Los Lozananos

El sábado 26 de noviembre de 1977 fue el concierto fundacional de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, aunque todavía no se llamaban así. El show fue en el Teatro Lozano, ubicado en la calle 11 entre 45 y 46 de la Ciudad de La Plata. Luego hubo al menos otros dos conciertos en ese lugar. Los eventos pasaron a la posteridad como «Los Lozanazos»: unas fiestas muy locas en las que un grupo de amigos subía al escenario y compartía con el resto lo que sabía hacer, o lo que se le ocurría. En un contexto de terror y dolor, los incipientes Redonditos de Ricota rompian la monotonía.

Redondos Subtitulados, 17 de marzo de 2023

Les dejo el guión del video:

L1 “No eran Los Redondos, no todavía. Era lo que yo llamo el caldo prebiótico, el mejunje del que después, y sólo después, sale la vida. Había tres guitarristas, tres cantantes, se subía cualquiera al escenario. No había ni régimen de ensayo ni una mierda. Estábamos en comunión, simplemente, todos los freakies de La Plata. Y lo que producíamos en escena no era más que el hilo musical para una especie de happening”.

Indio Solari

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El Indio era amigo de Guillermo Beilinson. Ambos tenían el mismo interés por el cine y por la música. Entre los años 1975 y 1976 estaban escribiendo el guión para filmar varias películas en Super 8. Fue así que compartiendo horas creativas Guillermo presentó al Indio con su hermano Skay. Como dice Solari: “juntó al tipo que hacía canciones con el tipo que tocaba”, porque el Indio ya escribía sus primeras letras y el flaco Skay tocaba la guitarra desde hacía varios años en diferentes proyectos artísticos.

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“Lo primero que hicimos juntos fue la banda sonora de una película de las que filmábamos con el Negro -recuerda el Indio-. Mezclábamos ruidos con música: Skay tocaba la guitarra y yo metía voces con ecos. Lo que salía era una suerte de folklore universal, bien raro. Pero era música incidental, claramente. No era que estábamos en plan de rock and roll ni nada de eso”.  

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Para armar la banda sonora del film fueron apareciendo otros entusiastas que sabían tocar algún instrumento. Consiguieron un local en el sótano del Pasaje Rodrigo, una galería ubicada también en la ciudad de La Plata, y montaron una sala y estudio de grabación. Las zapadas eran eternas. Skay trataba de ordenar y utilizaba un silbato para encauzar la anarquía. Nadie podía saberlo, pero en ese clima alucinógeno y caótico, en esos ensayos desmadrados, aún sin nombre, nacía Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

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El grupo de amigos compartía salidas y experiencias. Siempre organizaban fiestas loquísimas en la casa de alguno, donde se copaban a tocar y cantar. Pero al otro día la casa quedaba patas para arriba, siempre se rompía algo y los vecinos puteaban. Así que para evitarse problemas, que cayera la policía y los metiera a todos en cana, alquilaron el Teatro Lozano para armar la fiesta en ese lugar.  

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Skay agrega que  “lo del Lozano eran como fiestas que primero se hacían en casas, pero al final era demasiada gente y decidimos juntar entre todos un poco de guita para alquilar un lugar. Poli descubrió el Lozano, que era un teatrito muy simpático, y empezamos a trasladar toda la fiesta allí. Una noche luego de tocar en el Lozano, nos subimos al micro y nos fuimos para Salta. Y a la vuelta volvimos a tocar en el mismo lugar, que fueron los “Lozanazos”, ya con el nombre Patricio Rey”.  

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“La entrada era ‘Poné algo’, contó Poli.. Y esa plata se destinaba a comprar vino. La gente que entraba, todos amigos, iban directamente para el fondo, donde estaban las damajuanas. No había comida. Solamente los redonditos de ricota que hacía el Doce”.

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El sábado 26 de noviembre de 1977 fue el concierto fundacional de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, aunque por ese entonces todavía no se llamaban así. Era un grupo de amigos sin más pretensión que divertirse, y romper un poco las pelotas en un contexto de terror que asolaba el país.

