A vivir que son dos días

Mientras lucha contra una enfermedasd incurable, el Indio deja ver como nunca su intimidad. hace las pases con su leyenda y prepara la despedida.

Revista Rolling Stone Argentina nro. 225. Diciembre de 2016. Por Juan Ortelli & Ernesto Martelli. Fotos: KVK


Su anuncio tardo pocos minutos en ser viral. El Indio Solari llevaba más de un año fuera de los escenarias y se podia intuir que algo no estaba bien. En abril de 2014, durante la primera presentacida de Pajaritos, Bravos macharitos, su último disco en Gualeguaychú habla perdido el equilibrio y caido de espaldas en sexto tema de la lista. La gente lo festejá como un blooper -el Indio rodó por el escenario, se incorporó con gracia y terminó el recital con normalidad- y la bistórica reunión con tres de los ex Redondos (Semilla Bucciarelli, Sergio Davi y Walter Sidotti) acaparó la atención de la prensa, por lo que pasó casi inadvertido. Tras ese episodio, el Indio (que no hizo declaraciones al respecto) tocó en dicembre en Mendoza y se recluyó durante todo 2015, lo que encendió la alarma de los fans, que de pronto recordaron la caída. «Pero bueno, digo… aquí estoy … hace rato que eso pasa, no me van a bajar del escenario asi nomas» dijo en Tandil este año y el público volvió a festejar con todos sus gritos. ¡Fuerza, Indio, fuerza!.

Antes de anunciar cambios en Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado y de irse para volver minutos más tande escoltado por sus músicos y comenzar el show con una versión frenética de «Nuestro amo juega al esclavo», detrás de unas gafas redondas oscuras y vestido con una campera militar, completó su mensaje: «No hagamos una tarea de esto, todo el mundo tiene algún conocido, algún pariente que tiene una enfermedad. A cada uno le toca, ésta es la vida. La vida es asi».

Y aquí estamos, seis meses más tarde. Afuera, un jardinero corta el pasto, que se ve de un verde vivo y cubre cada rincón del amplio parque en esta mañana plena de comienzos del verano. El lugar donde se guardan las cosas patio, donde otras veces vimos un vitraux del

Sagrado Corazón de Jesús, está tapado por una enredadera que recubre toda la estructura con un afro de hojas adolescentes. Adentro, en el primer piso de su estudio, Luzbola, donde el Indio tiene su escritorio, están todas sus cosas como él las dejó, rastros de vida: los discos desparramados cerca de las botellas, las guitarras enchufadas al lado del sillón. En la puerta hay pegados cartelitos de «Do Not Disturb» de diversos hoteles -el Sheraton de Liverpool, el W de Manhattan-; están, en un cuadrito, los tickets de los shovos que vío afuera del país. -Lou Reed en el Madison Square Carden- y en otra pared, enmarcada, una foto grande en la que está él hace unos años, empuñando una cerveza en los baños del CBGB.

En su biblioteca no cabe nada más y, de hecho, el estante superior ya está bastante doblado. Colgando hay un banderin de Boca Juniors; en un portarretrato, arriba de más libros y cuadernos y papeles, está la foto de John Lennon en Nueva York y, finalmente, allá atrás del escritorio, mirando hacia donde estamos parados nosotros, está su silla. Pero el Indio no está.

De pronto, escuchamos paso s en la escalera. Alguien viene, viene, viene, y es el Indio Solari que entra por la puerta exagerando un paso cansado y suspirando con una media sonrisa detrás de sus gafas oscuras. Saluda con la mano y lo primero que hace es prender el equipo de audio. Toma una silla. se sienta frente a nosotros, qué ya estamos en el sillón, y mirando desde esa perspectiva cómo está la biblioteca, dice:

-Creo que voy a morir de esta manera, cuando se caiga una de las bibliotecas. La voy a cagar a la enfermedad.

El Indio pregunta si está muy fuerte la música. «Yo vivo con música de fondo», se excusa. «Inclusive le hablo a la instructora de yoga, para meditar y todo eso… En el yoga hay como una cosa que no tenés que prestar atención a los pensamientos, sólo tenés que concentrarte en la respiración, y lo le digo: «Mirá, mientras no tengan letra yo no necesito que sean mantras». Por supuesto, no vov a poner Metallica.

En la planta baja hay unas cintas de suspesión, con cinturones y arneses empotrados a la pared para recuperación kinesiológica o practicar wall yoga, que ayuda a mejorar el equilibrio. (En el medio, entre las cintas, alguien pegó un sticker con el simbolo Om)- «Me interesa más el hatha yoga, la parte fisica», dice él, «porque realmente lo que yo estoy secesitando es contrarrestar el problema que tengo».

Lo que tiene el Indio es párkinson rigido, una enfermedad autoinmune que hace que el cerebro disminuya la producción de doparmina, lo cual desequilibra el sistema nervioso central. Para alguien como él, tan acostumbrado a estar de todos los aspectos de la vida, se parece a una condena, a un desastre irremediable.

Sin embargo, pone dedicación al tratamiento. Su plan para «contrarrestar el problema» incluye una rutina de ejercicios y yoga que llena toda su semana: todos los días tiene algo. «La doctora viene una vera la semana», dice. Tengo. elkinesiólogo que viene tres veces por semana y te exige como si fueras un jugador de fútbol. Y la instructora de yoga dos veces por semana». Por las noches, antes de la cena, el Indio termina su día de actividades nadando en la pileta cubierta de la casa. «Estoy recuperando la forma humana, eso es lo que me gusta», dice finalmente.

Su tratamiento incluye además un riguroso cóctel de pastillas. «A mi edad son bombas, bombas que me meto», dice sobre lo que le recetan, básicamente Diclofenac (para los dolores musculares ocasionados por la tensión) y corticoides para paliar la enfermedad. Curiosamente, él mismo se suministra lo que toma con un cronograma desordenado. La noche anterior a nuestro encuentro matinal, programado para las 9 de la mañana en Leloir, después de estar «hasta tarde dándole al alpiste», dice, tocando y cantando con los guitarristas de su banda, se despertó exaltado a la madrugada. «A las 3.30 de la mañana me había olvidado de tomar la de las 12. Y dos horas y media después me desperté porque tenía. que tomar las de las 6». Hace la cuenta. «O sea que estoy depastillas hasta el ojete.»

Por supuesto, todo eso sale por alguna parte. El Indio describe cómo «la pichicata» lo hace emocionarse con los golpes bajos de la TV, o pasarse tres estaciones y recién después percatarse de que está en medio de una explosión de ira, con la misma facilidad. «Estas viendo el noticiero y se te cae una lágrima.. Al rato le estás gritando al ingeniero, que es Martin (Carrizo, el baterista e ingeniero de sonido), un amigo, lo conozco de chico. «¡¿Cómo no entendes?!» Se imita a si mismo enajenado. «Porque son drogas de mierda. A la altura de la enfermedad, ni más ni menos».

Para descomprimir, le decimos en broma que puede echarle la culpa a las pastillas, y él responde, serio: «No me ofendas, soy un hombre de la picodelia». No hay curiosidad alli: la curva de aceptación física de los fármacos afecta su ánimo y el temor a la rigidez física lo perturba.

Le pregustamos si vio algo del festival Desert Trip, que ocurrió en Estados Unidos hace pocos dias, y qué piensa de la vigencia de los clásicos, del rock septuagenario, y responde: «Mirá: hasta dejó de importarme Boca. Y los Rolling Stones me importan mucho menos. Cuando tenés una enfermedad así, el reloj empieza a funcionar».

