Una mañana de diciembre el Indio Solari nos abrió las puertas de su habitación en un hotel de Tandil. Lo que sigue es el resultado de una extensa charla donde se habló desde su niñez en Paraná, Los Redondos, el caso Bulacio, La Cofradía, la política, la cultura rock y la paternidad de un rocker que a los 62 años está en su mejor momento.
Revista Mavirock nro. 21, enero de 2012. Por Bruno Larocca. Fotos: Edgardo Kevorkian (KVK) -gentileza Indio-

Sandalias de nobuk, pantalón camuflado color verde, camisa a cuadros en tonos azules, los anteojos oscuros de siempre, la pelada rasante, la voz inconfundible.
– Andá tranquilo, Julio. Son gente amiga.
Son las diez de la mañana de un viernes de diciembre en la suite de un hotel de Tandil con vista a las sierras y a un campo de golf celestial. Después de despedir a su manager, Julio Sáez, el Indio Solari apaga el televisor y se sienta en un sillón de tres cuerpos color habana.
En la habitación hay un escritorio con un minicomponente, dos pufs haciendo juego con el sillón y una mesa ratona de madera. Sobre la mesa hay un libro de Zygmur Bauman, un ejemplar de la revista Future Music y una botella de agua mineral abierta, de la que cada tanto el Indio se sirve un vaso. Es la mañana siguiente de un anochecer agitado.
-Anoche fue justo el último día que tuve para salir sin que nadie me joda. Salí de caravana, bebí un poco de más, cené ciertas cosas pesadas y a cierta edad no es lo mejor si una noche después tenés un show de veintiséis temas.
Mañana será el último show antes de entrar a grabar el disco sucesor de El perfume de la tempestad. A los 62 años, Solari parece estar en el mejor momento de una carrera que lleva más de 30 años sobre los escenarios: convocando multitudes que, en los últimos conciertos, son como pequeñas ciudades dentro de otras ciudades. Se dice -nadie ni nada puede contar tanta gente- que en septiembre alrededor de 120 mil personas presenciaron su show en Junín, una ciudad donde viven 85 mil habitantes. La cifra fue todo un récord de convocatoria para un recital local. Y es justamente ese pico de convocatoria que se viene superando en los últimos conciertos, lo único que esta mañana al Indio parece inquietarlo demasiado.
-Para este show tuvimos que poner un límite en la venta de entradas, Como no tocamos en estadios sino en hipódromos y lugares así, en principio dijimos: “Bueno, venta a full”. Pero el control, para que todo salga bien, está en un riesgo grande. Son multitudes extrañas de cien mil personas. Y a veces, un poco más. Llega un momento que es la invasión a la ciudad, y con que haya un pequeño grupo en la puerta sin entrada, ya tenés un bardo. Porque sabemos que con poco se inicia una estampida: con dos tipos que empiecen a cascotear, al rato hay cien corriendo. Esto me hace acordar ahora al amigo Ciccioli, que estuvo ahí carroñeando un rato.
El Indio habla de Martín Ciccioli, periodista de canal América, que estuvo en la previa del show de Junín con una cámara de televisión a la pesca de algún disturbio.
-En lo que erró feo, después, fue en meterse en el caso Bulacio. Porque por estar carroñando afuera no sabe que ahora muy pocos se acuerdan, yo estoy poniendo en las pantallas la foto de Walter con la palabra “Justicia” por debajo.
–En su momento fueron varios los que cuestionaron la actitud de los Redondos en el caso Bulacio.
-Las razones por las cuales en su momento tuvimos la actitud que tuvimos ya fueron explicadas más de una vez en comunicados públicos. Y referían a que no nos gustaba televisar el dolor genuino de la gente. Y, además, en ese momento sobre todo, se aprovechaban esas marchas para que unos cuantos canallas estuvieran en primera fila, codo con codo, haciéndose los solidarios.
– ¿Quiénes eran los que se hacían los solidarios?
-Eran varios. En este momento me acuerdo de (Eduardo) Varela Cid y ya sabemos todos el perfil que tenía ese muchacho.
Segundo hijo de un padre jefe de distrito de correo y madre ama de casa. Carlos Alberto Solari nació el 17 de enero de 1949 en la ciudad de Paraná, Entre Ríos, y no en Concordia como salió publicado en algún libro.
-El personaje público crece de acuerdo a las necesidades de las personas, de que seas más valiente o más alto de lo que sos. Si te quieren, te mejoran. Y, de pronto, también hay un montón de malentendidos que no sé de dónde salen.
A comienzos de la década del 50 la familia Solari vivía en lo que había sido una de las casas de Urquiza, que era del correo central.
-Me acuerdo que me gustaba mucho jugar en la terraza o bajar a jugar en la plaza central, que estaba enfrente de mi casa.
La ciudad era igual a casi todas las ciudades levantadas a fines del siglo XIX: una plaza principal rodeada por el Banco Central, la Casa de Gobierno y el edificio del Correo.
-Tengo flashes de las veces que me llevaban a ver a la banda municipal, o a la banda de la Marina. Y como me llamaban mucho la atención las polainas de los músicos, yo pedía que me pongan unos soquetitos blancos.
Esos son algunos de los recuerdos que tiene el Indio cuando le preguntan por su primer acercamiento a la música.
-Me acuerdo también que mi vieja me regaló algo que yo usaba como una batuta y en realidad era un pedacito de caña.
Teníamos una de esas radios grandes de madera, y en casa escuchábamos Radio Nacional, música clásica. Lo cómico del asunto era que yo me ponía a dirigir frente a la radio con la batuta, y me paraba sobre unos diarios para hacer como si estuviera arriba de una tarima.
Son casi las once de la mañana. Ya llevábamos más de media hora en la habitación del hotel, cuando el Indio dice que, quizás, lo mejor de la cultura rock ya pasó.
-A mí me tocó vivir el verano del amor. Estos tres putos años nomás que yo digo en una canción.
