El ex guitarrista de los Redondos habla de los cambios en el proceso creativo antes y después de la revolución digital.
Revista Rolling Stone (Enero de 2008) Por Gabriel Imparato

-Cuando empezaron con los Redondos, el panorama era muy distinto para un proyecto independiente. ¿Cómo fue la evolución hasta hoy?
-Cuando arrancamos, no había antecedentes de una producción independiente, ya que el rock no se había consolidado como una industria. Había pocos productores y nosotros no teníamos un proyecto muy claro. Gracias a la audacia de Poli, empezamos a buscar lugares donde poder exponer lo que hacíamos. Y al poco tiempo nos dimos cuenta de que ésa era la manera más «cómoda», porque no teníamos que rendirle cuentas a nadie. Creo que para un artista es el Paraíso. Con el tiempo, curiosamente nos fue yendo muy bien, y creo que fuimos inspiradores para mucha gente.
-De todos modos, tardaron casi una década en poder grabar su primer disco. Hoy es mucho más fácil…
-Era muy difícil, porque no se contaba con la tecnología que existe hoy en día. Nosotros grabamos Gulp! en el estudio de Lito Vitale. Era un poco más que casero, con una consola de dieciséis canales.
-¿Son positivos los adelantos tecnológicos que te permiten hacer un disco en tu casa y con una computadora?
-Sí. En ese sentido, la tecnología es bienvenida. Después aparece otro tipo de complicaciones: en este mar de información, para que algo pueda sobresalir, se hace más complicado. Pero la posibilidad de registrar tu música por tu cuenta es una gran ventaja.
-Bueno, pero con la democratización de la información que ofrece internet, es más sencilla la difusión de proyectos independientes. ¿Cómo era cuando ustedes empezaron?
-Por un lado, era mucho más sencillo, porque existía una red contracultural. Y, de alguna manera, todos estábamos vinculados. Había algunas disquerías clave y después funcionaba el boca en boca. Yo recuerdo que en aquellos primeros años imprimíamos unos volantes y salíamos a repartirlos con Poli; sólo con mirar a la gente a los ojos te dabas cuenta a quién le podía interesar. Hoy en día, esa red que formamos en ese momento es mucho más confusa: una especie de monstruo irreconocible.
-Fuiste testigo directo de la explosión de la cultura rock: una de las grandes revoluciones del siglo xx. ¿Puede ocurrir algo similar en un futuro no tan lejano?
-Inevitablemente va a ser así. Yo creo que los grandes cambios musicales vienen acompañados de grandes quiebres en la forma de ver el mundo. Y creo que estamos asistiendo al final de lo que fue la cultura rock. Veremos qué pasa con la humanidad, con el planeta y con la tecnología, porque eso nos va a ir dando la pauta hacia dónde vamos yendo.
-A la vista de sus proyectos solistas posteriores, uno podría suponer que cuando hicieron Ultimo bondi a Finisterre (1998) y Momo sampler (2001), Solari era el más interesado por la edición y otros recursos electrónicos, mientras que vos aportabas «la tracción a sangre». ¿Cómo recordás en perspectiva esos discos?
-En realidad no era música de edición. El Indio se había comprado varios teclados e incorporamos otro método de trabajo. El tenía algunas maquetas con algunas partes de las canciones con una melodía que cantaba. Me las pasaba y yo trabajaba sobre esas maquetas. Pero hemos compuesto de todas las maneras posibles. No fue traumático, fue un período de aprendizaje. Las ideas que me pasaba el Indio no estaban completas. Muchas veces estaba una estrofa o el leitmotiv. Y a eso había que convertirlo en una canción, que empiece de determinada manera, que tenga un desarrollo y un final.
-¿El rock sigue siendo lo mismo que hace cuarenta años?
-No, evidentemente ha habido un cambio muy grande. Fundamentalmente por lo que prometía el rock: una nueva mirada. Parecía que podíamos cambiar el mundo. Pero de aquellos años de inocencia y esperanza terminamos con una aceptación del estado de las cosas. Una especie de resignación. Pero no es que termina el rock y termina la humanidad. Mientras exista un ser humano sobre el planeta, va a existir la música. Y buscará ser lo más expresiva posible, que pueda hablarnos de esas cosas de las que otras disciplinas no nos dicen mucho.
