Después de tres años de silencio, el músico habla sobre su disco solista, sus planes y de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
Diario La Nación, 3 de diciembre de 2004. Por Adriana Franco

Tirado en un sillón del cuarto oficina de Luzbola, el estudio que construyó en su casa, el Indio Solari acompaña la escucha de las catorce canciones de «El tesoro de los inocentes (bingo fuel)», su primer disco solista, que sale a la venta hoy.
En el arte de tapa con forma de libro, sobrio, impecable, con las letras de los temas y dibujos hechos por él mismo, figura como Indio, a secas, y aun, en los créditos, como el Artista Invitado de la banda los Fundamentalistas del Aire Acondicionado: maneras de nombrarse, de borrarse tal vez, para estar aún más presente.
Parece satisfecho con el resultado de este largo proceso creativo que comenzó un tiempo después del «parate redondo» de fines de 2001 y del que, claro, también hablará a lo largo de la mañana en este rincón de Parque Leloir. Verde, mucho verde y, afuera, los famosos perros que, sí, hay que guardar antes que entre o salga algún visitante.
Su casa, su estudio, su mundo. Dirá también que sí, que es cierto, que vive bastante enclaustrado, que puede pasar semanas y meses sin salir de sus dominios. Un lugar que llama «como de francotirador» y que le permite «hasta ver la vida más clara». Aclaración necesaria en típico lenguaje Solari: «Es que ante una vida paródica, cualquier mirada es mucho más certera que la del que está dejándose contar la vida por los medios. La gente habla de lo que pasa en la tele, en lo de Tinelli o lo que sea, de acuerdo con la tarjeta social a la que pertenezca. Creo que no me estoy perdiendo nada. Alguno puede pensar que miro desde un ensueño órfico muy cómodo, pero no es así. Mientras la gente está ocupada buscando qué papear, uno ve todo el tiempo la crueldad en la que se está viviendo».
Aquí, entonces, con el tiempo de su lado, fue armando las poderosas canciones de diseño de este disco construido minuciosamente. «No soy un instrumentista, no tengo ninguna destreza para lucir. Yo construyo», se definirá a sí mismo. ¿Y el cantante? «El único rol que tengo que aceptar y no me gusta es el de cantar. Lo disfruto en el escenario, porque estoy perdido en una circunstancia musical, pero no le adjudico a mi voz ningún carácter atractivo.» Será por eso que en muchos de los temas su voz está entreverada entre los muchos instrumentos y sonidos que conforman una intrincada red sonora.
No parece sentir una particular presión ante este nuevo estado social: solista, ex cantante de la banda más convocante de la Argentina, lanzándose por las suyas. En algún momento encontrará en parte una explicación. «Lo único que pretendo es que me vaya lo suficientemente bien como para seguir produciendo. Deben ser los años y la tranquilidad de que, con los Redondos, llegamos a lo máximo, fue la banda que más entradas vendió y con una trayectoria de discos difícil de empardar.»
Solari tiene facilidad de palabra. Disfruta de la conversación y de enganchar un tema con otro. Hablará de los medios, la violencia actual y los bandoleros románticos de los años cuarenta; de lo políticamente incorrecto del tema «Pabellón séptimo», sobre lo sucedido en la cárcel de Devoto en 1978; estarán las postales de Nueva York («ver una viejita con tutú y en patines, en una esquina, al lado de un musulmán, de un chicano y de un alemanote»), una ciudad en la que disfrutaba de un anonimato vedado en el país. «Aquí soy ese monstruito público al que le cuesta tener nuevas relaciones que prefieran tu real intimidad al muñeco. Todos quieren que el Indio no se desmienta a sí mismo.» Hay también comentarios sobre su hijo y su habilidad con la computadora, el cumpleaños que viene y sobre un libro, «El delito americano», que escribe hace años y que tal vez se transforme alguna vez en una película animada.
El Indio tiene, también, un humor particular. Que ya expone en el nombre de la banda, los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. «Es que sin aire acondicionado la vida no vale la pena -bromea-. Es un chiste, como cuando le puse los Redonditos de Ricota. Nombres que después se cargan de importancia no por sí mismos sino por lo que pase o no con el proyecto.» También hay humor en la cita, en el libro de este disco oscuro, del tema de Rafaella Carrá. «Lo hice para aflojar un poco, porque puse una de los Beatles y otra de Jacques Brel que, como habla de un rey, iba a generar variadas interpretaciones. Me pareció mucha solemnidad y agregué esa canción pedorra, «Cinque-tre, cinque tre…».» A esto se suma una dedicatoria triple: al hijo y a la memoria del Capitán Ojo Muerto y de la hermosa muchacha de Los Toldos. Entre el humor y el enigma, tal el vaivén creativo en el que habita y crea el Indio Solari.
Las canciones fueron hechas en un largo proceso. Primero, solo y con máquinas; luego la convocatoria a músicos que, en algunos casos, nunca vieron la canción completa, y finalmente el proceso de edición, en que cortando, pegando, sumando sonidos y haciendo bucles tomaron su forma definitiva. El trabajo de un constructor.
Algunas, cuenta, vienen de larga data. De aquellos minidiscs con ideas musicales que se intercambiaban con Skay y de donde salían las canciones. «Algunas cosas que no prosperaron porque no coincidían con lo que él tenía las recuperé ahora.»
-¿Y no extrañás ese intercambio, esa manera de trabajar de a dos?
-No, Skay y yo teníamos una decisión de hacer música juntos, pero hacía mucho que podríamos haberlo hecho por separado. Yo sigo haciendo lo mismo que hacía con los Redondos: hago música, letra, bauticé a la banda, ahora hago los dibujos. A veces lo que más extraño es el rol de la Negra de ensuciarse la mano con el mercado. Pero tampoco me siento liberado, como leí que le pasa a Skay. Pero entiendo, porque por ahí yo soy un poco tirano, los dos últimos álbumes se hicieron casi todos sobre canciones mías y hasta medio los produje. De alguna manera fui el jugador dominante en los Redondos y creo que uno puede necesitar liberarse de alguien que tiene un rol de ese tipo.
Sí confiesa que los extrañó. «Son gente inteligente, con la que nos reíamos de las mismas cosas y cuando uno es un freak que hace música privilegia la calidad de la persona a la del instrumentista.»
Y hubo un tiempo de duelo. «Porque sentí que lo que pasó con los Redondos merecía terminar de otra manera. Pero eso no se puede ficcionar. Hubo fallas en lo que considero que era un contrato íntimo. Y no quiero hablar más. Pero tampoco puedo caretear, no puedo decir que está todo bien, porque si fuera así estaríamos tocando juntos.»
-No es un año sabático, entonces.
-De la libertad se vuelve muy difícilmente. Y cada uno ha adquirido compromisos con los músicos con los que está trabajando. A medida que se fortalecen los proyectos de Skay y míos, más difícil se hace abandonarlos.
El tesoro de los inocentes (bingo fuel)
Nike es la cultura, Amnesia, El tesoro de los inocentes, La piba de Blockbuster, Tomasito podés oírme? Tomasito podés verme?, Mi caramel machiato, La muerte y yo, Adieu! Bye Bye! Aufwiedersehen!, Pabellón séptimo, El charro chino, Canción para un Goldfish, Tsunami, To beef or not to beef, Ciudad Baigón.