Eil reloj, parece, apura. Los vecinos de Parque Leloir empezaron a verlo caminando por el

barrio, como un fantasma (seguramente, escucharemos más de una vez. que lo han visto por acá cuando ya no esté) o un santo. También han aparecido muchas fotos suyas junto a fans en las redes sociales, imágenes antes infrecuentes. Algunos lo esperan para verlo pasar y pedirle una foto o un autógrafo. Otros colgaron pasacalles *Yo no soy un tipo de echarle flit a la gente, porque estoy agradecido», dice. «Lo que pasa es que no puede ser agradecido con miles de personas. No te queda vida personal».

Su mujer, Virginia, abrió una cuenta de Facebook, Virumancia, donde ambos postean imágenes ilustradas por el Indio, collages y fotomontajes bizarros, y donde él suelta poemas o comunicados con diferentes seudónimos – Caballo Loco, Artista Invitado, Monsieur Sandoz, Monseñor Plugholes- y se divierte revisando lo que escriben. Incluso comenta desde otra cuenta, apócrifa. *Algunos ya se están avivando, igual», dice él, animado.

Al hombre que siempre hemos retratado recluido en una quinta con sus perros, encerrado en unpanóptico de dificil acceso mirando las cámaras de seguridad, lo tiene entretenido todo este nuevo contacto con el mundo. «Ahora con el Facebook me enteré de cómo era realmente la relación con la gente», dice. «Porque yo tenia una alerta de Google pero me salia lo que publicaban en Clarín, lo que salla en la revista de ustedes, pero de la gente muy poca cosa. Y ahora empecé a ver a la gente y por un lado me inquieta [se rie], porque es raro. No es el artista… Hay una cosa rara en esta relación».

«Es los últimos meses posó con el cartel de #NiUnaMenos en la pantalla de su Ipad y apoyó públicamente a la organización Mamá Cultiva por el uso medicinal del aceite de canabis. «Se me va la mañana atendiendo cosas institucionales», rezonga un poco. Pero estos dias ha aparecido promocionando un bar de la zona de Leloir y hasta le envió un video selfie a Edith Hermida, bancando a la panelista en una pelea doméstica de Bendita TV, el programa que cooduce Beto Casella en Canal 9.

Cuando filmó eso estaba con Casella en una cena, porque se impuso salir a comer cada semana com sus amigos y todos los miércoles llega a una parrilla de Leloir alejada de la zona de restaurantes, en el medio del parque, que antiguamente fue una casa de té, donde nadie lo molesta porque de lo contrario no vuelve. De vez en cuando, a esas cenas invita a algún «notable «para evitar que la conversación termine irremediablemente girando sobro él. Ha invitado a Horacio González, a Aníbal Femández, a Beto Casella, pero la mañana después de invitar a Casella el conductor estaba en la radio contando todos los planes que el Indio tenía para el año próximo. «Beto agarró y puso la boca en el trombón. Asi que por ahora suspendi. Iba a venir Riquelme, y me da peña, me da pena», dice. «Pobre Beto. pero me di cuenta de que a veces la gente no está al tanto de que vo no soy un tipo al que le gusta andar ventilando esas cosas».

Son las 1O AM, pero el indio invita un un whisky y nos ofrece que nos sirvamos el muestro «Soy incurable, dice. Julio Saez, su manager, que en ese momento estaba hablando por telefono en el parque y al subir escuchó lo que el Indio nos contaba del episodio con Casella, le avisa: «Ya le mandé un mail a Beto, le dije «Betito, aflojando…» El Indio le responde: «Si, pero tené cuidado, porque a mi no me gusta tampoco quedar así», dice. «El no tiene por qué saber mis manías, ¿viste?».

De alguna manera el Indio parece estar gastanto sus últimos cartuchos., viviendo sus dos días. «Tampoco quiero interumpir mi vida, la parte que. megusta de la vida. Porque para durár nomás, es al pedo», sigue. Está lleno de proyectos para 2017: tiene un disco nuevo que está por terminar, un libro de memorias que se llamaría «Los recuerdos mienten un poco»(para el que contrató al periodista y escritor Marcelo Figueras) y El Delito Americano, su famosa novela inconclusa, en formato de novela gráfica, donde el Indio Solari es uno de sus personajes.

Para terminar El delito americano, dice, necesita más tiempo, y acaba de recibir la propuesta de su editorial -Penguin Random House- para ir seis meses a escribir a Nueva York, pero internamente ya declinó la oferta.

*Lo que pasa es que tengo familia también, y me van a poner una cara de orto si me voy seis meses», se excusa. «Cuando me voy a cenar con mis amigos me ponen cara de orto, ¿te imaginás si me voy seis meses?».

Julio trata de convencerlo: «Bueno, a lo mejor pueden ser dos meses». «¡Vos porque querés venir conmigo!», le responde el Indio. «Tiene familia también, Julio…?, dice volviéndose hacia nosotros. «Pero no es un varón domado como yo».

De algún modo, el Indio Solari está manteniendo vivo a Carlos Alberto Solari. ¿Qué pasaría si finalmente la figura pública más popularmente atractiva del país, la que tanto le incomoda pero a su vez en la que descubre un afecto del que él mismo se mostraba reactivo, es la que le da vida a Carlos, y no al revés? ¿Qué pasaría si esa fantasía de tipo ermitaño y enigmático no fuera más que un equívoco mediático del que fuimos cómplices, si Carlos fuera un vasco, un varón domado, tratando de encontrar un lugar donde pasarla bien?

No está postrado, no está abatido; está en tratamiento, se ocupa de él mismo y se lo ve optimisma pero también hay días que no puede caminar y le cuesta levantar los brazos, y ni él ni nadie sabe cómo va a estar la semana que viene. En el nomento en que nos encontramos planea dar dos shows durante 2017; uno de ellos, anunció después, sería en marzo en Olavarria. Pero también existe la posibilidad -porque siempre existe- de que toque una vez más.

Cuando todos los vasos están cargados, el Indio levanta el suyo y brinda: «iGraciosos y valientes!»


En este momento, parecés estar nada accesible que nunca. ¿Por qué?

Estoy retirándome. De alguna manera me estoy retirando. Ahora con el Facebook empecé a ver la gente, y que todo lo que hago quede perdido, habiendo tanta gente ávida de cualquier pelotudez que uno haga, un dibujito, qué sé y0… ¿qué? ¿Me voy a quedar acá ¿Para qué?

Con el tiempo me he dado cuenta de que lo que ban provectado en mi es fasto, no es nefasto, no es una cosa dañina.

¿Y qué piensa ahora Carlos del Indio?

Carlos se siente incómodo, Sobre todo porque el Indio ha crecido desmesuradamente. Es un personaje que fue inventado para que cargara sobre sus espaldas la estrella, por decirle asi. Porque ya sabíamos nosotros en qué terminaba. Y no funcionó, no funcionó. Y de pronto ahora ya es una locura que yo no sé de qué se trata. No me hago responsabe porque ya no sé qué es esto, es una cosa que me excede. Menos que están los amigos que te recuerdan siémpre como el canalla que sos, los defectos que tenés, porque si te llegás a creer esas cosas te come el cuco. Yo al Indio lo disfruto mucho, pero únicamente en el escenario y componiendo.

El resto del tiempo están Carlos o la estrella de rock.