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El Teatro Lozano está ubicado en la calle 11 entre 45 y 46. Pertenece a la Agremiación Bonaerense de Empleados de Reunión del Hipódromo de La Plata, una entidad gremial con una larga tradición de luchas y solidaridades.  El teatro siempre fue un sostén económico para la institución. Fue un gremio que tenía una sana complicidad con los artistas en la década del 70. Ningún otro locador hubiera permitido que se haga tanto en sus instalaciones para no verse comprometidos. 

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Afortunadamente fueron muy permisivos. Aquellas reuniones iniciales de Patricio Rey se llamaron “Lozanazos”. La Negra Poli los recuerda como “grandiosos, un verdadero despelote. Ahí todos hacían de todo y en la banda eran como veinte músicos sobre el escenario. La cosa era estar juntos y la pelota seguía creciendo”.

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Tocaron al menos tres veces en el lugar. Luego del mencionado show de noviembre, volvieron a reunirse allí a principios de enero de 1978. Esa misma noche, luego de terminar el concierto, se subieron a un colectivo para emprender un alucinante viaje a Salta. En la descripción les dejamos los enlaces de los videos en los que les contamos todos los detalles de aquella experiencia. Finalmente, el viernes 21 de abril de 1978 se presentaron por última vez. Meses después, la fiesta se trasladó a la ciudad de Buenos Aires. 

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Todos los que subían a escena estaban disfrazados: en esta foto del primer Lozanazo podemos ver al Indio con un mameluco blanco, lo que le dio el apodo de “astronauta italiano”. En el recital de 1978 apareció con un antifaz de animal print. Después vemos a Beto Verne tocando la guitarra. A su lado estaban Basilio Rodrigo de gorro piluso e Iche Gomez de anteojos y bufanda. Ambos tocaban la guitarra. En la batería estaba Juan Carlos Barbieri. Fenton fue el bajista y lo podemos distinguir vestido de marinero. Al lado vemos a Skay con boina y campera de cuero y con su viola en la mano. Finalmente aparece el Mufercho, el maestro de ceremonias, vestido de rey. En el Lozanazo de abril del 78 se vistió con una pollera a lunares.

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Esa noche también estuvo el ballet ricotero, con Monona, María Isabel y Cecilia Elias a cargo de los bailes sensuales. Aunque no aparece en las fotos, Ricky Rodrigo tocó el violín y Bernardo Rubaja los teclados.  Entre el público, “el Doce”, disfrazado de Sultán repartía los “redonditos” de ricota. 

Carlitos Mariño se encargó del sonido.

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El maestro Rocambole, que años después fue el encargado de ilustrar todos los discos de Los Redondos, contó que “el primer Lozanazo fue un recital que se organizó sin grupos. Un recital en el que cualquiera podía subir y tocar.  Eso fue tan desorganizado que dio como una estética general que a todos les gustó. Fue un quilombo que por ahí uno tocaba una cosa, otro otra totalmente distinta.  El que quería hacer algo, iba y lo hacía. Por ahí había un actor teatral que lo único que hizo fue subirse con una mesita y una palangana con agua jabonosa para afeitarse. Y ese fue su acto. Vino otro con una gallina y se la tiró al escenario. Otro se volvió loco y atacó a la gente con un matafuego. Después vinieron los monólogos entre los temas. De entrada fue un caos”.

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Indio reconoció que “nuestros shows estaban llenos de efectos especiales, que la mayoría de las veces funcionaban de modo catastrófico. Todo lo que queríamos hacer, salía mal. La gente creía que estaba preparado así, para hacerlos reír y asustar, cuando simplemente salía todo para la mierda”.

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Sobre aquel show inicial, la bailarina Monona dijo que “el escenario siempre fue una fiesta. En el primer concierto del Teatro Lozano, con todos disfrazados, incluidos los músicos, hice unas coreografías sencillas con Cecilia y María Isabel y así se fue armando un cuerpo de baile para futuras actuaciones”.

