton y Rodolfo Gorosito. En lo específicamente musical, se dice que en este recital debutó como saxofonista del grupo Willy Crook, recién llegado de España.

Una de las últimas apariciones de la revista Cerdos & Peces contenía un texto de Enrique Symns acerca de este recital. Afirmaba que «si hubiera que ubicar el recital de alguna banda famosa con menor cantidad de público en toda la historia del rock nacional, el premio lo ganaría el de Los Redonditos en Azul. El evento fue en el espléndido otoño de 1984 y esa city es la de mayor promedio de policías y militares de todo el país. El que no es botón, es hermano, primo o novio de un botón«. Después menciona «unos corazones rojos holandeses que eran alucinantes(…) como si fuera un cura empecé a zampar esas hostias rojas en cada una de las bocotas de los integrantes de la trouppe. Me acuerdo de una pileta de natación vacía de agua y nuestros pasos crujiendo sobre una gruesa capa de hojas secas (..) paseábamos por bosques que estaban cerca del casco de estancia donde habitamos. Recuerdo a mi novia haciendo pis en cuclillas como una india en una calle principal de la ciudad y los ojos severos del Indio condenando las majaderías de los tripulantes inexpertos. Recuerdo ese casco majestuoso de la casa y el pianito que alguien tocó durante todo el transcurso de ese pandemonium (ese pianito grabado al final de Gulp! y que nos recuerda para siempre esa noche inolvidable).«

Por último, Symns escribió que «el recital empezó a horario. Y el récord: once espectadores entre el público… y… ¡sólo dos músicos en el escenario! El Indio nunca apareció, Willy Crook tampoco. En fin algo hicimos entre Skay y el batero que no me acuerdo quien era (…) Pensándolo bien: todo lo que vino después jamás superó ese día«.

La estancia El Recreo queda a unos diez kilómetros del centro de Azul. Invitados por Marcos Meller, varios de los integrantes del grupo pernoctaron en el casco la estancia. Él dice que le dieron la sensación de ser tipos super educados. «Se levantaron y enseguida se hicieron la cama. Poli tenía un lugar de liderazgo y todos parecían ser más o menos tímidos, sobre todo Willy Crook. Me acuerdo que a cada rato el Indio le hacía tocar algo en el piano a Skay y le decía que esa música le gustaba mucho. Me quedó la imagen de que eran personas muy meticulosas«.

En 1984 Flecha Roca tenía dieciséis años. A principios de los noventa sería integrante de «Los Dados Vueltas», una banda de rock divertido que logró cierta trascendencia (recientemente reagrupados). El recital de Los Redondos lo impactó: «la primera imagen que me viene es una Rural Falcon color dorada modelo ´68 cargada con los instrumentos y equipos. Me acuerdo que bajamos los instrumentos nosotros. Yo manejaba las luces y en el lugar había tanta humedad que me pegaba patadas el tablero. Me chocó ver a Las Bay Biscuit que tenían unas bombachas rotas y se les veía todo; Symns tenía una copa de coñac prendida fuego. Fue un descontrol bastante grande arriba del escenario. Skay tocó con una Gibson SG color ciruelo, modelo 72 supongo, que tenía palanca de resorte. Tengo imágenes muy volátiles, pero recuerdo una fiesta en el campo de Meller

Hoy Charly Martínez es conductor de radio, pero por aquellos días empezaba a curtir recitales. Según él, tanto el Indio como Willy Crook sí aparecieron en el escenario, junto a Skay Beilinson y Semilla Bucciarelli. «Fueron alrededor de setenta personas. Yo los conocía porque escuchaba Radio Del Plata y también porque tenía amigos que los habían ido a ver al Margarita Xirgu en el ´82 u ´83. Me acuerdo que antes del show el Indio caminaba entre la gente con un trago y que nosotros estábamos sentados en el piso. Enrique Symns intentó hacer un par de veces un monólogo, pero no los podía terminar. Hablaba sobre un tipo que se quería tanto a sí mismo que no tenía relaciones sexuales y juntaba frascos de semen. Alguno de la banda le corrigió algo y el tipo se puso loco y se fue. Para los dos primeros temas usaron una batería electrónica, que no sonaba muy bien. En un momento el Indio llamó al baterista de la banda anterior (el Colombiano Daniel Iarussi) y siguieron tocando con él. De hecho se llevaron tan buena impresión que le ofrecieron ser parte permanente de la banda, pero no aceptó. Fue un recital raro, pero a mí me gustó. Sé que tocaron «Mariposa Pontiac», «Un tal Briggitte Bardot» y quizá «Superlógico». Estoy seguro que no tocaron «Nene nena», porque era el que más me gustaba. En ese momento no teníamos idea de que estábamos haciendo el anti-record de convocatoria de un recital de Los Redondos, pero tratándose de Azul no llama la atención.«

El Negro Jon hace algunos años que conduce un programa radial llamado «Perfectos extraños» y también fue al recital. Tiene viva una imagen: «en algún momento buscaban a Willy Crook por todos lados, ya que iba a empezar el show y nadie sabía donde estaba. Cuando lo iban a dar por desaparecido, el tipo sale del baño de mujeres donde se estaba curtiendo a una mina.«

En ese entonces Miguel Mugueta se dedicaba a la fotografía y se desempeñaba como editor de La Esponja. Afirma que «esa noche hubo dos presentadores: el Santo Moravito y Enrique Syms. El primero subió al escenario vestido con un mameluco azul y dio un discurso muy crítico sobre el gobierno de Alfonsín, al que emparentaba con el nazismo. De hecho, a cada comentario que hacía sobre los radicales decía levantaba el brazo derecho y decía «Heil Hittler». Después hubo algún bocadillo de Symns y empezaron a tocar ellos. El recital fue más que nada una zapada, había un clima enrarecido. Una anécdota que recuerdo es que vinieron unos amigos nuestros de Olavarría y se quedaron con ellos en la estancia, pero nos hicieron quedar mal… parece que tenían un tubo negro de John Player Special lleno de marihuana y alguno de los chicos de Olavarría se lo robó. Quedamos para el orto«.