Ese es el daño que nos ha hecho la cultura rock al transformardos en estrellas. Eso de tiro el televisor por la ventana del hotel, y me tiro yo después. Bueno: es una parada de drogueta, tarpoco lo llevemos a un estado de iluminación. Ahi está el pobre amigo hecho una piltrafa. Yo durante mucho tiempo lo puse como el de la salud perfecta, como Keith Richards, esos tipos que dicen «ne esnifé a mi papá». Si, pero el caballo no esla psicodelia, son cosas totalmente diferentes.

Entonces creaste al Indio para absorber la estrella de Carlos.

Son lo mismo, porque nadie lo obliga. si a me diera lo mismo exponer lo que hago o no, se lo mostraria a los amigos. Lo que me pasa a mi es extraño, porque generalmente no dura tanto la popularidad. Yo no sé por qué pasan estas cosas. En definitiva, estaros viendo acá al Indio Solari a Carlitos, a quien quieran ver ustedes dos, pero el fenómeno éste es un fenómeso mundial: salvo los festivales de Inglaterra o Estados Unidos, no hay sadie que lleve a 175.000 personas a la concha de la lora a ver un recital. Aca viese Lollapalooza, Brahma Chopp y no pueden meter 40.000 personas. Entonces, uno debe aceptar que algo tenés. O es la providencia o algún magnetismo. Pero tampoco te podés confundir y creer que viniste asi al mundo. Yo me acuerdo de este muchachito que era…

¿Cómo recordás a ese chico?

Yo fui un niño dañino, después un joven alocado y, al final, un investigador de la psicodelia. Dañino de que hacíamos cagadas, de meternos en los lagures, de joder por los techos y de romper cosas. Dañino.

Hasta acá, el Indio se encargo de no dar datos ni precisiones sobre su vida privada, en especial de sus primeros alios, algo que en cierta medida viene cambiando desde que comenzó su carrera solista, Como si fuera el momento de rescatar a ese Carlitos que preexiste al Indio, a la atrella de rock. Desde entonces, antes de la salida de un nuevo disco o de un recital, a través de relatos que siempre tenias el mismo storyboard -la camioneta que te buscaba en la estación de servicio sobre la autopista, los perros ovejeros, las camaras de segaridad. la metáfora del francotirsador en el campanario-, accedimos a una inédita intimidad del ex cantante del grupo de rock más grande que dio este país.

Segundo hijo de un jefe de distrito del correo y una ama de casa, Carlos Alberto Solari mació el 17 de enero de 1949 en Parana, Entre Rios. Cuando tenía 5 años, su padre fue promocionado y la familia se mudó a La Plata. La vez anterior que estuvimos en su casa, en 2008, nos habló sobre su madre, Doña Chicha, que acababa de fallecer. Habia ocurrido cuatro dias antes del primer show de la saga Porco Rex, su segundo disco, en Jesús Maria, Córdoba, y él lo había contado también sobre el escenario.

En ese proceso de apertura, de abrir las puertas de su estudio y de su casa, parecia estar agazapada una apertura emocional. Darante la entrevista se sintió libre de llorar y dijo: «Mamá estaba cerca de los 100 años. Ahí vos ves una cosa terrible que. esla decrepitud». Nos habló de la muerte («Bueno, también es un descanso la muerte, no?) y describió el amor que tenía por su madre: *Es el único amor incondicional que hay en la vida. Todo lo demás es negociable. dijo. «Aun el amor de un padre…», Ahora le preguntamos:

¿Cómo era tu padre?

Mi viejo era un tipo medio de drapie. Tuvimos poco dilogo pero tenia una imagen y una presencia.. como era antes. El padre era como esa película de Kurosawa, en la que está el jefe en una montañita y lo único que tiene que hacer es que no le importe que le pasen las flechas por adelante; los que están peleando sob los demás. Esto es lo mismo: era como una imagen el padre que lo respetalas por cómo era, no por cómo te decia las cosas. Era un gran lector, pero lo único que leía era historia y política. No leía ningún romance, ninguna novela, ningún cuento. A tal punto que el primer libro que lei yo fue «El crimen de la guerra» de Alberdi, a los 10 años. En su biblioteca no había mucha tentación para un pibe, pero tenía algunas enciclopedias con impresiomantes ilustraciones. Y después, bueno, ni hablar cuando apareció Hora Cero, las historietas donde dibujaba Hugo Pratt, donde Oesterheld hacía guiones. Yo tuve la suerte de comprar la primera edición de El Eternanta, que en ese momento te cambiaba el maote. Y… ¿y por qué estábamos hablando de esto?

Nos estabas contando sobre la biblioteca de tu padre…

Y de pronto, un buen dia, voy a abrir el placard mio, que era mi biblioteca, donde tenía mis cosas, y hay un libro asi de grueso de tapa rosada, de una especie de sexólogo de los años 50. El tipo me dejaba libros. Me dejaba un libro que era todo de explicaciones de que la mujer era más dificil que entrara al climax, y que entonces había que dedicarse un poco.

No habia uno charla, había un libro, digamos.

Habia un libro… Otra cosa era la jugada de ajedrez obligatoria después de comer, post- almuerzo, que primero se la comió mi hermano y después me la comi yo. Desde entonces no juga manca más al ajedrez. Cuando algo es obligatorio, cagaste.

En ese linaje están el «Carlos tano» y el «Carlos vasco»…

Si, pero tano de la alta Italia: somos igual de fascistas [se rie]. Pero están los que dicen que los del sur africanos y yo no, no me jacto mucho de eso.

¿Pero, en qué temperamento de ubicas más?

En el vasco. En la tradición de que el vasco se baja la boina y va. En general siempre me Identifique más con mi lado vasco y siempre me tocó ese rol en la vida. Era de la turba dominante en los grupos del colegio primario. Al secundario no fui casi nunca.

¿Por qué?

Porque para el secundario yo ya tenía otros intereses. Hacia cortonetnajes, cómicos en general. Uno tempranamente tiene que decidlr si elige por vocación o por recomendación de la familia.

El Indio quiere fumar pero no tiene fuego. «Los guitarristas se llevaron todos mis encen-dedores… Los usan para hacer slide y se los llevan», dice. Llama por el teléfono interno para que le traigan flaforos. Nadlie lo atiende.

Retoma la charla sobre sus años de formacion: «Por ejemplo, en plena época dura nosotros hablabamos con chicos… Me acuerdo de haber estado en una casa, en plena Calle 7, donde vivian unos chicos que eran del interior, amigos de un amigo mio, y fuimos una tarde a comer bizcochitos. Ellos eran millitantes y nosotros éramos… todo lo contrario. Pero pensábamos lo mismo que ellos. Y habláhamos, discutiamos ahí, qué se yo, tres días despues vinieron y los mataron a los tres. En La Plata era asi: entrban y mataban a todos. Si yo estaba comiendo biscochitos es día ahí, hoy no estaba acá, no habia Indio Solari, no habria habido Redonditos no habría habido una mierda».

Tal vez el Indio tiene razón cuando dice: «Es muy dificil contar en un ratito…» En un momento de la mañana nos muestra el primer ejemplar de WL Delito Americano, la obra más anticipada en la que. sehaya metido alguna vez un músico argentino y la novela inconclusa en la que el indio lleva mãs de 20 años trabajando. 

«Este es un mono», dice. «Va a estar terminado recién el año que viene».

Es una copia rústica gruesa, pero con la tapa dura trabajada y calidad de libro de ilustración. «Yo no soy el ilustrador, he conseguido dibujantes nque me interpretan», dice. Les hice cambiar el estilo, porque ellos dibujaban algo más como expresionista: unos personajes altos, largos. Y a mi me gusta Moebius, la historieta europea. que por más que pinten mundos locoso, o planetarios, son personas, son figurativos».