La canción se llama “Tomasito, podés oírme? Tomasito, podés verme?, forma parte del disco “El tesoro de los inocentes” y dice así:
“Las pirañas vos creés / que no comen nunca entre sí / Amor, sabes? / los sesenta fueron tres putos años nomás! / Y Etcheverry es tu cielo /”
-Fueron tres putos años que marcaron todo, y hoy siguen marcando todo. La vanidad dice que quizás lo mejor de esta cultura ya pasó. Y hace rato que uno desearía, sinceramente, porque un rocker necesita estar a la altura de esos tipos siempre, que hubiera otra cultura invadiéndonos y relegándonos, como el rock relegó al jazz, o a otros géneros. Lo que pasa es que la cultura rock ha sido una cosa muy fuerte. Fue la primera vez que los jóvenes, por su condición de tal, se manifestaron. Antes que eso nunca existió una revolución de los jóvenes. Y abrevó en todos los desperdicios de la cultura imperante, se atrevió a hacer experiencias no ordinarias y a traerlas al super organismo, que es toda la cultura. Yo supongo que estamos a la espera de cambios estructurales tanto económicos, científicos, que todavía no dejan de ser promesas, que traerán también su propia manifestación artística en todo sentido. Ni siquiera tiene que ser exitosa. No n os olvidemos que la idea del artista famoso y todo eso es relativamente en la historia de la humanidad. Antiguamente, no hace tantos siglos, los artistas trabajaban a pedido. Eran artistas cortesanos, o juglares ambulantes. No eran famosos como hoy que cualquier tipo que le va bien y vende entradas pasa a una dimensión estelar extraña. Tampoco yo tengo mucho derecho a pensar esto en voz alta, porque yo estoy en el final de mi trayectoria, A mi lo que me pasa es que al haber vivido durante tanto tiempo la cultura rock, no encuentro novedades.
Lo que el Indio encontró en el último tiempo es que los músicos jóvenes tocan mejor que los viejos.
-Hoy cualquier pibe toca mejor la guitarra que Jimmy Page, Chuck Berry o Keith Richards. Solo que ellos generaron estilos. Hay violeros de muchas bandas que tocan muy bien, pero en algún momento ya escuchaste eso que están haciendo.
– ¿No hay una banda que por lo menos te haya sorprendido?
-Estuve y todavía estoy entusiasmado con Arcade Fire porque de movida propone una estructura donde el sonido es extraño: Que haya armónicos, cuerdas mezcladas con las guitarras… Lo que me atrae es que cuando aparece una banda que no está emulando. Pero no creo que este sea un momento especialmente bueno. Seguimos viendo que las grandes giras son los vejetes: los Stones, U2. Ahora estuvo acá Britney Spears, y ni se enteraron. Hay una oferta también en este país, que a mí me sorprende que venga gente a verme, La oferta internacional para las bandas locales es devastadora.
Para el Indio, la falta de novedades en el rock va de la mano de que culturalmente debe pasar algo importante en el arte o en la política.
-Algo tiene que explotar para que haya una nueva lectura y eso traiga nuevas maneras de expresarse. Y momentáneamente ya sabemos que la muerte del capitalismo ha sido prácticamente inmediata a la del comunismo, a la de la Guerra Fría. Tardó más porque tenía más juguetes para ofrecernos, pero ya todos sabemos que no puede haber esos mismos chiches para todo el mundo, porque la ecuación se va a la mierda y esto dura un pedo en una mano. Esto de los “indignados” son cosas extrañas. Quizás son mejores que la nada, pero no se parecen a la época que los Panteras Negras estaban mezclados con Leonard Bernstein y la izquierda exquisita.
A comienzos de los años 50, la familia Solari se trasladaba por distintas ciudades a medida que el padre conseguía un ascenso en el correo. Cuando el Indio tenía cinco años, los Solari ya se habían instalado en La Plata, después de un paso fugaz por Santa Fe. El hermano mayor… diez años más grande… también apodado Indio… mezclaba en su discoteca, que era a la que el Indio tenía acceso, discos de Luis Aguilé con Elvis Presley y Bill Haley. Y algo parecido pasaba con la lectura.
-Yo leía los libros que había en mi casa.
A los diez años el Indio había leído, entre otras obras, El crimen de la guerra, de Juan Bautista Alberdi.
-No entendía un catzo, pero eran los libros que había. Anoche justamente hablaba con mi doctor de eso, estaba haciendo un poco de memoria de cómo se introduce uno en la lectura, vas leyendo cosas que te gustan y te guían a otro autor, Supongo que a todos nos debe pasar lo mismo.
– ¿Eras buen alumno?
-En el primario era bastante bueno, pero me empecé a hacer la rata tempranamente. A partir de sexto grado ya me interesaban más las cosas que hacía afuera que en el colegio.
A los once años, acompañado por algunos amigos del colegio primario, el Indio intentó copar una casa que estaba en remate.
-Yo había visto en una película a un bandolero que para romper un vidrio se envolvía la mano con un pañuelo y lo golpeaba. Intenté hacer lo mismo, nada más que esa casa tenía los vidrios biselados. Me tuvieron que llevar al hospital y darme varios puntos. Ahí se desnudó que yo no estaba en el colegio. Y a partir de ahí fui más de estar fuera del colegio firmando cortometrajes de los pordioseros, haciéndome la rata. Siempre tuve una buena cabida con los celadores. Pero a la larga se hacía imposible porque estaba más afuera que adentro.
Pasó por el colegio de Bellas Artes, el industrial, el Normal 3 de La Plata, y con el tiempo se dio cuenta que lo suyo no eran las herramientas ni la contabilidad.
-No era un buen alumno porque no me prestaba a las clases. En aquel momento, cuando era adolescente, se jugaba mucho al póker. Y yo siempre encontraba alguna cosa que me atraía más.
– ¿Leías?
-Sí, siempre fui de leer. Mucho más que hoy, que compro más libros de los que puedo leer. Porque llega un momento que te dedicas a hacer. Hay una etapa que absorbes todo, pero llega un momento, cuando te prestan atención a lo que vos haces, que estás más atareado en componer, escribir y dibujar, que en absorber cosas. Sigo leyendo: Zygmunt Bauman, Haruki Murakami, que me compré el libro y es muy largo. Y después me enteré que era el primero de dos tomos. Me falta leer uno igualo, y no se si lo voy a terminar. En otro momento leía mucho. Yo viví en la costa, en soledad, y una de las cosas que tenía era la lectura.
En algún momento entre el final de los años 70 y el comienzo de los 80, que no recuerda con precisión, el Indio se fue a vivir a Valeria del Mar.
