Sumo y Los Redonditos de Ricota: La explosión subterránea

Aunque los dos tienen orígenes e inclusive modalidades diferentes, Los Redonditos de Ricota y Sumo fueron durante años los representantes más fuertes del underground. En el ’85 la situación se modificó para los dos grupos. Mientras Sumo grabó para una compañía grande y se reveló contra una de las bandas que pueden reunir más público, los Redondos intensificaron su actividad en el circuito de pubs y editaron su primer álbum en forma independiente, respondiendo fielmente al principio de mantenerse al margen de las formas tradicionales de comercialización de las empresas y productoras discográficas.

Autor: Revista Pelo, nro 254. Noviembre de 1985. Por Enrique Soba

En el transcurso del año, dos bandas que eran consideradas algo así como los estandartes del underground, tuvieron por fin acceso al disco, ampliando notablemente su caudal de público. Después de varios años de trabajo en pubs y en salas chicas, tanto Sumo como Los Redonditos de Ricota vieron cristalizado ese esfuerzo.

Diferentes caminos

Si bien en el momento de grabar se eligieron diferentes caminos (un sello grande Sumo y uno independiente Los Redondos, con las diferencias lógicas de promoción que esto trae aparejado), el disco es una carta de presentación importante ya que ambas placas reflejan la esencia de los grupos y además, abra la posibilidad de llegar a las discotecas (ya sea en vivo por el álbum), donde las bandas tienen acceso a un público que generalmente no frecuenta el circuito de pubs donde éstas tocan habitualmente.

Es interesante ver como dos grupos considerados «marginales», con una propuesta musical diferente a las fórmulas exitosas del momento (ya sea reggae puro o urbano, o el rock and roll de Sumo y los Redondos respectivamente), hayan tenido el impacto que tuvieron y pinten como para llegar más lejos todavía. Es muy probable que el público estuviera esperando algo así, una música más dura, más potente, con una imagen distinta. Estos grupos lo ofrecen, lo demuestra el numeroso público que acude a cada una de sus presentaciones, sea en pubs, teatros u otros locales.

El año próximo

Ahora bien, no obstante cierto paralelismo que guardan ambos grupos, lo hecho por Sumo fue más vertiginoso, quizá por promoción, quizá por imagen, lo concreto es que  en menos de un año de haber sacado un disco pasaron de ser una banda underground, a establecerse entre los nuevos grandes y con miras a quedarse.

El próximo, puede ser un año de decantación para el rock nacional, donde el público le dará el sí a las bandas que realmente le interesen, más allá de promociones y marketing. Tanto Sumo como Los Redondos, fieles a su esencia under no se plantean el hecho de hacer un tema pensando exclusivamente en que «pegue», habrá que esperar que en lo sucesivo mantenga su propuesta.


Editorial: El sueño terminó. Por J.M. CIbeira

En 1985 el rock fue pop, los peinados raros ya no fueron tan nuevos y la mayoría de la música ya no fueron tan nuevos y la mayoría de la música no será ni siquiera un recuerdo dentro de seis meses. La obsesión por el modernismo se tradujo en la búsqueda compulsiva de un sonido y una imagen. ¿La música? Aún falta…

La democracia es todavía una retórica, los violentos hicieron a su antojo desde el comienzo al final del ciclo, porque fue lo más importante la conciencia de la represión que nuestros mecanismos de defensa. La violencia no es patrimonio del rock, es la manifestación de una sociedad enferma de miedo.

Este año Miguel Mateos confirmó cada una de las predicciones que se habían hecho sobre su arrolladora popularidad. Lo suyo es fruto de un trabajo sin claudicaciones y una producción absolutamente profesional. García deslumbró con su «Piano Bar» logrando la síntesis artística. Pero los verdaderos protagonistas fueron los grupos más chicos, los subterráneos que finalmente vieron la luz. Los Redondos de Ricota y Sumo se transformaron en los héroes de la historia, de ellos dependerá cómo termine.

Después de un lapso de transición, 1985 fue un año brillante para el negocio del rock: radios especializadas, nuevas publicaciones, discos, recitales y la atención de todos los que pueden sacar alguna tajada. No puede decirse lo mismo de la música, que salvo contadas excepciones fue mediocre, con el agravante de que ahora los crímenes se cometen en nombre del pop y «lo moderno». Las nuevas radios parecieron impulsar un cambio, pero pronto fue notorio que nada iba a suceder porque se mantiene el sistema de comercializar los temas como se viene haciendo desde hace décadas en todas las emisoras establecidas.

El rock es un negocio muy grande, y hay demasiada gente ocupada en enjuagarlo, en quitarle su esencia de cambio y rebelión para transformarlo en un negocio más amplio. Por eso ahora aparecen los que quieren vender una «historia oficial» con sus mártires y aniversarios, y aquellos que lucharon ferozmente hoy aceptan rebajar su obra a la categoría de un jingle radial.

Si la democracia ha servido para algo es para demostrar cuánta soberbia y cuánta enfermedad existe en este movimiento. El rock se está pudriendo aceleradamente, y el cambio ya es irreversible. Lo que vendrá tal vez sea mejor o peor, pero seguramente algo menos hipócrita. La verdad es que el sueño se terminó, murió y fue enterrado hace tiempo. Y ya no podemos volver a imaginar otro distinto. Es hora de crear algo nuevo, diferente, y sobre todo vivo.



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