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Indio contó que “El Mufercho oficiaba de speaker. Salía anunciando a los gritos. Yo lo conocía del secundario. Si el Mufercho estaba en una noche buena, era imposible no reír a carcajadas. Era un tipo muy inteligente, estudiante de Filosofía y Letras, de un gran histrionismo. Y al mismo tiempo era un vago al que le gustaba apostar a los caballos. Pero, si esa noche estaba mal, la gente empezaba a chiflar. Le tiraban cosas, él trataba de levantar el asunto y se armaba un chicle interminable”.

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Mufercho recordó que “Al escenario subían y bajaban unas cuarenta personas, muchos disfrazados. Era un circo. Una vez con Fenton habíamos tomado tanto LSD que no nos dimos cuenta que había entrado la policía, apuntando con las ametralladoras. Me acuerdo que yo le metí el dedo en la ametralladora a uno de los canas mientras le decía: ‘Yo a vos te conozco de algún lado’”.

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Los Lozanazos les dejaron mil anécdotas. Solari recordó que una noche “habíamos escrito “Patricio Rey” con clavos embebidos en algodón con alcohol. Como seguía ardiendo, en un momento lo tiraron al piso, abajo del escenario. ¡Pero ni siquiera así se apagaba!”

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”Otra vez a uno se le ocurrió disparar bolitas de telgopor con un ventilador. El Gordo estaba abajo del escenario, asomando por la concha esa que había en los tablados de antes, donde se ponía el apuntador para recordarte la letra de la obra. Como yo estaba en el centro del escenario, era el único que podía ver lo que pasaba. El Gordo tenía un ventilador y una bolsa llena de bolitas de telgopor. Cuando las aspas rompieron la bolsa, en lugar de subir hacia el escenario las bolitas se fueron para abajo y llenaron el vestuario. El Gordo quería apagar el ventilador como loco y yo no podía más de la risa.”

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Rocambole conto que “ahí cantaba cualquiera: Guillermo Beilinson, Fénton, Basilio Rodrigo. Todo era un caos donde por ahí se destacaba cierta organización cuando aparecía Skay con algún tema armado, pero después todo seguía en zapadas que podían durar horas. Todavía no había una distribución de roles muy organizada”.

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Algunos de los temas que sonaron en los Lozanazos fueron: Mariposa Pontiac, Un tal Brigitte Bardot, El gordo tramposo, Maldición va a ser un día hermoso, Honolulu, Espiroqueta, Blues del noticiero, Algo escandaloso sucedió en el bazar de Wakeman & Fripp, La chica de la cafetería, Rock 18, El hidromedusa, La roca bestial, Crecer Crecer, Petit Suisse e Imperialismo espacial.

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Guillermo Beilinson agregó que “En esas noches todo era una improvisación constante. Era un fluir que pasaba de clima en clima. Quedó todo grabado, también están las cintas del sótano. Hay temas muy interesantes que surgieron ahí, porque cuando apareció la idea de ir a Salta sabíamos que necesitábamos tener temas.”

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Los Lozanazos no tenían la estructura de un concierto: no había horarios de comienzo ni de fin. Podía comenzar a las diez de la noche y seguir hasta las tres de la mañana hasta que, como dice Poli, “la gente caía extenuada”. 

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Al respecto, Poli dijo que: “Yo nunca subí al escenario. Subía únicamente cuando a alguno ya no lo podían bajar y estaban desesperados. Los shows del Lozano terminaban cuando los músicos y la gente no daban más; no había horarios. Se terminaban cuando venía la gente del teatro y nos decía: “¡Fuera, fuera de aquí!”. Nunca se sabía lo que iba a pasar”.

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El 21 de abril de 1978 tocan por tercera y última vez en el Lozano. El concierto se anunció con un afiche confeccionado por Rocambole, y por un volante que armó el Indio, en el que detalló la lista de temas que podrían sonar esa noche.