-Eran épocas difíciles donde uno a pesar de no estar metido en política, corría peligro. Yo en esa época fui torturado. Una vez que hicimos una entrada al Coliseo Podestá, que lo habían cerrado, me metieron en cana porque yo ya tenía antecedentes por otra detención de una vez que habían entrado a una casa quinta en City Bell y encontraron fotos locas de un show. Entonces decidí irme a vivir a la costa durante cuatro años.
Ya había conocido a Guillermo Beilinson -hermano de Skay- en La Plata, y escribía y tocaba canciones con una guitarra acústica cuando en un invierno en Valeria del Mar “a bordo de un fernet puro” el Indio y Guillermo hicieron algo más parecido a un libro que a un guion de cine. La obra fue filmada y se llamó Ciclo de Cielo sobre el viento, y tenía entre los actores al Indio Solari de pelo corto, barba, traje, chaleco, corbata y maletín.
-Ahora aparecieron en YouTube algunos fragmentos de esos ejercicios de filmación en los que hasta yo trabajaba. Alguna vez he visto con bastante pudor esas cosas que pasaban, porque se hacían decorados y se filmaba en distintos lugares, como el sótano de la galería Rodrigo, o en los depósitos de maquinarias de una de las empresas de los Beilinson. Lo que hacíamos era también como un viaje para estar en distintos estados.
Vivian el presente. No tenían sueños de filmar una gran película o de armar una banda de rock & roll. Era la década del sesenta.
-No teníamos ningún sueño. Primero porque no era una época donde se premiaba al rock & roll. Lo único que pasaba era que le metían en cana y te cagaban a pelos. Entonces era imposible soñar que ibas a poder vivir de eso o transformarlo en un amanera de vivir. Todo lo contrario: era como una especie de rebeldía.
El Indio ya había leído a escritores como William Borroughs y Jack Kerouac. Los Beatles habían hecho explotar al mundo. Y todas esas cosas lo fueron guiando a ciertas lecturas, películas y discos.
-Quería absorber toda esa información y practicarla, ponerla a prueba, filmar, tomar productos, zapatear, chiflar, cantar, pintar, hacer canciones, hacer performances. Te anotabas en cualquiera. Se fue formando lo que fue la cultura rock, y a partir de ahí uno estaba metido en eso. Durante un tiempo, ni Los Redondos, Almendra o Manal, ninguna de esas bandas, soñaron que podían llegar a ser populares.
Es media mañana, desde la habituación contigua se escucha el sonido de los muebles cuando se corren. El Indio gira la cabeza, se queda dos segundos en silencio como esperando oír otro ruido, y se sirve un vaso de agua mineral.
-En algunos programas de televisión dicen que, a diferencia de la década del 90, en los últimos años las letras del rock argentino han perdido contenido político. ¿Estás de acuerdo con eso?
-Mirá, esto sirve para explicar un poco estas cosas que no se han terminado de entender de lo que yo pienso. A mi no me interesa que vos me digas que votás como plomero, piletero, músico, o artista. Cuando salió una nota reducida a un título “No creo en los artistas militantes”, es porque para mí uno tiene que militar como ciudadano independientemente de qué mierda es.
Por primera vez en toda la mañana la voz del Indio se pone tensa cuando hace referencia a una entrevista publicada en septiembre de 2011 en el Diario La Nación.
-Si sos zapatero, o pedicuro ni siquiera nos indica tu voto desde un punto de vista corporativo. Puede haber otro pedicuro que vote por otra opción. Los artistas en general estamos obligados a mudar de dogmas como quizás no ocurre en otras profesiones u oficios. Yo no creo en los artistas militantes porque para militar en algo tenés que creer en el tiempo en los mismos dogmas. El artista está casi obligado a cruzar las fronteras, a buscar nuevas miradas, a atreverse, a hacer experiencias no ordinarias que la sociedad tiene que cumplir con el sentido común. Hay un sentido común de la sociedad que el artista no tiene que tener en cuenta, porque tiene que buscar otro sentido. Al menos esa es la mirada que yo tengo de lo que debe hacer un artista. No pintar la aldea. Eso de pintar la aldea y estar relatando lo que está viendo todo el mundo también es válido, y tampoco yo estoy en contra de que haya artistas militantes. Pero mi visión del artista es otra.
– ¿El artista debe asumir un riesgo?
-El artista tiene que correr riesgos en lugares inapropiados para la política. Creo que el artista se manifiesta por el estilo, y el estilo nunca es neutral. Vos podés escuchar canciones mías que con mi estilo te están diciendo de qué estoy hablando y qué cosas no me gustan, qué cosas creo que son canalladas, qué cosas creo que son injustas, qué cosas creo que tienen que ver con el derrame del producto bruto interno. Están dichas de otra manera, tratan de llegar a un sector determinado y no como un panfleto, sino que tratan de llegar al corazón y la emoción de las personas. Yo tengo que ver qué me emociona a mí para tratar eso a los demás. Y el estilo es el que manifiesta el artista, no su posición política. La posición política le cabe como ciudadano, como tipo que tiene que pensar políticamente cuando va a emitir el voto. En los últimos reportajes dije que yo estoy muy conforme con lo que hace este gobierno, pero no me pidas que salga a militar. Porque yo estoy dedicado a otra cosa, a correr otros riesgos.
El Indio hace otra pausa y pide, por favor, que si esta parte de la nota se va a trabajar y editar, seamos cuidadosos.
-A veces con malicia y otras veces por ignorancia, quedan flotando cosas que me pintan que es lo que yo quiero decir. A veces yo mismo me meto en estos quilombos por traer palabras o sujetos que comúnmente la gente desconoce, o no le interesa.
Una vez, explica el Indio, citó en una entrevista al psicólogo y filósofo francés (Henri) Laborit y le pusieron “laboratorio”.
-Ahora en televisión hay muchos programas que editan y comentan fragmentos de entrevistas. ¿Te molesta?
Eso es de terror. Si yo quisiera decir un eslogan lo diría. No estaríamos hablando desde hace no se cuanto tiempo de lo que yo hacía en Paraná o la política. Entonces no podés estar segmentando cosas de las que yo hablo durante dos horas, porque de movida siempre te hacen quedar como un tipo que la tiene clara y no se dan cuenta que en la conversación venís dudando, pensando que vas a contestar sobre algo que ni se te había ocurrido que podía llegar a ser interesante para alguien. Es complejo exponerse.
