Skay en Mendoza
Diario de Cuyo (Lunes 6 de Diciembre de 2004) Por Bety Puga
«Fuimos el sueño que despertó/fuimos la lluvia que no paró», rezaba una de las grandes banderas colgadas en Demetrio el sábado por la noche esperando la actuación de Skay Beilinson, quien en un presente solista -por ahora lejos de Los Redondos- trajo a San Juan su segundo disco Talismán (2004), parte del primero «A través del mar de los Sargazos» (2002) y por supuesto algunos temas ricoteros.
Los versos escritos en esa bandera -estribillo de Abalorios- mostraban un nuevo ritual: no había alusiones a los Redondos (más allá del clásico cántico «olé olé olé que se junte otra vez») y sí a la nueva filosofía de Skay. Abalorios es el tema clave de Talismán. Ahí, Skay habla en primera persona del plural sobre el grito de libertad que supone pertenecer al rock desde los ’60.
En casi dos horas de pura adrenalina, Beilinson ofreció -para un público heterogéneo, formado por cuarentones y treintones nostalgiosos y adolescentes que besaban a Skay con adoración (cerca de 500 personas)- un vibrante recital, yendo y viniendo por su historia, interpretando temas de «A través del Mar de los Sargazos», como «Gengis», «Kermesse», «Alcolito», «La grieta» «Con los ojos cerrados» o «Astrolabio», entre otros.
En los temas de Talismán hubo mucho rock (Golem de Paternal, ¿Dónde estás?, Paria, El gourmet del infierno), acercamientos celtas (Dragones, una festiva melodía gallega con ritmos circenses), tango (Flores secas) y letras con un realismo casi de noticiero (Lluvia sobre Bagdad).
Beilinson, duro en su rock de voz áspera que ya constituye un estilo, apelando a una gestualidad medida, presentó su música sin preámbulos y a lo largo de todo el show demostró que sus acordes secos pueden convertirse en melodías que por momentos adquieren bellos tonos épicos.
Como no podía ser de otro modo, todo fue un gran coro cuando el músico encaró por el lado del repertorio ricotero con «Nuestro amo juega al esclavo» (con el que finalizó la primera parte del show), «Caña seca y un membrillo» y «Ñam fi frufi» y «Ji, ji, ji», himno ricotero con el que llegó al final.
Oscar Reyna en guitarra, Claudio Quertero en bajo, Daniel Colombres en batería y Javier Lecumberry en teclados, aportaron un sonido potente y limpio para acompañar a este artista que no necesita hablar con la gente porque su comunicación parece existir desde y para siempre.
