El ex bajista de Los Redondos inaugura hoy una exposición en el C. C. Recoleta con dibujos en tinta y digitales, collages y animaciones. “Esto es una especie de fin de ciclo”, dice.
Autor: Página 12, 2 de abril de 2005. Por Mariano Blejman

La muestra se llama Curiosidades diversas y estará abierta al público desde mañana en el C. C. Recoleta. Pero según cuenta su creador Semilla Bucciarelli, ex bajista de Los Redondos, alguien le puso entre paréntesis “(fin)” a la gacetilla que anda por Internet. Y se sabe que el fin de algo siempre es el comienzo de otra cosa. Semilla tiene una larga carrera como artista plástico, a la que puede dedicarse full time ahora, cuando la vida lo dejó sin la mítica banda donde estuvo 23 años. Semilla tiene algunos karmas acentuados con el paso del tiempo: nunca pudo disfrutar de ser parte del corazón de las decisiones que tomaban el Indio Solari y Skay. Como artista plástico, fue de algún modo opacado por Rocambole, el factótum de la banda en cuestiones gráficas. Y no puede desprenderse del lastre de ex Redondo. Tal vez ahora, con sus obras repartidas por Buenos Aires, Semilla podrá finalmente dedicarse a brillar.
–Sus trabajos parecen encaminados a convertirse en dibujos animados.
–Sí, dibujé para la película The Planet con Fernando Kabusacki. Yo trabajo en una paleta digital, y filmaron el monitor mientras dibujaba, las animaciones eran la creación de mis dibujos en tiempo real. También hice performances para 2Saxos2, animaciones en plastilina… me gusta hacer animaciones para mezclar la música con el dibujo. Ahora estoy haciendo cosas en Flash, bajo películas porno y sumo capas de dibujo. Estoy por subir todo a la web, en semillabucciarelli.com.ar.
–¿Nunca hizo historietas?
–Me aburre un poco repetir los dibujos. Pero lo mío es una mezcla de todo. Al no tener una formación académica, es una mezcla de pop con surrealismo, con abstracciones de los personajes, me llama mucho la atención las frases que dejan en los cuadernos en las exposiciones. Mucha gente pide el título y la fecha, pero creo que lo que me pega más es el arte en el cuerpo. Porque mis dibujos no terminan nunca… mientras los tenga en mi casa les sigo agregando cosas.
–Eso no pasa con la música.
–Pero tiene que ver con la personalidad. En The Cure decían que hacían una sola canción durante su carrera, a la que fueron agregando cosas.
–¿Cuándo empezó a dibujar?
–En la primaria me iba mal con la plástica. Era horrible en el secundario. Pero eso es porque no despiertan la creatividad, la enseñanza es así. Te cortan la imaginación. Por eso no entré en Bellas Artes. Yo tenía un amigo, Vilé, que era el hijo de Lola Frexas, una pintora famosa. Con Vilé hacíamos historietas. Un día hicimos un cuadro, y con él empecé a tocar. Fue en los ’70, pero no me dedicaba a nada en particular. Estaba en el boludeo, era plomo… estaba por conectar con el mundo Redondos.
–Por cierto, mucho más glamoroso…
–Pero nunca participé del snobismo, no iba a fiestas, estaba encerrado en mi casa. Vilé dibujaba muy bien, hacíamos historietas para vendérselas a los vecinos de Floresta, que siempre fue un barrio muy musical. Ahí tocaba en una banda que se llamaba Carolina, en La Estrella. Tocaba desde los ’80, aunque con Los Redondos contacté en el ’82.
–Lo suyo parece ser el collage, ¿eso pasa con su música?
–Desde la pintura, no sé bien lo que voy a hacer más adelante. Me puse a hacer tatuajes, aprendí a hacer masaje chino. Creo que esta muestra es un trabajo de veinte años, un fin de círculo. Finalizo un ciclo, musical y a nivel plástico. Me gustaría tener una banda donde los músicos toquen varios instrumentos, que los temas salgan de improvisaciones, laburar con la computadora. Yo hago collages, laburo con los aerógrafos. La idea es rotar en Recoleta, la Quinta Trabuco, Universidad de Lanús y la de La Matanza.
–Va a estar de gira.
–Me parece bueno cumplir un ciclo, iremos rotando, haciendo inauguraciones. Acá están alucinados con la cantidad de gente “rockera”que puede venir. Hay entradas limitadas, tienen miedo de que venga una horda, pero los pibes siempre se comportaron bien en las muestras. Yo camino por los bordes, no estoy en ningún lado. No curtí el ambiente.
–¿Piensa que su arte es una manera de “abrir puertas” para quienes lo siguen desde el palo rockero?
–Seguro, así como yo tenía mis influencias. El asunto de la plástica en el rock tiene que ver también con el formato CD. Al disco se le daba más bola, ahora eso cambió. Son otras medidas. Vengo de una época donde uno se dedicaba a curiosear musicalmente, las bandas trataban de diferenciarse. Ahora parece que todos quieren hacer lo mismo. Me inspiraban Miró, Picasso, Kandinsky, el pop de Warhol. Con Los Redondos no pude hacer mucho porque todo recaía en Rocambole, el video de Masacre en el Puticlub fue suyo. Hice la gráfica de Lobo suelto, Cordero atado, pero nunca terminaba, entonces vinieron un día a mi casa y se llevaron todo. Rocambole terminó la edición.
–¿Cómo convive con el ambiente de artes plásticas?
–Hicimos una muestra en Mendoza y apareció un pintor que dijo que era una porquería y puso: “Imaginate si Carlos Alonso se pusiera a cantar”. Hay muchas agresiones del mundo de la plástica, y también reconocimiento. Hay cierta envidia porque no aceptan que venga de otro palo.
En Cromañon hay mucho que no se dice
–¿Qué piensa de la tragedia de Cromañón?
–Podría haberle pasado a cualquiera, pero le tocó al que le tenía que tocar. Eso sucedió porque hubo cosas que jamás se cuidaron. Los responsables somos todos. Es que se habla poco sobre lo que pasa tras la música. No se habla de las cuestiones económicas, pero es complicado hablar. Lo cierto es que ahora lo under va a tener serios problemas, a quienes están dando las nuevas medidas, quienes están organizando todo, les importa tres carajos lo que pueda suceder. A un shopping de Liniers se le cayó un techo después de haber sido habilitado.
–Los Redondos también vivieron un crecimiento exponencial.
–Desde que empezamos a tocar, siempre hubo cada vez más gente. Hay veces que no se puede manejar el fenómeno. Alguna vez, aun cuando recién empezábamos, tratamos de hacer ciclos para que la gente fuera en cuotas, pero iban todos, todos los días. Hay una cuestión cultural, pero eso no tiene tanto que ver con los músicos, es difícil medir la responsabilidad, porque cuando estás por salir a tocar, cuando estás arriba del escenario estás con la cabeza en otra cosa.
–¿Hay cosas que todavía no se dicen?
–Está lleno de cosas que no se dicen. Nosotros dejamos de tocar, y tocábamos una vez al año. Cada vez que volvíamos había más gente. Fue una pelota que creció, y eso afectó al funcionamiento. No se podía tocar, nos la pasábamos ensayando todo el tiempo. A mí me hubiese gustado tocar más y ensayar menos, pero la movida se volvió inmanejable y como no salíamos al exterior, nos dedicábamos a ensayar. Me hubiese gustado salir afuera, pero habría que preguntarles a los muchachos por qué no lo hicimos. Lo que hay que decir es que detrás del mundo del rock hay gente que está pensando en el negocio. Esos deberían hablar más.