-Pero vos sabes que so sub referente para mucha gente y que tus letras tienen un contenido político?
-Sí, hay política. Pero tiene que ver con el estilo y no con la cosa panfletaria. Lo que tiene el artista es que es infiel porque está en la búsqueda. A mí lo que me pasa es que mudo de dogmas porque estoy en la búsqueda. Cuando discuto con alguien, o converso, no quiero ganar o imponer mi idea. Quiero que se imponga una idea que me convenga. Si vos tenés razón, y a mi me conviene porque me estoy enterando de una nueva manera en la que yo también creo. Cuando yo expongo mi discurso no es para convencer, militar, o para que vos tengas que pensar lo que yo digo. Hay un dicho que dice “Mis enemigos empiezan a ser peligrosos cuando empiezan a tener razón”. Entonces cuando comienza a tener razón a tu sentimiento, a tu manera de ver las cosas, lo conveniente es que adoptes eso porque es lo que vos estás creyendo, por más que lo niegues públicamente. El militante es el tipo que defiende el dogma o una ideología y va con la bandera. Y está bien porque hay momentos de lucha que faltan que esos dogmas, o manera de ver la vida, se impongan, pero quizás no es el rol del artista. Quizás en algún momento el artista tenga que guardarse en un cajón y el ciudadano deba agarrar la ametralladora porque la infamia que hay es muy grande. Pero hay momentos que no, cuando estás viviendo en democracia y todo el mundo es libre de decir lo que quiere, yo tengo para decir esto: no creo en el artista militante porque yo no puedo cumplir con la militancia de no perseguir nuevas miradas y defender dogmas e ideologías a través del tiempo. Primero, porque creo que nunca hubo una ideología que solucionó los problemas políticos para siempre, entonces es imposible mantenerse tozudamente en el tiempo defendiendo ideologías. Yo soy un hombre de izquierda, pero la vez pasada decía que una nueva izquierda siempre tiene que ser nueva, porque el marxismo es de la época de la máquina de vapor, independientemente del gran pensador que ha sido Carlos Marx. Han pasado muchas cosas como la psicología, la psicodelia, la cultura rock, como para que la gerontocracia de la izquierda quiera hacernos creer que todavía están vigentes todos los dogmas. Yo soy de izquierda porque siempre está afuera de todos los poderes dominantes. Pero bueno la nueva izquierda es la que nace a cada momento. Si no, deja de ser la nueva izquierda para ser una cosa vieja. No es que me escondo. Yo he opinado públicamente, y como ciudadano digo que creo que este es el momento propicio para apoyar las medidas que este gobierno está tomando, porque creo que es el mejor que hemos tenido desde el comienzo de la democracia. Pero lo creo como ciudadano, no me voy a dedicar a la militancia.
-Los hermanos Beilinson tenían un grupo llamado Diplodocum, que hacía covers en inglés. No tenían la aptitud de hacer canciones, pero sí de generar la movida. Hasta que un día a Guillermo se le ocurrió presentarme al hermano, y a partir de ahí arrancamos con Skay a hacer canciones que nunca grabamos. Y después, bueno, tuvimos todo lo que dio esa dupla compositiva durante muchos años. Comenzamos a venir a tocar a Capital. La ciudad de La Plata, de clase media, tenía a mucha gente talentosa, pero muy temerosa de ir a probarse a Capital Federal. Terminaba toda su popularidad en Camino de Cintura. Y nosotros decidimos ir a probar a la banda allá.
– ¿Cuál fue tu vínculo con la Cofradía?
-A La Cofradía de la Flor Solar la conocía, pero no tiene ningún parentesco con el discurso público que yo hice. Que es un discurso público más urbano, más ríspido, no tan bucólico y hippie. Musicalmente tampoco tiene mucho que ver. Ese es un hilo conductor que están haciendo los Beilinson, los Cohen. Están haciendo esa descripción de la historia, y bueno, estoy expuesto por toda la descripción que se hace a través de uno.
– ¿Pero Skay y Rocambole te involucran dentro de la historia de La Cofradía?
-Parece como que yo soy un invitado posterior -dice el Indio y largará una sonrisa que durará varios segundos-. El tipo que bautizó la banda, que escribió todas las letras, que escribió todas las melodías que son las canciones. Yo se donde está la obra, y se que cada vez que me fui de algún lado, la cosa se fue conmigo. Por ese lado estoy muy tranquilo. Pero independientemente de eso, la gente cree en lo que ve, lo que lee, y lo que le gusta creer. He leído libros donde había mujeres que yo no conocí, que decían que estaban profundamente enamoradas de mí, que todas estaban enamoradas. Ojalá hubiera pasado eso porque estaban buenas. Son cosas que pasan después que vos tenés algún tipo de popularidad o resonancia. Hay una necesidad de la gente que ese momento que formó parte de tu vida vista traje de luces.
Desde algún momento a finales de la década del 70, que dice también no recordar bien la fecha –“las experiencias no ordinarias y la política del éxtasis ha hecho un desastre con mi memoria”- el Indio lideró ese monstruo de dos cabezas llamado Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota -la otra era Skay-, con el que, en dos décadas, editó una obra majestuosa, giró por todo el país y llenó estadios: Obras, Huracán, Racing y River -en dos oportunidades- sin el apoyo de compañías discográficas o productoras.
“Los Redondos nunca tuvimos que luchar contra la adversidad. Cuando tocábamos en lugares para cien personas, venían ciento cincuenta. Antes de llegar a River hicimos Huracán y Racing. La convocatoria de la gente nos fue llevando a lugares. Quizá por eso se me hace difícil ver un shock de la diferencia de convocatoria. A nosotros no nos puso en el éxito una corporación -dijo el Indio en 2001, en una entrevista con el suplemento Si, de Clarín.
– ¿Cuándo te diste cuenta que podías dedicarte exclusivamente a Los Redondos?
-Tuvimos la suerte de tener resonancia temprana. Nos empezó a ir bien, pero de tocar los fines de semana en los pubs, donde en esa época no era como ahora que a los chicos los esquilmaban y les dicen que tienen que vender entradas, sino que nosotros nos quedábamos con las entradas y el dueño del boliche con las bebidas. Los periodistas del under de esa época, como Alfredo Rosso, hicieron buenos comentarios, y eso generó que los pubs se llenaran con doscientas o trescientas personas.