Hace un esfuerzo por ubicarlo en algún lado, para que los lectores entiendan mejor. «Tam-poco es un cómic, explica, «es como un libro de niños, que tiene el texto de un lado y la ilustración del otro». Pero lo primero que vemos es «La Perla Española», un instrumento de violación. «La historia transcarre en una especie de clínica desalud del Dr. Semasendhi», sigue «que está dedicada a recomponer la psiquis los daños que ha hecho la lucha contra el sistema a estos tipos como Albert Hofmann, Erik El Rojo en Europa, Taric Ali».

Es como el Aleph de la historia universal de la lisergia, un encuentro de genios de la contracultura. Lo interesante es que el Indio Solari es uno de los personajes (el único que musca sale de su habitación) y que Carlos, para escribir su novela, usó como territorio de la trama el lugar donde se refugió durante una etapa curiosa de aquella juventud alocada. Y eso es lo que finalmente admite antes de pedimos: «No cuenten el final del chiste ustedes, boludos».

Después de dejar La Plata con la certeza de que, de lo contrario, iban a matarlo, el Indio se perdió en la costa atlántica. Sus padres eran pioneros entre los pobladores de Valeria del Mar y en sus alrededores estuvo cuatro años en la época de la dictadura, regenteando un hotel (el Alex) y haciendo trabajos de pintura y albañileria para los dueños de las casas de fin de sena-na. Allá se encontró con lsa Portugheis, uno de sus amiços de la infancia, que estaba con Kubero Diaz (de La Pesada) y otros más en un grupo de bohemios de la época que se hacian llama los Perros de la Costa.

Se encontraron en un lugar llamado Doctor Belmes, un balneario abandonado en lo que hoy es Mar de las Pampas, e irrumpieron en la casa donde en su libro funciona la clínica. «Ese es un lugar que existió,» revela. «Era Doctor Belmes, donde yo estuve haciendo un campamento de ests nudistas con los Perros de la Costa… Había habido un fraude grande en el lugar. La casa era como cualquier club house, ostentosa, estaba venida abajo pero no saqueada, porque tenias que caminar doce kilómetros por la playa para llegar, entonces entrabas ahi y te ponías a leer las cartas del sobrino del Dactor Belmes que le mandaba a pedir guita desde Brasil.» El Doctor Pedro G. Belres era conocido por de sarrollar la oxigenoterapia y la historia del libro se alimenta de eso.

Las referencias que acumula bien podrían ser parte de una novela de Thomas Pynchon. «Bueno, dice, «el asunto es que ahí funcionaba una clínica que no de sabia quién bancaba y donde te metían en la cámara Mental Gramar Pphere, una cámara de pérdida sensocial barrida por electromagnetismo, con altas dosis de ácido lisérgico. Entonces estaban ahí y salían contando las visiones que habían tenido.»

Está tan compenetrado contándonos esto que se olvida de que está spoileando su obra más personal. «Y lo que empezó a notar, que se le hizo interesante al Dr. Semasendhi», continúa, «es que todos hablaban como de un mismo mundo. Era muy extraño, hablaban de los mismos nombres: Nipón Galáctico, Gas Koreano, las distintas cosas».

Todo lo que va apareciendo en esas páginas es la construcción del imaginario ricotero elemental. «Está el perro Hum, que es un perro arma», sigue. Después de abundar un rato largo en detalles argumentales, el Indio dice: «Y bueno, todo termina cuando… No, no lo voy a contar».

Durante mucho tiempo estuvo sin tratamiento. Pero, en cuanto fue diagnosticado con mal de parkinson, en lugar de cerrarse, averiguó por su cuenta todo lo que pudo. «Yo soy muy curioso» dice. «Yo quise saber todo, leí todo porque siempre, o casi siempre, los médicos tratan de decirtelo en episodios. Y yo soy agnóstico, no soy ni ateo ni creyente, es una gloria que me excede el universo. Y me da lo misto si somos los únicos en todo el universo o hay vida orgánica en cada tramo estelar».

En la estrevista con Mario Pergolini incluida en el documental «Tsunami. Un mar de gente», sobre el último show en Tandil (que fue estrenado online y tuvo 12 millones de reproducciones), donde le muestra su pastillero (un gesto que nadie esperaba) y le cuenta que confundió los sintomas del párkinson com los de la claustrofobia, narra en cámara una anécdota que ocurrió en el B.B. King Club, en Estados Unidos, donde en medio de una cena show se quitó los zapatos ponque se sentia atrapado, y un rato después tuvo que dejar el lugar. 

“Era raro, ¿te acortas? ¿Te acortas que nos asustábamos?, le dice Julio Saez, presente en el comienzo de la charla. “No, claro”, le responde el Indio, y nos sigue contando: “Y el resto se asustaba inclusive más que yo. Porque yo salía, viste, como un animal atrapado. Así ¡ping!”.

Las cenas con sus amigos forman parte de vez de una rutina que el Indio se esfuerza por proteger. “Nos juntamos a charlar, a morfar y a beber. A beber martinis. Y también hablamos del universo del bife, pero ya conocemos  la postura de cada uno. Quién es el gorrión, quién es el otro…”

Vos trabaste relación con algunos políticos.

Sí pero como seres, no como políticos. Yo inclusive estuve bastante de acuerdo con la política de estos últimos años. Por suerte en un momento dije que no tenía acceso a su honestidad, porque es la única verdad. Después, las medidas que tomaban me parece que renovaban  más el producto bruto de la gente que lo que está pasando ahora. Y lo que está pasando ahora se sabia. Se sabía lo que lba a pasar. Cuando manifestás tu simpatía y hay resonancia, enseguida vienen unos tipos a decirte que hay que militar. A mi cuando los políticos me piden una foto (los gobernadores e intendentes, cuando voy a las provincias) lo primero que digo es: con tu sobrino, con tu tía, no tengo problema. Pero con el que está administrando, no». No me rompas las pelotas. yo soy un francotirador en el mejor de los casos. No me metas en la tropa que yo soy solitario.

El artista no puede ser militante. El artista no tiene que creer en el sentido común de la sociedad, porque ni bien se integra llega el famoso «pinta tu aldea y pintarás al mundo». No pintás un carajo. Pintás tu pueblo, pintas Rauch o pintas Espeleta.  No estás pintando Nueva York ni Berlín, estás pintando Espeleta, entonces no me rompan los huevos con esas verdades intelectuales que duran nada. «La única verdad es la realidad*, bueno, ¿qué querés que te diga? Al señor [Juan Domingo Perón] yo lo respeto mucho, fue un estadista sinceramente. Pero eso lo dijo para la gilada y lo tomó todo el mundo como si fuera una verdad, ¿que la única verdad es la realidad? i¿Qué me estás diciendo?! ¿De qué verdad estás hablando vos que yo desconozco? ¿Es tu verdad la misma que la mía? ¿Tus anhelos son iguales a los mios? Y bueno, si creen que hay una realidad para todos, no es así.

¿Por qué no?

Porque estalla la ecuación ecológica. Imaginate que todas las chicas de Africa y de China y Sudamérica tuvieran un secador de uñas. Para fabricar todas esas pelotudeces hay que talar un montón de árboles, escarbar la tierra, dinamitar. A la vez la gente piensa que las fundaciones son inocuas y atrás hay una corporación, y atrás mostão de árboles, escarbar la tierra, dinamitar. A la vez la gente piensa que las fundaciones son inocuas y atrás hay una corporación, y atrás de la corporación hay un circulo rojo, según me enteré ahora. Todos lo sabíamos, pero un presidente no debe decir una cosa así. Se supone que él es nuestro representante. Ese es el contrato social. 