La doctora Marta Ruíz era la dueña de C´est fini, el local donde se llevó a cabo el show (ahora ocupado por Barlovento). «Nosotros éramos de Lanús y queríamos subsistir con una profesión alternativa. Instalamos una discoteca al estilo de lo que se veía en Buenos Aires: tenía parlantes al ras del piso, luces rítmicas, había una pista sobre un vidrio que tenía agua y debajo se veían peces, había una fuente con una pirca espejada en el medio, mucho verde, muchas plantas, una de las paredes era vidriada y se veía caer el agua… algo distinto. En el lugar coincidían diferentes sectores sociales e ideológicos: venían desde suboficiales del ejército hasta la gente que después formó la Izquierda Unida, travestis, estudiantes y, aunque para ese momento era un lugar demasiado avanzado, todos convivían en paz. No medimos riesgos y el boliche cerró en el ´86. Sobre la noche del recital me acuerdo que teníamos una copa de coñac grande, muy tallada, que era un regalo muy especial. Nos la pidieron e hicieron un cóctel que tenían que prender fuego. No te puedo decir como temblaba mi hermano por miedo a que se rompa la copa… pero se salvó«

Metro Messineo es el conductor de Deep House (el único programa local de música electrónica). Según sus palabras, todo empezó con los Encuentros de Arte de ´81 y ´82. «Retomamos la idea del Festival Pan Caliente, organizado por una revista que fue el embrión de todas las publicaciones under que surgieron después. Por los Encuentros de Arte vinieron a Azul varios personajes del underground y uno de ellos fue Enrique Symns. Se hizo una onda y por eso se los invita para hacer el lanzamiento de la revista La Esponja. Tengo una imagen fuerte de ver a Skay y Poli en la esquina de Yrigoyen y Moreno, yo los conocía por Symns. Prometía ser un espectáculo realmente bueno; pero parece que habían traído algunas sustancias psicoactivas bastante fuertes y estaban hechos unos locos: el Indio no quería cantar, la gente abucheaba… fue caótico. Recuerdo ver a Solari muy enojado, apoyado en la barra diciendo en voz fuerte «Esto es un ato de pajueranos». Me fui a mitad del recital porque el clima era feo. Podría haber estado mucho mejor, pero no era la noche, ni el momento, ni el lugar. Lo poco que sucedió fue digno de verse, aunque era algo patético ver a personas que no podían tocar en el escenario. Lo importante es que Los Redondos crecieron y generaron algo tan grande que hace que ahora estemos hablando de esto. Hace unos años los vi a Skay y Poli y me dijeron que lo que más recuerdan es la hospitalidad con que los trató Meller«.

Cuando ya eran una banda consagrada, el Intendente de Olavarría prohibió un recital del grupo (pero no tiene problemas en convivir con ex torturadores entre sus empleados). Tandil tuvo la suerte de albergar a la banda y su público en un momento de esplendor. Lo de Azul fue solamente un punto de quiebre, insignificante para muchos, pero lo suficientemente fuerte para generar un mito. Cada día que pasa este show va perdiéndose en las neuronas de quienes lo vivieron. Lamentablemente no pude conseguir fotos, afiches o grabaciones. Dudo que existan. Por el ´84, Los Redondos atravesaban una época dorada. Después fueron llenando boliches, pubs y estadios hasta convertirse en el fenómeno de culto más grande de la música argentina. A fines de 2001 se separaron, sin haber perdido nunca calidad o cantidad de seguidores. Fueron mucho más que un grupo de rock: las manifestaciones provocados durante sus recitales fueron acontecimientos socioculturales inigualables. Magnificaron su huella cuando infiltraron en la cultura rock el capítulo que contiene las «Pautas acerca de cómo sobrevivir sin vacilar en el mundo de la música«.

Bobby Flores dijo que el mito de Los Redondos va a comenzar el día que se muera la última persona que haya visto un show de ellos. Las respuestas que me deja ésta nota es que veinte años alcanzan para elevar los hechos a leyenda. Que la cultura se nutre instintivamente del fervor y el reconocimiento masivo, pero la profundidad artístico-intelectual es más poderosa. Que cincuenta borrachos y excluidos pueden decir algo más interesante que miles de aburridos obedientes.

En una declaración fechada en abril del 84, Carlos Solari le declaraba esto a Gloria Guerrero: «Esa es la diferencia entre el público que nos viene a ver y el público consumidor en general. A los productores se les hace difícil entender lo siguiente: que esa difusión que a otro producto puede hacerle muy bien magnificando el espectro de escuchas, en nuestro caso haría todo lo contrario. No es seguro que la acción del productor nos lleve a vender más, pero sí es seguro que perderíamos ese público estrafalario que nos sigue, desde obreros portuarios hasta pibes punks, hippies recalcitrantes, intelectuales, trolos y otros. Así es que no terminamos de entender cuál sería nuestra conveniencia si aceptamos esa situación. Sería bueno, sí, si nos interesara transformarnos en aquella cosa adorable, pero nosotros estamos ya medio grandes para eso.«


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