Eran los comienzos de la década del 80, y en aquellos años, de lunes a viernes, el Indio trabajaba de secretario en un hogar de niños. Y la vida del empleado administrativo y la del rockero que tocaba todos los fines de semana comenzaban a llevarse a las patadas.
-Los lunes llegaba hecho mierda, de mal humor, porque había pasado el fin de semana de jarana. Y, encima, con lo que tocábamos los fines de semana ganábamos más o menos un sueldo. Yo ya estaba medio alienado con las dos cosas. Mi mujer, Virginia, fue la que me dijo: “Dejate de joder, te quiero ver feliz. Vemos si se corta, pero mientras tanto hacé lo que te gusta”.
Después de nueve horas de trabajo en el hogar de niños, el Indio tenía que ensayar con Los Redondos.
-Terminaba hecho mierda, y después tenía que viajar hasta mi casa que estaba en Ramos Mejía. Ahí fue cuando decidí abandonar el Hogar de Niños. Gracias a Dios la taba dio suerte, y pude vivir de esto cada vez mejor.
Cuando el Indio se levanta por la mañana en su casa de Parque Leloir, a eso de las 8, lee los diarios, desayuna y enciende el primer cigarrillo Nat Sherman del día. Después de todo eso, no tiene ganas de ir a pescar, o de jugar al fútbol, o de hacer otra cosa que no sea ir a su estudio Luzbola y ponerse a dibujar, escribir, a tocar la guitarra, a hacer fotomontajes, a fumar otro cigarrillo. Todo eso y estar con su mujer Virginia y su hijo Bruno es lo que más disfruta.
-El lugar es lindo, porque tengo un parque con árboles añosos. Gracias a Dios, yo me he ganado el dinero genuinamente. Muchas veces hay algunos pelotudos que dicen: “Bueno, con el dinero que gana”. Y si hay alguien que se gana el dinero genuino soy yo. Porque en realidad lo único que hago son canciones que le gustan a la gente y las compran, y de eso vivo. Ni siquiera detrás de mí hay una corporación que me está fogoneando o tratando de imponerme en otros lados. No vivo de la rutina de nadie, sino de la mía. Y además soy bastante austero, tengo un lugar que es una antigua casa de campo, no es una mansión como dicen por ahí. Para mucha gente puede ser una mansión, pero no es así. Es una casa de campo que compré en un momento muy especial y después se valorizó más por la autopista que va para allá. La compré más que nada por el parque, necesitaba con mi fobia tener un lugar sin que nadie esté vigilándome.
– ¿Cómo te llevás con la paternidad?
-La llevo muy bien porque soy un padre que dispone de mucho tiempo. No soy un tipo que se va a la siete de la mañana y vuelve a las cinco de la tarde, o tiene dos laburos. Yo estoy todo el tiempo en casa, el que tiene más actividades es Bruno. Yo lo veo cuando él puede, y él me puede ver todos los días. ¿Qué podemos decir los padres de un hijo? Es un pibe muy despierto, amoroso. Y todo término amoroso de un padre para con su hijo es redundante.
– ¿Tu hijo ya entiende lo que genera el padre?
-Durante mucho tiempo lo mantuvimos bastante alejado. Ahora ya no, porque los amiguitos le dicen. El tipo ve las revistas y sabe lo que pasa. El general en casa no se escuchan Los Redondos, o mis discos. Yo no lo puedo llevar a los shoppings o a Mac Donalds. Lo lleva Virginia. Y a él le encanta como a todos los pibes comer una hamburguesa con papa fritas y los chiches. Ahora ya disfruta mucho de los shows en el backstage, ahí a un costado, bailando el show con mi muer. Pero también está en su mundo. A él lo que le gustan son las maquinitas.
– ¿Te gustaría que sea músico?
-Me gustaría que sea feliz en cada momento eligiendo algo que lo haga feliz. Él canta muy bien, tiene un oído de la puta madre, pero está empezando a entender la magnitud del padre como artista y medio que prefiere otras cosas. La madre, mi mujer, también canta muy bien. Quizá no tiene una voz con un carácter como Mercedes Sosa, pero armoniza, hace voces, afina. En casa escuchamos mucha música, siempre hay algo sonando. Y Bruno disfruta con Tom Petty, de los Stones, de Arcade Fire. Cuando viajamos lo llevo a ver shows. Además, el tipo estudia inglés y sabe más que yo. No puedo contar más que maravillas de él. Y como justo cumple años, mañana le voy a dedicar el show.
Mañana, antes de que termine la primera parte del show, el Indio dirá que se lo quiere dedicar a su hijo Bruno, que cumple años. Después pedirá disculpas por pedir algo personal, y el recital continuará con Un ángel para tu soledad.
-En este momento trato de no cargar a mi hijo de vergüenzas y consignas. Tratamos que estudie. No es un tipo muy aplicado, pero gracias a Dios es muy despierto. De todas maneras, cada momento es un aprendizaje. Ya veré de qué cosas tengo que preocuparme y qué cosas me harán feliz. A mí lo que más me aterra es que mi hijo haga cosas que yo hice. Probablemente sea un padre cagón. Le diría: “esto no y esto no”. Y él hará lo que quiera. Los padres creen que saben lo que hacen los hijos, y en realidad solo saben el quince por ciento.
Al Indio siempre le gustó la pintura y realizar trabajos con técnicas mixtas. Así ilustró las portadas de los tres discos solista que tiene editados. Pero ahora que se volvió amante del mundo digital, dice que no extraña nada lo analógico.
-No extraño para nada lo analógico y todo eso. Yo juego con lo digital; imprimo, escaneo, trabajo encina, hago fotomontajes de cuatro tiempos con cuatro imágenes diferentes, cambio colorines y todo eso lo retoco con la computadora. El primer disco, El tesoro de los inocentes, tenía dibujos y collages hechos a la vieja usanza, recortados, pegados y trabajados con tinta china. Pero después ya en Porco Rex y El Perfume de la tempestad hay más fotomontajes y técnicas mixtas.
