River Plate, el estadio más grande del país le quedó chico a Patricio Rey

Crónica del show por Mundo Redondo

Extraído de la web Mundo Redondo

LOS SHOWS

Patricio Rey y sus redonditos de ricota marcaron una vez más el calendario rockero argentino brindando los shows más convocantes y espectaculares de la historia del rock nacional.

Pese a que el balance fue de 38 lesionados y 13 detenidos el sábado, y de tres heridos por balas de goma, un acuchillado, 30 contusos y 27 arrestados, el domingo, la fiesta dentro del estadio fue incontenible. Los Redondos habían planeado cuidadosamente la organización de los recitales para poder reunir a las huestes de seguidores tras el prolongado exilio de Capital de los últimos años, por razones archiconocidas. 

No es posible explicar el incondicional afecto del público redondo hacia esta banda de viejitos que tocan la música de nuestros corazones. La gente llegó de todos lados: de Ushuaia, de Santiago del Estero, de Río Negro, de San Martín de los Andes, del Uruguay, de Chile, de Brasil y de todas partes, para convivir en River.

Cerca de las 19 y 30, apareció la intro de música clásica para calmar  ánimos y acortar la espera. A las 20:10 hs se apagaron las luces del estadio y las pantallas se iluminaron con las secuencias animadas preparadas por Rocambole y su gente.
Apenas cinco minutos después y en medio de un humo espeso, aulló el Indio Solari «¡Bienvenidos al ghetto!» marcando el comienzo de la noche redonda del sábado, con los acordes de El Pibe de los Astilleros, e inscribiendo en la historia del rock la noche más esperada por todos. Los temas que le siguieron fueron los clásicos de la banda, quien se encargó de tocar la mayoría de los temas de «Último bondi…. » porque, según ellos, todavía tenían ganas de hacerlos en vivo.

Tarea Fina Queso Ruso finalizaron el primer set. Tras eso, los Redondos hicieron su intervalo de quince minutos y regresaron con Mi perro Dinamita Preso en mi ciudad, en un breve set que se interrumpió al sexto tema (El árbol del Gran Bonete) cuando Poli apareció en el escenario para decirle algo al Indio. «Paramos un minuto» dijo Solari.
Habían ocurrido incidentes graves. Luego de casi 30 minutos de show detenido, la banda volvió a escena y la multitud se silenció para escuchar las palabras del Indio, muy enojado, acerca de lo acontecido dentro del estadio.

La fiesta siguió su curso, aunque no fuera la misma de otras veces. Sin embargo, el final del sábado a puro JIJIJI, restauró las emociones de todos, incluso de la banda que se retiró del escenario mirando de forma extasiada a la increíble cantidad de gente que aplaudía y agradecía por haber tenido una noche redonda más. Quedan en nuestros oídos las palabras del Indio en nombre de toda la banda: «¡Cuánto cariño, la puta madre!».

El show del domingo podría considerarse como el verdadero show esperado, donde todo salió a pedir de boca. Las bandas cantaron, saltaron y poguearon más que nunca, quizás liberando toda la angustia contenida durante la noche del sábado, donde el recital del domingo parecía peligrar. La lista de temas no varió sustancialmente, la base fueron los temas de Finisterre y cambiaron algunos dando lugar a Vamos las Bandas (el gran ausente del sábado) y Caña seca y un membrillo, Ladrón de mi cerebro y Blues de la artillería.
El final es digno de ser enmarcado como un hito del rock. Sobre el final de Preso en mi ciudad, la gente continúo coreando la melodía y la emoción fue tan grande, que el Indio no se resistió y acercó el mic a la multitud, demostrando que los redondos están arriba y abajo del escenario. Fue increíble.

«Vamos a hacer lo que la prensa ha dado en llamar: el pogo más grande del mundo» deslizó el Indio para iniciar el fin de las dos noches con JIJIJI, el clásico de los cierres, enardeciendo a la multitud. Lo que siguió… indescriptible. Todo el estadio cantando el tema y pogueando, en el campo, en las plateas y en las populares. Era un momento digno hasta para morirse, era haberlo vivido todo… ¿qué más podíamos pedir?. Así se fueron dos noches redondas que quien sabe cuando volverán a repetirse.

Más allá de los incidentes que tuvieron lugar tanto el sábado como el domingo, ambas noches más de 70.000 personas saltaron juntas acompañando al Indio en las canciones, formando el coro más hermoso que el rock puede tener. Era emocionante girar la vista en torno al estadio durante el recital y ver a la multitud ir y venir en oleadas dentro del campo, todos cantando, todos saltando, abrazados, algunos llorando de emoción, otros expectantes. 