El contrato social es que delegamos en el Estado la libertad de juzgarnos en vez de aplicar nosotros el ojo por ojo. Entonces bay un Estado, con equidad de los jueces [se ríe].. Cada cosa que digo me causa gracia (se ríe más]. Bueno, no sé cómo fuimos a parar acá. ¿De qué estábamos hablando?

Del circulo rojo.

El círculo rojo es un disparate. Por ejemplo, estaban distraídos con el mundo árabe y de pronto alguien miró a Latinoamérica y dijeron: «Obama, mirá que acá hay todos gobiernos de izquierda». En seis meses el Mercosur desapareció. ¿Eso es obra de magia? No, es obra del poder del imperio Tiene todos los medios de comunicación y la gente cree cualquier batata. Cualquier batata es posible.

Yo empecé a dar reportajes porque se decía cualquier cosa. Y ahora había dejado de dar reportajes en un momento, iba a decir que iba a hablar por mis canciones, pero también tenés compromisos. De alguna manera, yo también sé que quizá fue mutua la necesidad de ponerme en tapa.

Y también te gusts charlar, ¿no?

Creo sinceramente que no tengo nada que aportar más allá de lo que está en las canciones. Las entrevistas que dos son para explicar lo que está en las canciones, no sé, para que haya un vinculo amable con la gente. No tengo interés en transformarme en esos escritores oscuros, tísicos, me parece una pelotudez. La gente cree que soy un ogro que anda con cara de ojete todo el tiempo.

Pero te hemos pintado mucho como un artista recluido en su fortaleza, ¿no?

Sí, si.

¿Esa construcción también fue mutua?

Sí. Bueno, la primera vez que yo me enteré que era algo especial fue en uno de los primeros recitales en Capital Federal, cuando dijeron que yo era ‘¿enigmático y misterioso?’. Y yo dije: «¿Enigmático y misterioso? ¿Cómo mierda hago para ser asi? No tenía idea yo de que era enigmático y misterioso. Pero mucha gente, a partir de ahi. Viste cómo es el público, te lee a vos que embocaste un adjetivo que medio que está bonito y empieza a repetir. ¡Qué enigmático que es! Qué sé yo, no sé realmente.

Tras la portada de Rolling Stone de Oktubre, el clásico de Los Redondos de 1986, el Indio nos mandó un email. Quería “refrescar la memoria de Rocambole”, ilustrador de la tapa, que hablaba en el artículo (el Indio no respondió a los pedidos para esa nota) sobre la creación de la singular iconografía de las banderas del proletariado, las cadenas rotas y la catedral ardiendo. Adjuntó las imágenes que le había compartido al resto de la banda y a Rocambole (“las primeras con  que avisé de mi interés  porque en el álbum usáramos la estética soviética”) y aclaró en una PD que no quería adjudicarse la idea, “sino su elección”. Lo había visto en un reportaje a Oscar Niemeyer, el arquitecto que diseñó Brasilia, y en la que el diseño “jugaba con la imitación del lenguaje escrito cirílico».

Pero la referencia más importante para él fue un disco del Coro del Ejército Ruso que habla estado escuchando,  especial para él porque un tiempo antes lo había visto en vivo en el Luna Park. *Que dicho sea de paso, cantaron nuestro Himno Nacional con tal enjundia», escribió, que me sacaron lágrimas de emoción por primera vez”.

Sin embargo, el Indio ahora relativiza su propio vínculo con la memoria. «Lo más parecido al espécimen psicodélico es el espécimen zen», dice. «Esta es la vida, este momento. Lo que pasó es como un sueño. El libro, mi autobiografía, se va a llamar “Los recuerdos mienten un poco”. El primer capítulo va a estar dedicado a eso, porque están todos los que me hacen entrar en el tercer capítulo a la historia de los Redondos, y yo me cago de risa.»

¿Vas a aprovechar para hacer correcciones históricas?

No, no… La autobiografía empieza diciendo: «Este libro no viene a traer ninguna claridad, a explicar nada, ni por qué esto es mío, ni por qué esto es tuyo, ni qué pasó». Viene a contar cómo lo viví yo. Porque yo una vez dije una cosa que era verdad: veia en los libros de los Redondos que hablaba gente y terminaba siendo como la vida de los Beatles contada por Pete Elest, un tipo que estuvo dos minutos. Pero como yo no hablo y Skay generalmente no habla, parece que hubiera empezado no sé dónde. Es lo mismo que yo diga que todo empezó cuando escuché el primer rocanrol en la casa de mi tía Irma. Ahi empezó mi viaje, que me llevó a una encrucijada donde me encontre con otros, que venían de otros viajes, y los Redondos, de los que estamos hablando todos, este libro y los 20 libros que hay, ni siquiera son de esos primeros Redondos del pub. Si hubiéramos terminado en Cemento nadie estaba hablando de nosotros y haciendo libros.

Haber hecho las entrevistas para sus memorias, que se editarán en algún momento de 2017, lo tiene con los recuerdos frescos y suelto para hablar. «*»Yo cuando empecé no tenia nervios porque era todo una joda, entonces sigo manteniendo el estado”. dice. «Los Redondos nacimos para hinchar las pelotas. Eran como happenings de amigos. No sé cómo llamarlo. Quilombo, bah. En ese momento estaba de moda la seriedad. el virtuosismo. Y nosotros vinimos con el cabaret político, el modelo era ése: el cabaret político alemán. Y empezamos a ser una novedad, casualmente, porque todo el mundo estaba queriendo hacer rock sinfónico o tocar el sitar”.

Después recuerda otra anécdota de esos años que empieza com la frase: «Antes de que nosotros arruináramos el Centro de Arte y Música”. Esta fue la conquista de los Redondos en Capital. «Nos dejaron un solo día tocar porque decian que se lo habíamos transformado en un cabaret», dice. *No lo prendimos fuego de pedo con las bengalas y todo el quilombo (se rie). Hicimos un desastre”.

Sus referencias conectan todo el tiempo con lo dionisíaco, la micropolitica, la desmesura, el caos. «Todo lo que nos salía mal, la gente creía que lo hacíamos a propósito”, dice. “Y en realidad, eran problemas de producción, no teníamos un mango”.

 

A VER… PARA, PARA, PARA. Hagamos una prueba de qué hay acá», dice el Indio cuando le preguntamos cuáles fueron los cantantes por los que él quiso cantar. «Andá, revisá.» Frente a la puerta tiene un mueble bajo con frigobar, sobre el que están su equipo de música, las botellas y un centenar de discos desparramados. «Yo escucho hasta el himno nacional de Uganda», dice. «Puede haber desde belcanto, Pavarotti… Estamos hablando de música culta.»

Después está la otra música. «Hablemos de esta medianía que es la cultura rock en cuanto a exponentes», propone. Acaban de darle el Premio Nobel a Bob Dylan y Leonard Cohen todavía está vivo. «Si yo hubiera sido un viejo sueco, antes que Bob Dylan estaba Leonard Cohen», dice. «Ni hablar. Bob tiene cosas muy buenas pero también nos engañó mucho, eh.

Para aquellos que escribimos la lírica o la poesía, uno se da cuenta de cuando alguien está haciendo una especie de surrealismo que no atrae, pero como ya sos Bob Dylan escribís la palabra “loro” y tiene prestigio poético. En cambio, Leonard Cohen para mí es..

¿El número uno para vos?

