Patricio Rey sigue vivo. Skay Beilinson pasó por Neuquén y dio un recital arrollador para el goce del mundo ricotero de la zona, que ovacionó al guitarrista.
Autor: Diario Río Negro online, 11 de octubre de 2005. Por Juan Mocciaro

¡JIJIJI! ¡JIJIJI!
El pedido se lee entrelíneas. Las bandas querían más de los Redondos antes de que el ‘guitar hero’ abandonara el escenario. Habían sonado ya cuatro canciones ricoteras y esperaban la menos por una más. Y llegó. Fue la última de un recital arrollador. Fue «Jijiji».
De algún modo Patricio Rey pasó por Neuquén. Porque lo que pudo verse, escucharse y sentirse en la noche del sábado, bajo el techo de Ticket, fue lo más cercano a la misa ricotera. ¿Cuántos de los que estuvieron en el recital de Skay Beilinson vieron alguna vez a los Redondos en vivo? Muchos quizás. Pero para los que no, lo que hizo el guitarrista fue un bálsamo para esa herida que sangra y arde, que es la disolución de los Redonditos de Ricota.
Cuando en aquella noche de noviembre de 1992, sobre el césped de Vélez, los miles de fanáticos de los Rolling Stones cantaban «Mire mire qué locura/ mire mire qué emoción/ esta noche toca Richards/ el año que viene tocan los Stones…», le estaban dando la bienvenida a Keith Richards, que esa noche tocó en el ‘Amalfitani’, y se preparaban para vivir lo que tres año después fue lo imposible hecho realidad, que los Rolling Stones. Pero en 1992, ver a Richards tocando ‘Eileen’ en la cancha de Vélez era como ver a los Stones.
Ya se sabe que los Redondos no tacarán ni en Neuquén ni en ningún otro lado. Entonces, escuchar a Skay haciendo ‘Jijiji’ es la mejor –y más real- forma de experimentar lo que es un recital de aquella, la banda más grand de la historia del rock nacional.
Skay decidió abrir el show empezando por el principio de su nueva historia, entonces se escuchó la intro que abre su primer disco, «A través del mar de los Sargazos» (2002), acto seguido largó «Gengis Kahn». Y las más de 2000 personas estallaron. Le siguieron seis temas de sus dos discos: «Espiroqueta», «Paria», «Oda a la sin nombre», «Kermesse», La flecha» y «Callejón». Entonces ocurrió lo que todos esperaban: el primer tema de los Redondos, y sonó «Caña seca y un membrillo», del disco «Lobo suelto. Cordero atado» (1993). Hubo sorpresa doble, por el tema elegido y por el ritmo que le dio Skay, bastante más elástico que en la placa, algo así como «Sweet home Alabama». La primera dosis había sido dada y las bandas de abajo, las del público, la habían disfrutado. Le siguió «Astrolabio» y Skay, satisfecho, se tomó un descanso de 10 minutos exactos.
Si con el primer tema ricotero Skay sorprendió a todos, con el segundo multiplicó la apuesta… y ganaron todos. El inédito, pero archiconocido «Nene nena» hizo estremecer los cimientos y las bandas se entregaron a un festín dionisiaco de rock al palo. ¿Al palo? Pues bien amigos, nada mejor que «Todo un palo». La cosa siguió con «La grieta», «Dragones», «Talismán», «¿Dónde estás?», «El pibe de los astilleros» y el clásico coro de la gente acompañando el riff introductoria de la guitarra de Skay, «Golem» y «Oriental». El final estaba cerca. Había pasado más de una hora y media de rock y nadie quería irse. Entonces sonaron «¿Quién ganó?», «Bagdad» y la última gran joya de una noche redonda: «Jijiji».
El deseo es inevitable. «… sólo te pedimos que se vuelvan a juntar…». Pero también lo es el reconocimiento. «Skay, Skay, Skay…!». La gente quiere a los Redondos otra vez. Pero lo que vieron el sábado también les llenó el alma ricotera. Y aunque nunca más se vuelvan a juntar, mientras Skay siga rockeando, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota no morirá nunca jamás.