El sonido preparado por Los Redondos no pudo ser mejor. Las columnas de sonido estaban montadas en el aire y eran sostenidas por grúas, de la misma manera que U2 durante su gira PopMart. Esto permitió que el escenario se agrande al tener más lugar y sea visible de todos los sectores del estadio.

En definitiva, fueron dos noches de fiesta con altos y bajos. Muchos más altos que bajos a nuestro entender. Más allá del espectáculo ricotero, hubo mucha prensa amarilla y periodismo pacato que intentó empañar los recitales. Hubo gente que se vio superada por los acontecimientos y otros que estuvieron a la altura de las circunstancias. Pero también hubo fidelidad, emoción, alegría y rock redondo, el mejor rock argentino. Como era previsible, 6 años de silencio porteño anunciaban un regreso a todo o nada.


UNA NOCHE DE CRISTAL QUE SE HIZO AÑICOS

Y los Redondos llenaron River. Parecía imposible, parece mentira, fue real. River se llenó hasta la manija. La banda de las bandas, la de mayor convocatoria de la historia del rock en Argentina volvió a tocar en Capital. Lo hizo en el estadio de fútbol más grande del país… y le quedó chico.

Haber llegado a River fue la coronación para unos tipos que hacen trabajo de hormiga, que son leales a sus convicciones desde el principio de este viaje y que siguen adelante sin perseguir los premios que el sistema ofrece al mercado del rock.

Fue un hito en la trayectoria del grupo, tal como alguna vez fue llenar una serie de Parakulturales, tocar en Palladium, llegar a Obras, reventar Huracán, recorrer el país o acariciar la Capital desde Racing. Parece una simple enumeración de grandes recitales, pero en realidad han sido escalones cada vez más altos en la cuesta arriba del camino redondo.
¿Y ahora, hasta dónde vas a llegar Patricio?

La pregunta solo tiene respuesta en el corazón de los verdaderos redonditos, esos que fuimos a ver brillar a nuestro amor a River. También en el de los que no pudieron ir y en el de aquellos que se emocionaron hasta las lágrimas y se abrazaron, soldando corazones en una noche que era cada vez más oscura. Una noche donde hubo un cúmulo de sensaciones tan diversas que no permitieron disfrutar del recital de la mejor manera, como debe ser: con el alma en la mano y la garganta limada de tanto gritar.

¿Hasta dónde Patricio?
Somos nosotros quienes debemos decir hasta donde. ¿Tiene límites la fidelidad? ¿Como se explica la experiencia redonda a alguien que no creció con ella? Está en nosotros dejar que esto siga vivo, está en nosotros permitir mil River más.  «Ustedes son vidas jóvenes. Cuídense» dijo el Indio. ¿Hace falta agregar algo más? 

Los fantasmas de mar del Plata se habían sentado en las populares y desde allí observaban al campo. El gallo malo iba a estar más celoso que nunca y la prensa (si les cabe el nombre) iba a cagar tintas sobre todo lo malo del recital, porque lo bueno no despierta interés en los medios, no hay dolor en lo bueno, no hay morbo, no hay nada que mostrar ni contar. Ni siquiera que 130.000 personas se emocionaron juntas y bailaron naufragando en el inmenso mar de la música redonda.

Para los medios no es noticia mostrar imágenes de familias con sus hijos en los recitales, de paralíticos, lisiados, nuevos y viejos redondos cantando a la par, parejas, grupos de amigos, etc.  La pupila de los medios todo lo filtra a su antojo y te asciende o te hunde según las necesidades del día. Para esa pupila los redonditos somos desde hace mucho tiempo vándalos, animales, ladrones, drogadictos y marginales. Somos la lacra de la sociedad.

Y eso es todo para ellos. Con eso alcanza. Solo les queda esperar a que algo suceda para estar ahí, exagerando las noticias y tiñendo de rojo sangre cada imagen para que resulte más morboso. Recordemos que el morbo vende las noticias como pan caliente.

Entonces… ¿hasta donde vas a llegar Patricio?
Lamentablemente, hasta donde los mismos redonditos te dejemos llegar.
Imperfectos… la palabra unificadora. ¿Cuál es el consejo?

Peto y Rulo – MUNDO REDONDO 


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