Sí, en la cultura rock. A mí, de la cultura rock me gusta mucho lo primero de John Mellencamp y Tom Petty.

En el documental de Vorterix mencionás a Floreal Ruiz, a Sinatra. ¿Qué cantantes te influenciaron?

Sinatra no es un tipo que admire. Lo mismo que Elvis Presley. Yo a Elvis Presley no lo considero de la cultura rock, lo considero de Las Vegas, como Pat Boone, que les afanaron a los negros el rock & roll porque los blancos no les querían comprar a los originales. Pero para mí es un personaje… no digo detestable, pero no es un personaje rico para la cultura rock. Para mí, un personaje rico para la cultura rock fue John Lennon. Otros como Hofmann, Eric el Rojo en Europa, Tariq Ali, esa gente importante. Cooper, Line. Pero no son cantantes.

Y en la voz, cuando el Indio se transformó en un profesional…

[Interrumpe] No, no, profesional no. Disculpame. Yo soy un amateur. Eterno amateur. Porque yo soy un tipo que ama lo que hace. A mí la gente, porque gano plata gracias a la providencia, cree que yo soy un tipo que, no sé… No sé ni lo que estaba diciendo.

Que no sos profesional, sino un eterno amateur.

Ah, no, claro… A mí lo que me parece maravilloso es que puedo hacer 14 canciones nuevas para el mundo y que la gente las cante. Eso me parece maravilloso. Yo he vivido bien, he vivido mal; he vivido pícaramente bien y pícaramente mal. He vivido de cualquier manera ya; tengo 67 pirulos, la vida mía ya…

Silba y hace el gesto con la mano de un avión cayendo a punto de estrellarse. «Ya estuvo bien», dice. «O mal.» Se ríe. 

SIGUE SIN ENCONTRAR UN ENCENDEDOR, y quiere fumar.

«Escucho hasta música étnica», sigue.

«En casa tengo un mueble como de farmacia, ésos que abrís y tienen un fondo amplio, y tengo de todo..»

Toma el teléfono para que alguien lo ayude con lo del encendedor, pero sigue sin encontrar a nadie (por la ventana, abajo en el jardín,pasa Julio hablando por teléfono), así que deja un mensaje en su propio contestador: «Bueno, soy el dueño de casa, estoy buscando alguien que me asista. De pronto necesito un encendedor o unos fósforos que alguien me pueda traer acá al estudio. Rosita, Patricia, si andan por ahí, qué sé yo, deberían estar en un lugar en el que atiendan el teléfono. Bueno, hasta luego.»

¿Cómo es que después el niño dañino y el joven alocado se conectan con el Indio psiconauta?

Ubicándolo en el lugar de la redención, porque para la psicodelia fue un cambio trascendental. Yo soy un hombre de la psicodelia, de la política del éxtasis. Realmente la experiencia psicodélica ha sido lo que me transformó en lo que soy. El tema es, ¿qué pretende uno de la experiencia? Si vos querés quedarte en el circo mágico, ver alucinetas, ver a tus amigos raro, ver iridiscencias, bueno, quedate. O andá al cine a ver 3D que es mejor. Pero ése es un terreno que hay que pasarlo cuanto antes. La experiencia está saltando ese decorado que hacés vos mismo. Pasando eso hay una especie de terra incógnita que ahí está la papa. Ahí te encontrás vos solo.

Se excusa de nuevo. «Voy a ir de una disparada al estudio, a ver si se olvidaron un encendedor ahí, dice. Pero no tiene éxito. Vuelve a subir la escalera y sigue respondiendo y hablando mientras probablemente está pensando dónde estará el encendedor o el personal. «La única revolución mundial que hubo fue la de los jóvenes, que fueron tres putos años, lo digo yo en una canción: 67, 68 y 69. Después hubo una inercia, pero Lennon lo dijo claramente», dice, y pronuncia en portugués: «O sonho acabou, ra-pais. Ya está. Ya fue». 

DESDE QUE LANZO SU CARRERA SOLISTA EN 2004, el Indio editó cuatro discos: El tesoro de los inocentes (Bingo Fuel), Porco Rea, El perfume de la tempestad y Pajaritos, bravos muchachitos. El Indio tiene un disco más, que editará presumiblemente el año que viene, pero aún  no tiene una fecha. Entre Pajaritos y este nuevo material estuvo grabando más de 100 demos,  muchos de ellos de música electrónica.

¿Por qué no te animás a sacar un disco de electrónica, aunque sea con un seudónimo?

No tengo tiempo. Yo soy un tipo muy meticuloso. No es cuestión de prender un Sennheser  y tocar.

Pero más allá del tiempo, ¿por qué no sacar seg algo que para tu público puede ser extraño pero a vos te gusta?

Mirá, no a mí… le gusta a la gente que está acá alrededor. Lo que hago yo va quedando, va quedando… [señala las bibliotecas] 

Ahora en este grupo de canciones nuevas, ya había hecho un montón de canciones y me compré el Ipad, que viene con el Garage Band, que para hacer maquetas es estupendo: tiene un sampler, las cuerdas suenan muy bien. Entonces empecé a hacer canciones totalmente diferentes a los rocanroles que tenía, para mechar.

Julio acaba de volver y, por suerte para el Indio, tiene fuego. Continúa. “Ahora pudimos recortar hasta quince, porque me agarró un enamoramiento que en 20 días hice 25 canciones, pero todas estpan buenas. O al menos nos gustó a los que participamos. Me parece que éste va a ser el mejor disco mio”.

Se para y revisa entre unos discos vírgentes rotulados con fibra roja que están revueltos ahí. “Les voy a hacer escuchar una canción, una”, dice. Está particularmente copado con un tema que, según él, marcará el tono del disco. “Y hay una ahí que yo la llamo ‘Don Johnson en Las Vegas’, que es como de la época del polvorín, pero es perfecta, tiene todos los yeites del cantante. Que soy yo, pero le llamo ‘el cantante’ porque canta tan diferente a mí, que es como yo cuando me pongo a joder.”

Pone el disco en su equipo y lo golpea; cuando el lector arranca hace un ruido, entonces lo abre y lo golpea fuerte. “Está bueno esto de pegarle a los objetos con tantas ganas”, dice. “Con las mujeres no, pero con estos objetos…” Resopla y finalmente el disco comienza con una voz sintética de una mujer oriental. Es un tema fuerte, un rocanrol directo, que… lo cambia. “Vamos a elegir uno que no sea…”, dice y hace skip de track en track. Empieza otro y lo cambia antes de que llegue a los diez segundos.

Julio se ríe y le dice: “Ves que sos un guacho, ¡poné alguna!” El Indio también se ríe y le da como un poco de verguenza. “No, no, pero es que les voy a hacer picar las intros… este… un poco más generoso. Este es el segundo tema, no, no… Este es el primero”, sigue, y pone de nuevo el primero.

En un momento tira el comentario: “Yo soy el más joven de toda la banda te digo, eh. En la banda son todos retro”. El tema no es para nada electrónico, es de los rocanroles más crudos que ha grabado el Indio Solari en toda su discografía. Una especie de rock marcial. A los dos minutos dice: “Ya escucharon mucho este tema”,

Pone un rocanrol que avanza al estilo de “Un ángel para tu soledad” y por momentos comenta cosas encima. “El blues me aburre. A mi me gusta la cultura rock, no me gusta el rocanrol”. Se queda un poco en silencio, escuchándose a él mismo. Y pasa de track. “Vamos a hacer un recorrido pijotero”, dice, “pero algún tema les voy a dejar entero”.