El Indio dice que sus trabajos no tienen ninguna pretensión gráfica, son como catálogos donde está la letra y hay ilustraciones que tienen que ver con el clima de una palabra que odia: “Concepto”. O con la idea general que tiene.
-Eso es algo que me divierte mucho.
-Recién decías que tocabas la guitarra. ¿Lo hacés por hobby?
-Yo no se tocar ninguna canción mía. Solamente hago las rítmica al momento de componer y después todo lo que son arpegiados los hago con teclados que paso por preset que tengan sonidos de guitarras y pedales, y que después puedan tocar los guitarristas, que son los que saben. Yo no se tocar un solo de nada. Se los acordes para acompañar las canciones y nada más. Y en el teclado se tocar las armónicas graves y con un dedo. Con esta mano más o menos me la rebusco.
El Indio levanta su mano derecha.
-Pero con ésta…
Ahora levanta la izquierda.
-Con ésta toco con un dedo -dice con una sonrisa-. Después si: la digitación en el teclado como para hacer los arpegiados o las cadencias las hago todas yo. Y me gustan que la toquen los que saben en la guitarra. A veces quedan, porque el sonido que salió le da un color extraño. Más de una vez quedan las cosas que hice con los teclados y parecen que fueran guitarras.
Al Indio le gustan las guitarras eléctricas, las texturas, mezclar sonidos extraños, los loops: para que la música tenga, como se dice en el fútbol, otro volumen de juego.
-En los ensayos tocamos temas de los Redondos y son como más frescos, pero son más chiquitos. Tienen menos coloraturas. Casi son más pop, aunque sean rock. En cambio, los temas que compuse desde Momo Samper para acá, al incluir cuerdas, texturas, brasses, loops y cosas así, tienen una densidad sonora más amplia. Es un trabajo complejo porque tenés que usar todo el espectro estéreo y todo el armónico. Tenes que cuidar tanto la mezcla como el mastering, tenés que tener mucho cuidado porque yo compongo con mucho contrapunto y contracanto, y eso tiene que cruzarse bien en tiempo y afinación porque sino dan disonancias o queda feo. Es trabajoso como tengo que componer porque es una forma más orquestada.
– ¿Te cuidas la voz?
-No, en absoluto. Ni siquiera caliento la voz. En ese sentido soy medio descajetado. Yo soy un eterno amateur, no soy un profesional. Recién me cuido cuando me doy cuenta que se me viene el show encima y ya tengo la gola hecha mierda.
-En El Perfume se nota que hay mucho trabajo en las voces.
-Si, en realidad las voces están un poco más al frente y los contrapuntos son más que nada de guitarras, que aparece un arpegiado sonando para un lado y se cruza con otro y genera un armónico. Es como que siempre hay dos o tres elementos jugando. Yo supongo que en el rock nacional hay mucho de eso de dos guitarras, bajo y batería por la economía y el tiempo que tienen las bandas para trabajar. Y a mi eso me aburrió. Creo que eso les pasa mucho a los músicos que van creciendo de edad. No es lo mismo el Peter Gabriel o el David Bowie de la primera época y el de la última.
¿Con los años te fuiste atreviendo a cosas nuevas?
-Si. A veces tenés el temor de cortar amarras con el publico porque la gente no se dedica full time a la música, como tampoco se dedica full time a la pintura. Entonces hay abstracciones que el artista llega con mucho trabajo y que la gente después no ve. Quizás llega más fácil una canción simple de guitarras, que cuando haces un tema con arpegiados cruzados con contrapuntos, armónicos especiales y texturas extrañas. Yo trato de que siempre haya una batería al frente.
Hay un corazón que al Indio no le gusta destruir para que su música siga siendo parte de la cultura rock.
-Siempre vas a escuchar unas guitarras y un bajo al frente, pero hay implicadas un montón de texturas que le da a las canciones una densidad sonora diferente a como suenan otras bandas donde se escuchan las guitarras y no hay otra cosa.
Esa diferencia quedó plasmada en su trilogía solista, donde hay sonidos de teclados que aportan esa densidad sonora de la que habla el Indio.
-En el primer álbum me escapé más de la cultura rock, es un disco más de lo que tenía ganas de hacer y liberarme de lo que venía haciendo. Pero ya mi influencia desde Ultimo bondi a Finisterre, que era una época donde los sonidos de las máquinas de ritmo eran más rudimentarias, era ésta.
El Indio sabe que puede hacer un disco sin llamar a un baterista, pero prefiere que venga un músico y toque la batería.
-Lo que no se puede es imitar la voz.
Y eso es algo que lo beneficia.
La mañana -en el Hotel de Tandil- pasa como una película en cámara rápida. Cruzado de piernas, descalzo, mientras se frota la planta del pie izquierdo con la mano derecha, el Indio dice que en unos días viajará a una feria de instrumentos musicales de Los Ángeles, Estados Unidos. Y a la vuelta piensa plantear en su estudio lo que será el cuarto disco con Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.
-Ya tengo algunas maquetas y algunas improntas que a veces hago con un grabador manual tarareando las cosas, como hacía al principio. Se me ocurren algunas ideas entonces tarare la línea de bajo y un poco el ritmo si no tengo una grabadora digital chica. Ahora me compré un aparato que es una computadora con teclado y todavía no lo depuré. Sigo grabando con una grabadora digital de 16 canales con máquinas de ritmo.
El proceso de grabación es así: el Indio hace las primeras maquetas pasando todos los teclados con pedales de guitarra y produciéndolos para que los arpegiados parezcan guitarras. Después se encierra con Hernán Aramberri -integrante de Los Fundamentalistas- a editar esas maquetas que, a veces, son muy libres. Porque, en realidad, lo que el Indio hace en su estudio es poner un ritmo, agarrar la guitarra y darle un rato. Después, lo que queda, empieza a editarlo hasta hacerlo canción.
-Ahora estoy obligado a hacer el disco en mucho menos tiempo que antes, porque hoy en día es muy difícil para una producción independiente. Es invertir dinero y tiempo en algo que ya no vuelve, que la gente lo baja gratuitamente. Es una pena porque no solo me pasa a mí, le pasa a los músicos que están acostumbrados a ganar dinero durante el invierno que yo grabo, y este año será mucho menos. No puedo invertir la cantidad de dinero que invertí en los primeros tres discos.