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Ese 21 de abril, radiante, una chica sale al escenario, frente a una multitud que delira. Tiene puesto un vestido blanco con botones enormes, un bonete en la cabeza, y lleva una gallina blanca en brazos; mueve las caderas, da unos pasos, y se cae de punta en la puerta trampa del borde, que está abierta. Desde atrás llega corriendo el Mufercho: su novia Mónica Berna era la accidentada que había caído. El espectáculo sigue.

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Solari confirmó la anécdota: “Una amiga del Mufercho, que bailaba disfrazada de brujita, no vio esta apertura que había en el piso y metió una pata hasta el fondo. Venía saltando y se hizo concha”.

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Un rato después, como tocaban un tema de Basilio Rodrigo que se llamaba “El blues del pollo”, habían comprado un montón de pollos vivos para tirarle a la gente en el medio de la canción. Pero los pobres bichos estuvieron tanto tiempo esperando en el backstage que cuando los tiraron ya estaban medio entumecidos “y caían como balas”, recordó Basilio.

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Indio: A la hora del show, los pobres bichos ya estaban hechos mierda, porque los habíamos tenido atados para que no se piantaran y se habían picoteado entre ellos. Después del show nos preguntábamos dónde habrían ido a parar, porque no había quedado ni uno. Diez días después, cuando revelamos fotos que se habían tomado, dimos con una que aclaraba parte del misterio. A un costado del escenario se veía a una persona acorralando a una gallina, para que no se le escapase. Y de su morral colgaba el cogote laxo de otra pollita, ya finada, que se había agenciado para el puchero.

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Claudio Kleiman conoció esa noche al grupo. Un amigo lo había invitado y quedó asombrado por lo que vivió. “Cuando volví de La Plata hice una nota para el Expreso Imaginario. Fue la primera nota que se escribió sobre Patricio Rey. Yo había puesto un título: “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota: vuelve la psicodelia a La Plata”. Pero los tiempos que se vivían a fines de los 70, con la dictadura. A los directores no les gustó porque se vivian épocas peligrosas, y la psicodelia remitía a las “drogas”. Y la nota salió titulada como “Patricio Rey ysus Redonditos de Ricota”, no más….». Así le contaba Claudio Kleiman a Gloria Guerrero los entretelones de aquel primer artículo.

La crónica salió en el número 22 de la revista Expreso Imaginario.  Allí dijo que:

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“ Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota fue una delirante banda de nueve integrantes y multitud de colaboradores, que a fuerza de rock and roll, ingenio y buen humor, parece querer remedar las doradas épocas de la psicodelia. El recital fue una caja de sorpresas, desde el ingreso de los miembros, saludado por una ovación complementada por el arrojo de papelitos en la mejor tradición futbolera, hasta las insólitas vestimentas de los músicos, pasando por la aparición de un payaso que hacía de maestro de ceremonias, un sultán que repartía los auténticos redonditos de ricota entre la concurrencia, y la hilarante intervención de un atrayente “ballet ricotero”, que desplegó un número de baile tropical durante el transcurso del recital. La cosa no termina ahí: hubo más, desde el arrojo de gallinas vivas que provocaron gran confusión en la platea (una de ellas pasó por encima de mi cabeza), hasta el estallido de bombas de humo, y todo un pirotécnico despliegue de recursos”.

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Hoy el Teatro Lozano cambió su nombre a “Salón Cultural Lozano”. Sus dueños son los mismos, pero ahora el lugar se reconvirtió en salón de eventos. El diseño del escenario no cambió mucho, pero ahora del techo pende una bola de espejos gigante que hace cuarenta y cinco años, con la euforia que se vivía en cada uno de los Lozanazos no habría sobrevivido ni un segundo.


Fuentes:
Recuerdos que mienten un poco (Autobiografía de Indio Solari)
Indio Solari, el hombre ilustrado (Gloria Guerrero)
Fuimos Reyes (Mariano del Mazo y Pablo Perantuono)
100 Veces Redondos (José Bellas y Fernando García)
Entrevistas y artículos periodísticos varios


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