Termina poniendo casi todas las canciones del que será su quinto disco de estudio. Algunas de las guitarras rítmicas ya están, también se grabaron algunos bajos. Y llega adonde quería llegar. “Bueno… bueno, vamos a escuchar éste”, dice. “Espero tener la voz así el día que lo tenga que cantar”.

Es un mid tempo en el que canta con un tono más bajo pero no como crooner, con la voz rota; como nunca se lo había escuchado antes. Por algún motivo nos recuerda a David Bowie. Después de un rato, dice: “Es el tema del disco”.

Las letras están en un inglés sanateado, pero ya tienen toda la forma, la melodía esencial. “Este se llama ‘Canción para un terrorista bonito’.” La atmósfera de la canción se propone hindú y el Indio canta arriba alternando tonos de suspenso, develación e invitación al desorden. Al rato lo cambia y pone un folk, “Este, mirá, yo lo dejaría así: palmas, guitarra rítmica, bajo y voz”, dice. Cuando entra a cantar, claramente se escucha al Indio frasear en inglés: ”Looking my eyes… / Fighting your eyes…”, algo dice en el medio, y termina acentuando en palabras como “sweet”, “cry”, y “tonight”; en otros pasajes usa “feeling right”. Le sugerimos que lo edite en inglés y dice: “¡Pero es sanata! Martín se sabe las letras en sanata”. Se ríe.

Pica un par de temas más y de pronto dice: “Bueno. ¡basta che!”.

Para este nuevo disco, el Indio, que ha escrito alguna de las canciones más dramáticas del rock nacional, estuvo buscando otro tono. “En este material nuevo me había prometido hacer una canción pum para arriba”, dice. “Ya venía haciendo varias letras y todas eran medio así también, descriptivas de un mundo conflictivo y conflictuado y con problemas. De la manera que lo describo yo, con personajes que, al escribir su vida, te das cuenta que proyectás el universo del bife y… ¿qué te estaba diciendo?”

De los temas nuevos…

Ah, no, y entonces digo: “Le voy a poner un nombre descabellado así sale un disparate” y pensé “Para eso Dios inventó el dentífrico”. Pero terminó siendo un dramaaaa… Empieza con alguien que recoge a un pibe que está tirado en la calle, muerto en un charco de sangre, y el único momento que aparece el dentífrico es ahí, con un alicate y un sticker de Lanús, un atado de cigarrillos de mentol… Resulta que el pibe se había choreado la recaudación de un tachero y lo corrieron y lo cagaron a patadas, lo mataron, lo reventaron. Eso que pasa en cualquier momento.

Describís un linchamiento…

Sí, y el tipo que en las primeras estrofas está diciendo: “Pobrecito, yo lo conocía de pibe, decía que no le gustaba ver la vida nada más que por la televisión”. En un momento se va transformando y dice: “Hasta yo, que lo conocía de pibe, fui y le metí patadas. Pero incluso Dios miró para otro lado”. O sea que la canción que prometía alegre fue un bajón [se ríe con una carcajada muy fuerte].

¿Ponés primero el título y después escribís la canción? ¿Es siempre así?

Yo necesito primero un título que me estimule, como cuando escribís un libro: “Bueno, a ver, ¿cómo desarrollás la idea cuando decís ‘Los recuerdos mienten un poco´? Entonces ahí empiezo a cranear, o a buscar en mis cuadernos que tengo doce millones. Porque yo escribo lo que llamo “la cantera”; escribo cosas que se me ocurren, sueltas. A veces porque creo que son ingeniosas, a veces porque creo que me representan, qué se yo.

¿En los Redondos también era así?

Nah, lo que pasa es que en las primeras canciones de los Beatles (se confunde). De los Redondos… Digo los Beatles porque para mí ahí pasaba lo mismo. Entre los Beatles que tomaban ácido y los primeros, que se ponían el trajecito, que era un grupo pop con canciones frescas, había una diferencia. Y yo veo a los Redondos de la misma manera: las primeras canciones para mí son frescas… «Tomamos farisani para ver qué onda con el sun saaaa! Tomamos renové porqué…» No me acuerdo ni de las letras de algunas cosas.

Su oficio, dice, es reunir las partes y ejecutar el conjuro. «Anoche estuvimos jugando acá y salieron unas cosas interesantes», cuenta, «pero los músicos necesitan que uno les marque la canción para reunirse, es como la Retreta del Desierto, como el fuego. Necesitan la canción, porque si no están zapando ahí unas cosas espantosas, hasta que vos metés una línea de canto que ellos ya entienden e inmediatamente colocan los acordes apropiados, la rítmica apropiada y al ratito es uno canción impresionante».

Se retrotrae al tiempo de los Redondos. «Skay me decía que no sabía hacer una canción», dice. «Pero hacer una canción, le decía yo, ‘es poner una estrofa, un estribillo, una estrofa, un intermezzo musical, llegar a la coda con comodidad, si hay un solo, qué sé yo, y terminar… Lo único es que después tenés que correr el riesgo de que no le guste a nadie’. Porque cuando uno está creando no sabe si está bien o está mal, ¿cómo sabés eso?»

Después de una pausa, dice: «La canción es necesaria, para vincular». Se acuerda de algo y sonríe. «Como decía Zappa», cita, «Las improvisaciones salen mejor cuando se ensayan”.

EL INDIO SE PRESENTO EN VIVO 17 VECES en poco más de una década. Los primeros dos shows fueron en el Estadio Unico de La Plata para 50.000 personas, y junto a una única presentación en el Velódromo Municipal de Montevideo, Uruguay, ésas fueron las únicas tres veces que presentó en vivo El tesoro de los inocentes (Bingo Fuel), su primer disco solista. Porco Rex, su segundo disco, fue el que más tocó, siete veces en total después de pasarse 2006 y 2007 recluido. La saga de shows empezó en abril de 2008 en Jesús María, convocando a 40.000 personas, y terminó en noviembre de 2010, en Tandil, con 120.000.

Durante ese show de Tandil estuvimos con él, accedimos de primera mano al montaje escala egipcia de sus shows, y a la intimidad del Indio fuera de su fortaleza, en la ciudad donde hizo base todos estos años. Supimos entonces que que viajaba con un médico personal.

El perfume de la tempestad sólo lo tocó cuatro veces: tres durante 2011 y una en 2013; en 2012 no dio conciertos.

Y de Pajaritos, bravos muchachitos, su último disco hasta ahora, sólo hubo tres recitales. El primero de ellos fue el de Gualeguaychú, donde se cayó; el último, el de este año en Tandil, donde anunció que tiene párkinson. El Indio dio ahí una de las mejores performances vocales de su carrera, como si haber hablado de su enfermedad frente a su público lo hubiera liberado de un peso gigante. Las balas picaban cerca y el Indio lo sabía: el tecladista Pablo Sbaraglia no estaba presente por un «drama íntimo familiar» y a Martín Carrizo, el reemplazo de su viejo colaborador Hernán Aramberri, le detectarían una enfermedad grave.

Ese show fue especial, una transmutación de energía, y en el final el Indio salió a confrontar abiertamente con algo que Mick Jagger, en los qué shows de los Rolling Stones de febrero, había dicho en su ciudad, La Plata. «Muéstrenme el mejor pogo del mundo», dijo en un español guionado antes de cantar»(I Can’t Get No) Satisfaction». Y acá en Tandil, justo antes del puente que corea la gente en «Jijiji», el Indio le respondió: «Este es el pogo más grande del mundo. Mick Jagger, hacete de abajo».