– ¿No pudiste recuperar la inversión de los tres discos?
-En esos tres discos sí. Yo sigo siendo vendedor, pero cada vez está más difícil, Yo supongo que éste será el último disco que pueda hacer. La gente quiere comprar el librito porque las ilustraciones son mías. Entonces el disco se banca a sí mismo. Pero no da ningún tipo de ganancia que tenga relación con el tiempo que estás invirtiendo. Una cosa es recuperar lo que gastaste y otra cosa es que los nueve o diez meses de trabajo sean reconocidos económicamente. Y eso ya no pasa, la cosa se ha transformado en sponsors, telefonía celular y todas esas cosas que yo no tengo el hábito de aceptar.
– ¿Por qué?
-Porque… soy un viejo choto que no le gusta mezclar las cosas. No me gusta trabajar para una empresa que a partir de que te da el cheque decide un montón de cosas. Así que no sé cómo haré de aquí en más.
-Cuando salió Porco Rex dijiste que tenías planeado hacer un disco de covers en castellano, entre ellas mencionaste alguna de Los Beatles.
-Lo que pasa es que hay que entender que yo me meto en todo lo que hago., entonces me cuesta. Tengo grabado el recital de La Plata con cámaras HD y no lo puedo coproducir porque no tengo tiempo. Cuando estoy en la época de tocar, me dedico a eso, y puedo hacer la gráfica del próximo disco en la computadora, o poner algunas ideas. Yo hago las letras, y la gente se piensa que me salen de taquito. Y, en realidad, tengo que acomodar el fraseo de las ideas que tengo. Hago la tapa, hago la música, produzco los discos, entonces no tengo mucho tiempo para embarcarme en proyectos que me gustaría hacer.
– ¿En qué quedo esa idea de salir de gira con Andrés Calamaro?
-En algún momento hablamos con Andrés de hacer una banda para, en vez de grabar un disco, salir de gira, recorrer el país tocando en lugares chicos. Son ideas que nos gustaría hacer, pero tanto Andrés como yo somos muy convocantes, entonces es imposible tocar en un teatrito de Espeleta. Son ideas raras que uno tiene y le gustará concretar. Por mas que le cambiemos el nombre a la banda, la segunda vez ya se correría la pelota. Encima, mientras uno va haciendo otras cosas, se le van acumulando canciones. Y uno lo que más disfruta es hacer diez o veinte canciones nuevas para el mundo y que resuenen en la gente. Además, tengo un hijo de 11 años con el que quiero disfrutar, salir a pasear, viajar, que es cuando puedo estar más libre de acuerdo a mis fobias para estar con mi familia.
-Decís que no te alcanza el tiempo, y al mismo tiempo pareciera que te cuesta delegar algunos trabajos que podrían hacer otras personas.
-Yo soy medio obsesivo, quiero que las cosas tengan mi sello. Delego bastante poco, y eso me absorbe el tiempo.
– ¿Ya tenés algunos temas del disco que vas a grabar?
-Me quedaron unos temas del anterior, no porque sean peores o mejores que los que edité sino porque algunos se asoman más rápido que otros, o porque quedaron en slow tempo y quiero ver de qué manera los puedo hacer más dance. Voy a arrancar con Hernán a trabajar sobre esos temas. Creo que hay cinco que prácticamente están, y podrían haber formado parte de El Perfume. Pero bueno, tengo que cambiarles un poco las letras y adecuarlos al nuevo concepto, que no te lo voy a contar, pero ya está diseñado. Tengo el arte de tapa hecho, ahora me falta entrar al estudio.
– ¿Seguís fantaseando con tocar en Nueva York?
-No, no… ese show probablemente será como medio selectivo. Y eso es lo que me da cierta cosa. Es una ciudad que yo quiero y me gusta mucho. Queda feo eso que dije que yo extraño más Nueva York que Buenos Aires, pero yo no conozco Buenos Aires porque mi fobia no me permite ir a comer a restaurantes u otros lugares por el reconocimiento público. Eso me pone inquieto, no me deja estar anónimamente, que es lo que uno disfruta de la vida. Nueva York me pareció una ciudad muy cómoda para andar a pie. Tiene de todo: espectáculos, cines, teatros. Uno puede ir a ver a los grupos que te gusta, como Tom Petty. Entonces termina siendo una ciudad con la que te encariñas.
– ¿En Argentina ya te resignaste a ir a ver un show?
-Si, no voy. Todos los shows los veo en Nueva York o Londres, que son uno de los pocos lugares que conozco. Yo no conozco muchos lugares más que Los Ángeles o el sur de Estados Unidos. Me voy a Pennsylvania porque tengo un amigo allá y cada vez que voy aprovechamos y salimos de joda a recorrer lugares hermosos. Pero acá, primero que no me gusta el VIP, eso de andar rodeado de gente como si fuéramos especiales. Y a la popular no puedo ir. Hay veces que me gustaría ir a ver a algunos grupos como los Foo Fighters, pero casualmente tuve la suerte de verlos hace dos años ante dos mil personas. Me pasa que a la mayoría de los grupos que crecen la los vi unos diez años antes en lugares chiquitos y cómodos.
– ¿Te tienda hacer un show en un lugar chiquito para pocas personas?
Si. El asunto es que el publico mío no es muy obediente. No es que podés decirle que no hay más localidades y no van. Ellos van, quieren entrar y no se dan cuenta que el espacio físico no resiste. Y se corta la calle y se arma quilombo. Entonces, medio que eso lo tengo reservado para cuando la gente deje de disfrutar lo que hago y la convocatoria sea para ese lugar. Por supuesto que me gusta porque es un ámbito que conozco de haber recorrido teatros con Los Redondos, y está bueno. Tiene sus contras también porque el de las luces y todos ahí son muy sindicalistas y tienen cosas muy burocráticas, pero un teatro es un lindo lugar para tocar.
– ¿De verdad crees que puede llegar el momento que convoques a dos mil personas?
-Para mí, los éxitos siempre fueron efímeros. Me cuesta creerlo porque ya tengo 62 años, y probablemente me retire antes de que eso pase.
«TENGO LA MORAL Y LA ÉTICA DEL GUERRERO»
Por Ariel Bacca.
¿Cuándo sale el disco nuevo?
