Los Redondos se presentaron en los Teatros de San Telmo
Revista Pan Caliente. Julio de 1982. Por Carina Marcucci. Fotos: Cou

Luego de este tan esperado reencuentro con las huestes rocanroleras de Patricio Rey, las expectativas comenzaron a cumplirse al verse colmada al doble la capacidad de la sala y con muchos afuera sin poder entrar.
A medida que la gente iba acomodándose como podía, el Venerable Orador, antifrión oficial de la banda, nos daba la bienvenidad en nombre del Rey Patricio que se hizo presente por intermedio de una misiva en la que nos colmaba de bendiciones.
Con los primeros temas se iba desatando la trama concreta y misteriora que todos querían develar. Sólo había que tratar de escuchar cada sonido para comprender una vez más que la fuera del Rock n’ roll que los Redonditos de Ricota desplegan se mantiene pura y esencial, sin aditamentos ni contaminaciones, en manos de Sky y su guitarra, Topo D´Aloisio en bajo, Ricky Licon en guitarra rítmica, Indio Solari en canto, Diego Rodríguez en batería y El Venerable Orador Sergio Martínez.
Luego ante el reclamo de la audiencia, aparecieron ellas… Las adorables, desagradables, inolvidables e intexterminables Bay Biscuits (Viviana Tellas, Fabiana Cantilo, Gachi Edelstein y Graciela Saievich) que para desmentir que las mujeres no son lo que son y nasa más dieron prueba de lógica con el tema «Superlógico» dejando en claro que belleza e inteligencia van juntas.
Y un rock más antes de que la crisis punk del Rey Patricio irrumpiera violentamente en la escena arrasando con el Venerable Orador y clavando las sillas a un público atónico y descolocándolo con sus aullidos.
Después del «intermezzo», hicieron «Ñ Fri Frufi», seguimos con «el blues de la libertad» (con el saco del «maestro» Eduardo PRado), «nene nene acercate a él» y aún más gratificante fue cuando nuevamente «ellas» doeron su toque de encanto y seducción a través del tema «Mujeres Aburridas». Y ya dentro de un clima más primoroso susurraron su gráfica versión de «Cuando calienta el sol».
Bueno, hay que verlas, no es posible cerrar los ojos a un reflejo tan perfecto de lo que puede haber dentro de cualquier hermosísima mujer.
Y por fin, por fin, la gente se levantó de sus sillas para bailar al ritmo de «Un tal BB» y con el bis con «El bazar de Wakeman & Fripp».
No queda duda de que la magia arrasadora que los redonditos de ricota desparraman donde quiera que van puede tener un precio de cien mil decibeles por oreja, pero quien sabe o conoce y está preparado, no le pone precio al rock n’ roll cuando se trata de un estilo en el más elevado nivel de los gourmets internacionales.
Aguardemos el pronto regreso de esta banda platense que a veces olvida visitarnos, y que para la próxima lo hagan en una sala más grande y donde sea posible mejorar ciertas deficiencias en el sonido que esta vez destaron brillo al espectáculo.
