En mayo de 1984 la revista Cerdos & Peces publica su segundo número. En esta edición el Indio Solari presenta otro de sus textos inéditos.
Autor: Indio Solari. Revista Cerdos & Peces #2, mayo de 1984. Digitalización: AHIRA (Archivo Histórico de Revistas Argentinas)

El camión-tanque crujió y perdió tres gotas que resbalaron y formaron una sola. Luego, tras la explosión apagada pero pavorosa, se desmembró en varias sorpresas. Dos mil litros de material coreano se volcaron graciosamente sobre el paisaje. El público casi aplaude cuando la cabina del camión arrasó un salón de baile. La cabeza del conductor pasó de mano en mano para que todos pudieran ver y discutir. Le quitaron el casco y una rosa mucilaginosa adquirió reputación. En contra de todas las reglas de los primeros auxilios, un gordo la tomó en sus manos y le abofeteó. Pero con dos mil litros de material coreano, a tan servicial señor se le durmió la lengua y perdió casi toda la materia. Curiosamente, la piel fué lo último que se le consumió. Los restos más reconocibles fueron un par de brazos cremosos que parecían decir:
-¡Creo que nos hemos metido en problemas!-
¡Qué modo de ganarnos a vida!(dicho con la admiración con que observaríamos el paso de una fragata). Somos una pandilla de homicidas extraños. Un polen irritante. Un susurro que se escucha con claridad. Así vamos, tambaleando en peligro como tramoyistas borrachos. Además, somos gente muy ocupada.
¡Qué modo de ganarme la vida!(dicho mientras asisto a un curso de gesticulación para italianos). Sentado, recuperando el aliento frente a diagramas florales y una ola de vulgaridad extendida. Un historial de ocho intentos de suicidio. En términos elegantes, me refiero a que estoy medio chiflado. Ocho intentos. ¡No siempre se puede ganar!
¡Qué modo de ganarnos la vida!(dicho entre algunas escenas de pánico que no establecen nuevas marcas). Esta es una guerra aburrida en la que enterrar un receptor en la arena es toda una anécdota.
Soy otro. Uno que usa el pecado solitario para eyacular en coitos clitóricos educadores. Y muerdo pezones y consigo jugosos contratos para mis bolas (¡mis desordenadas bolas cristianas!). Acepto tanto la bofetada ninfómana que amorata mi manantial de vida como el apetito que enfurece mis órganos con una cópula carnal revuelta. Me cruzo en euforia adulterina con descorazonados de genitales olorosos. Hago mimos en el conducto roto de mi amante mesalínica (adquiero prótesis que me ayudan a querer más de lo normal) y abuso de la sangre con sevicia, en la plena efervescencia mojigata de mis erecciones endurecidas como concreto.¡Como de todos los frutos locos!
El último paso del delito es conocer dichos campesinos. Nada de vulgaridad, todo bajo la protección de la bóveda craneana. No una cualquiera sino una con campo vivo que trabaja para el gobierno. Permutaciones anagramáticas, sinopsis fílmicas en la mente, protegidas con sabiduría popular y aspecto de místico armenio.
Y un paso más todavía…luces de taxi-metedrina que hinchan la cara y el pulso late y gruñe como un demonio angustiado. Miligramo tras miligramo. Una escupida en el ojo de la experiencia. El organismo descontrolado, la cara demudada en una oleada de aflicción. Librium-trago largo más taxi-metedrina. Luces en la fibra que prepara otro pico. Miligramo tras miligramo, una gran piara de cerdos asaltando la vena de coloración azulada, mientras los tendones suplican y silban como cables. El instante sobrecogedor, merecido y luego la flatulencia acostumbrada avisando el colapso cardíaco. Arterias temblando. Parada en seco. El coma en taxi. La buena vida sin gestos lentos, con el pulso brusco expulsando la piedad gradualmente, respirando mientras se tejen fantasías con la vena y se desenrosca toda la cólera posible al masturbarse con el émbolo. Estirar el momento amenazadoramente. Reir con ternura poniéndose colorado y llegar al berrido de novillo y al vómito borbotón. Estremecido, desorbitado, macho descarnado de huesos blandos. Electricidad, paroxismo y sangre bailarina chorreando por el codo. Un escaso minuto hijo de puta. Unos pocos goteos de acero fundido, bajos las luces que ahora huyen de la habitación.
La prensa tiene mucho que decir después del anuncio de los seguidores de Jesús. He aquí algo de ello:
-El quiosco chino se caracteriza por su mercadería arremolinada. Nada de sentimentalismos ingenuos. Nada de evangelistas callejeros y entusiasmos juveniles. Nadie puede ya ponerse al frente de los jóvenes ni reclutarlos.-
Nos gustaría que la realidad fuera otra, pero la verdad dice así:
–Desfilan millones en un despertar pragmático. De escuela en escuela, para que otros escuchen su llamado.- «Siete millones de jóvenes fueron a pié por el país para asegurar que el mundo va a seguir siendo peligroso, con una proclama que juzga al futuro empleando las visiones de los tristemente célebres tres tigres. Desde el punto de vista práctico, Jesús ama a los más hábiles de entre sus tigres. Al que pasa su Caja de la India e inunda de píldoras las mesas de negociaciones. Y ama también a los obreros paquidermos que aseguran el éxito de la neo-conciencia.»-
El cuadro concluye con los jóvenes de ojos oblicuos cabalgando sobre esta monstruosidad y obsequiando las claves a un reverendo educado en California. Un desconocido que oficia con una imponente Caja de la India repleta de pirámides lisérgicas y anuncia el número más sensacional, el bautismo en masa de los jóvenes negociadores del quiosco chino. ¡AMÉN!.