-Yo no puedo pensar en tiempos. Lo saco cuando siento que ya está. Y. generalmente, como soy bastante maniático, siempre tardo en que me guste.
¿Cuándo pensás volver a tocar?
-En principio, mi idea es volver a tocar en septiembre y en diciembre del año que viene. Pero todo de acuerdo a como vaya lo del disco.
-En el show del año que viene ¿puede ser que ya estén tocando con vos Semilla y Dawi?
-Eso fue algo que se me fue de la lengua. Tengo ganas, pero los voy a invitar seguro cuando empiece a trabajar. Yo supongo que Sergio no tendrá inconveniente porque ya tocó conmigo y yo canté en su álbum. Semilla en un reportaje primero dijo que sí, y después vi un video que dijo que sí, pero no lo vi muy entusiasmado. De Walter Sidotti hace rato que no tengo noticias. Se que toca en una banda (Nota de MR: Rey Sonámbulo). Más que nada es porque no nos vimos más. Ellos quedaron medio flotando en el aire porque cuando se separaron los Redondos no podían tomar decisiones. Vinieron a mi casa., yo les expliqué lo que había pasado, y supongo que del otro lado les habrá explicado otra cosa. Ganas siempre tuve, lo que me parecía demasiado demagógico era que en los primeros trabajos se pueda llegar a pensar que yo quisiera respaldarme en el resto de la banda para seguir vendiendo discos. Pero ahora ya está. ya saqué tres discos que se vendieron muy bien, sigo llenando estadios, está todo bien. No hay ninguna necesidad de convocarlos para un beneficio que no sea estar con ellos.
– ¿Cuál es la idea?
-Mi idea no es que Semilla toque el bajo. sino que toque el acordeón. Me hubiese gustado que Semilla hiciera las tapas de mi disco, que sé que eso le gusta más que tocar el bajo. O que Walter toque unos tamboriles extraños. Que si Sergio toca el saxo. procesarlo para que quede como un sello. Ya tengo músicos que tocan el bajo, el saxo y la batería. y lo hacen muy bien. Todo dependerá si ellos están a favor.
– ¿Con las declaraciones que hicieron en los últimos tiempos vos y Skay, la vuelta de los Redondos sería un milagro?
-Yo tengo la moral y la ética del guerrero. Para mi hay cosas que no tienen vuelta atrás. Sé que a veces es una tozudez, pero hay infracciones que son muy difíciles de arreglar. Y no sé si quiero hacerlo dejando esa herida abierta. Porque hay bandas que se reúnen odiándose por intereses. No quiero dar nombres. pero todos los que estamos el medio sabemos que algunos se reunieron por el billete. Y me parece que los Redondos no se merecen eso. A mí me llegan declaraciones de él que dice que está muy conforme con lo que está haciendo, que se sacó un peso de encima. Y yo también. porque cuando uno es solista no tiene que andar consultando a nadie nada. Para mí lo penoso es la manera en que se terminó. Pero yo mucho no puedo hacer por eso. Yo sé cómo sucedieron las cosas y hay lastimaduras que no cierran. Encima estamos muy grandes como para que pasen 20 años y un día los dos viejitos digamos: «Bueno, me cagaste con esto, pero no importa». Como esas películas de cómicos que se odian, pero los quiere reunir un productor y siguen haciendo el número. Porque se puede hacer, pero no es mi manera de ver las cosas. Por lo que veo tampoco a Skay le pasa nada con la vuelta. Y si no estamos nosotros, los Redondos no pueden volver.
-Desde que se separaron, ¿alguna vez propusiste volver?
-No. Lo que propuse fue que me devolvieran lo que era mío.
-En el tema Porco Rex queda la sensación como que vos dijiste “dejemos esto de lado».
-Tuvimos reuniones posteriores donde se prometía que eso se iba a solucionar, pero como en los años anteriores, el poncho no apareció jamás. Y pensando para atrás, esto arruina un montón de cosas, porque no sabes cuando empezaron a pensar en vos, en otros términos. Y te quedas medio en el aire porque para mí eran mis mejores amigos. Entonces se empieza como a arruinar el pasado. Y eso es una pena. A mí la estampita que más me gustaba de los Redondos es la de la última banda: Walter, Sergio, Semilla, Skay y yo. Por más que tengo buenos recuerdos de Tito Fargo y Willy Crook.
-El poster de la pieza era ése.
-Exacto. Hay gente como Willy, a la que yo quiero mucho. A mí me gusta la gente que me hace reír, como Andrés Calamaro. Andrés tiene un humor que nos cagamos de risa. Nos mandamos mails muy graciosos. Willy Crook también tiene un humor muy ácido. Y ya en la época de los Redondos con Tito fue la otra persona con la que hice dos canciones, aunque nunca fueron grabadas.
-Hay una canción dando vueltas por Internet llamada La Reina Momo… es de los Redondos?
-Sí, esa es una canción de los Redondos tocada por los Redondos. Esta mal mezclada y bajita de sonido porque fue un tema que desechamos. Y escuchándola me di cuenta de que es una buena canción.
-Así como alguna vez tocaste El regreso de Mao, ¿habrá posibilidad de que alguna vez escuchemos Mi genio amor o Pura suerte?
-Y sí… Lo que pasa es que son muchos discos de los Redondos, y yo los que elijo son los temas con más dinámica. Para el estadio necesitas canciones para poner a la gente arriba. Yo tengo muchos de los discos míos que al ser más orquestados tienen muchos medios tiempos. Ahora para el próximo voy a tratar de que tenga más beats, bombo en negras, hacerlo más rápido. Porque cuando metés cuerdas y brasses, el medio tiempo ayuda a generar canciones más lindas, pero de pronto en el estadio la gente lo que quiere es estar más arriba.
– ¿Esa canción la compusiste con Tito Fargo?
-Si. Mi genio amor la hice con Tito Fargo. Y no tengo problema en tocarla. Últimamente dejo que elijan mis músicos las canciones que vamos a hacer y yo me quedo con el voto cincuenta y uno, porque siempre hay dos o tres que cambio. A mis músicos les gustan tanto las canciones de Los Fundamentalistas como las de los Redondos. O por lo menos eso me han dicho. Estoy muy liberado de los directos, me preocupa mucho más la organización. El show quiero disfrutarlo en un grado de inocencia.