Mientras enviamos esta edición de ROLLING STONE a imprimir, nos llega un mensaje de Julio Sáez confirmándonos que el Indio tocará el 11 de marzo en Olavarría. Unos días antes, sentados frente al Indio, le preguntamos: 

¿No tenés miedo, en tu situación, de no poder único que terminar un show?

Y si no lo puedo terminar… Y sí, puede pasar. Cada directo es una prueba, por eso digo que no tengo un futuro muy largo. Al menos arriba del escenario. Porque para esta enfermedad todavía no hay cura, te mantienen, medianamente. Las últimas veces ya estaba enfermo, y cuando creía que no, ya estaba enfermo también. Y no tenía tratamiento y no estaba haciendo nada de lo que estoy haciendo. Tengo fe en este momento, pero no puedo hacer seis shows en el año. Bueno, qué sé yo, that’s life.

En Tsunami decís: «La muerte es una buena oportunidad para sacarte de encima los compromisos».

Sí.

¿Por qué tenés ese sentimiento y, en todo caso, cuáles serían esos compromisos?

No, el sentimiento me lo transmitió Bowie cuando en un reportaje él dice: «Yo siempre quise hacer esta música».

El Indio resopla, se quiebra, se pone de pie como un resorte y se le cae una lágrima. «Las pastillas ayudan mucho para esto, disculpen», dice, alejándose. Y desde allá, al lado de su escritorio, cerca de los kleenex, viene la frase: «Yo siempre fui David Bowie.»

Llorando, el Indio se acerca otra vez hasta nosotros y continúa: «Entonces es liberadora la muerte. La última obra debe ser impresionante, cuando no tengo nada que perder. Y eso es lo que hizo Bowie, una obra maestra [se refiere a Blackstar]. Los primeros diez minutos de ese disco son impresionantes, los coros, ese saxo free, la voz de él, los videos… Lo que son los videos. Son de un dramatismo… Un tipo que hizo gala de su belleza, explotándola toda la vida, que de pronto se pone una máscara y se la saca…» Frente a nosotros, el Indio actúa ese momento del último clip de Bowie y hace como que se quita de los ojos una venda de forma violenta, apretando los dientes, quitándose una máscara imaginaria con brutalidad. Es una imagen con la que puede sintonizar: un gran artista popular despidiéndose de su público. «Es una maravilla, una liberación total, es mi última obra! Bueno, disculpen esta mariconada… Lo que pasa es que a todo el mundo le debe pasar lo mismo. Vos no querés cortar amarras con tu publico , porque le debes todo, pero quizá lo que tengo ganas de ser es Don Johnson en Las Vegas.» 

Sonríe con un gesto de amargura. Nadie sabe qué pasará con toda esa energía que concentra el Indio Solari en miles de fanáticos cuando él deje de tocar, cuando ya no esté, cuando sólo nos quede el holograma de este tipo que se ve a sí mismo en un Olimpo en el que dialoga con Jagger, Dylan, Cohen, Bowie…

Perdón, ¿dijiste «yo siempre fui David Bowie»?

Y, de alguna manera es eso. Siempre fui el Indio Solari y cuando estaba en los Redondos de alguna manera tenía que consultar. Y en los  Redondos yo hacía la mayoría de las cosas: la letra de la canción, la melodía, intervenía en los leitmotivs, hacía el discurso público porque el único que podía hablar era yo, que era el que sabía. No era porque ellos no supieran hablar, Skay era un tipo también culto, pero la idea básica de Patricio Rey era mía. Bauticé la puta banda que encima es un nombre pelotudísimo. y el único que podía sustentar con un discurso público el concepto, una palabra que odio…

Suena el teléfono interno de la casa: es Virginia, su mujer, que lo espera para comer. «Sí’” le dice él, «déjenme comer solo porque ya voy, ya voy, pero no puedo echar a la gente a patadas. Y sí, sí, chau». Corta y nos dice: «Es mi mujer, que tiene que ir a buscar a mi hijo, pero dejemos que vayan así yo me voy caminando tranquilo”.

Eso que tuvo Bowie, de diseñar su «last act». ¿Vos tenés pensado tu último acto?

No, es envidiable. Nada más lejos de estas enfermedades de mierda… Si no fuera porque tenés familia te pegas un corchazo, porque va todo para la mierda. Es lo que hablaba yo de la decrepitud. La decrepitud es una cagada, la sobrevida todo hecho mierda no vale mucho. Pero bueno, también el criterio de eternidad de uno ha cambiado y se aferra a la vida, porque tiene un hijo y quiere verlo crecer.

¿Qué creés que pasa cuando uno se muere?

Creo que cuando uno se muere devuelve el carbón, devuelve el azufre, devuelve esas cosas. Pero la personalidad, esa unidad que sos vos, no va a estar más. Y a mí lo que me importaría de la eternidad sería ser yo. Si no me prometés que la próxima vida se va a parecer un poco a ésta, me retiro. Bastante nos cuesta pensarnos a nosotros mismos, imaginate decir: «Bueno, a ver, cómo será…» iPuede ser de cualquier manera! Qué sé yo… Entonces me pasa eso con la vida. La tomo relativamente en serio, relativamente en broma.

Son entretenidos los libros sagrados, son muy bellos, pero tampoco podés creer que Dios se le manifiesta siempre a un viejo en una montaña. Por qué no abre las nubes y apuntando con el dedo, dice: «Existo, pórtense bien porque les voy a prender fuego el ojete en el infierno». Y a partir de ahí yo también digo: «Señor, lo que usted diga». Qué sé yo, no sé. Uno es más lo que ignora que lo que sabe.

¿Qué pensas que va a pasar con tu patrimonio cuando ya no estés?

No, yo le dije a mi familia que lo que les dejo es una posición para que estén cómodos y pueda elegir mi hijo si quiere rascarse el higo.

Sobre todo, para que elija por vocación. Y para eso tenés que tener algún dinero. Se te ocurre ser, qué sé yo, alguna cosa extraña, egiptólogo, bueno, por ahí te pagarán algún pasaje a Egipto alguna vez en un museo, pero de dinero no te vas a llenar. Entonces le dejo un dinerillo ahí como para que lo que me costó a mí ser vago no le cueste a él. Y trato de no decírselo, porque también me gustaría que fuera capaz de su vida, ¿no?

Pero, bueno, es un padre añoso uno también. Tiene esa cosa de que lo que podría haber sido de rectitud a los 23 años… En este momento, soy como el abuelo. La madre me odia porque le digo: «Bueno, ¿cuándo le vamos a comprar la moto?». Se lo digo en joda: «Una Harley Davidson». Y grita: «¡Nooo!» Y yo le digo: «¡Qué! Boluda, es hora de que decida, la carrocería en la moto es uno mismo», que es como decir, qué sé yo, la única verdad es la realidad [risas]. ¡No me hagan enemistar con los peronistas! Yo cuando converso, estoy conversando, entonces me libero del personaje y de pronto digo cosas inconvenientes.

En el Facebook, y en toda tu etapa solista, han aparecido otros personajes: El Fisgón Ciego, Monsieur Sandoz…. ¿Esos seudónimos que usás son otra forma de expresarte?

Claro. El Indio Solari es otra cosa: te escribe por mail, no por ahí. Después se darán cuenta, con el tiempo, o mataré a esos personajes.

Pero, ¿el Indio Solari también muere?

El Indio Solari es como la muerte. El Indio Solari se va a morir cuando muramos todos [risas]. Y como yo creo en este momento, cuando yo muero, mueren todos ustedes, desgraciadamente.


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