«Ningún artista plástico piensa en ser estrella de rock»

A mediados de mayo Ricardo Mono Cohen fue designado vicedecano de la facultad de Bellas Artes. Todo un acontecimiento para el famoso realizador de las tapas de los Redonditos de Ricota y un dibujante con una rica historia vinculada al rock.

Revista «LA MANO». N° 3. Entrevista por Marcelo Fernández Bitar. Junio 2004

Un personaje clave en la historia de La Plata fue Manuel López Blanco, un profesor de Bellas Artes que fue echado por los militares en 1966 y cuyas enseñanzas inspiraron la creación de una ítica comunidad llamada La Cofradía de la Flor Solar. Ahí estaba Rocambole, quien hoy, en una curiosa vuelta del destino y de la historia, es nombrado oficialmente en esa misma facultad de Bellas Artes. Gran contador de historias y anécdotas sin perder jamás el hilo de la conversación, nos contó algunos detalles de aquella época, las comunidades y por supuesto su trabajo con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

Contanos de tu nombramiento en la facultad…
En diciembre ganamos las elecciones con el Frente de Docentes de Bellas Artes y el mandato de las autoridades anteriores llegó hasta mayo. Primero se tuvo que reunir el consejo académico, donde ahora tenemos la mayoría, y ahí se votó para designar al decano, quien me designó a mí como vicedecano, junto a otras autoridades.

¿Manuel López Blanco había estado en esa misma cátedra?
Había estado en la cátedra de Estética de esa misma facultad.

¿Se puede decir ahora que se completa un círculo?
Estuve en Bella Artes casi toda mi vida. De chico fui a cursos para niños para estudiar dibujo y más tarde ingresé a la facultad, pero tardé muchos años en recibirme porque tuve que entrar y salir por los sucesivos golpes de militares. Volví después de la democracia, cuando me llamaron las nuevas autoridades para reorganizar todo. Antes iba y volvía según los avatares: entraba en la democracia y salía cuando no la había.

¿En qué influyó Lopez Blanco en todos ustedes?
Manolo ya estaba en la facultad desde antes de que yo entrara, en la década del 60. Tenía una cátedra de Filosofía y Estética que era muy abierta, muy de desatornillar cabezas y destapar cráneos. Era una cátedra fundamentalmente marxista. En la época del golpe de Onganía es echado de la facultad y nosotros, como centro de estudiantes en el exilio, lo llamamos para que diera cátedras paralelas a la universidad, al aire libre. Influyó en la mentalidad de elaborar una comuna,. Eran instancias que nos planteó él, y circulaba mucho un apunte suyo sobre «Introducción a la Estética«. Fué muy importante para nosotros.

¿En qué año fue la Cofradía?
En el verano del 67. Lo que pasa es que al principio La Cofradía éramos ex-estudiantes de la facultad de Bella Artes, que nos fuimos todos a vivir en una casa. Ahí empezaron a darse todos los fenómenos de la convivencia, que al final fuimos desarrollando hasta armar una comunidad con cierto tipo de reglas y objetivos. También influyó un libro «La antiestética» de Luis Felipe Noé, y una serie de apuntes que teníamos de una comunidad de los tupamaros en Montevideo, que era un grupo de gentes vinculado a la imprenta, un oficio con tradición anarquista. Esos apuntes eran casi un manual, y hablaban de cómo resolver el problema económico, por ejemplo.

¿Las ideas eran sólo marxistas o ya empieza a meterse el hippismo?
Todo eso estaba totalmente mezclado en nosotros, no nos influían solamente esas ideologías un poco más duras, porque hacía rato que veníamos leyendo lo que traía Miguel Grinberg, más la influencia de la Generación Beat. Yo venía leyendo a Henry Miller hacía mucho.

Entre los textos marxistas y la filosofía hippie, ¿cómo entra la experiencia lisérgica en todo eso?
Nosotros no teníamos ni la más mínima idea. En La Plata, al menos, llegó años después. Creo que lo lisérgico ya estaba en los cerebros con la revolución de ideas que había entonces.

La Cofradía era una comunidad pero no grababa en forma independiente.
En esa época era imposible grabar en forma independiente porque no había tanto acceso como ahora a la posibilidad de grabación. Pero cuando organizamos una ópera beat en el Di Tella, La mezcladora de cemento, un español llamado Manuel Román nos consiguió un contrato por 3 años en un sello que no hizo nada salvo dejarnos en un cajón. Pero uno de los cófrades se disfrazó de abogado y fue a RCA con nosotros, alegando artículos inexistentes y exigiendo la disolución del contrato. ¡Y funcionó! Después apareció Billy Bond y nos ofreció grabar en TNT, pero als cintas quedaron retenidas por una deuda, y finalmente se solucionó todo sacando el disco, regrabado nuevamente en Phonalex, por el sello Talent de Microfón.

¿Cómo se diferenciaba la comunidad del grupo de rock?
En la Cofradía estaba todo mezclado e incluso los músicos no eran estables: había unos tres betristas, diez guitarristas y así con todo. Era una comunidad de trabajo que tenía un taller de serigrafía donde hacíamos afiches para las compañías de teatro independiente de La Plata.

Lo insólito es que tenían el apoyo de los vecinos.
Hasta principio de los 70 estaba todo bien, porque la gente todavía no se había difundido en el imaginario el hecho del hippie drogadicto. Éramos sólo gente rara. Estábamos juntos desde el 67 y creo que las primeras nociones del hippismo se difunden en la revista Siete Días en el 68.

¿Vos que hacías en La Cofradía, sólo dibujabas?
Siempre dibujé, toda mi vida. La tapa del disco la hicimos Kubero Díaz y yo. Teníamos la idea del artista anónimo y por eso trabajábamos en forma colectiva.

¿Cuáles eran los artistas que vos mirabas?
Como todo dibujante argentino, fui muy influenciado por Francis Bacon. Lo que yo admiraba plásticamente eran más bien los dibujantes argentinos, porque considero que hay una escuela del dibujo argentino que ha hecho lo suyo dentro del mundo. Y es raro que no se mencione eso, que los argentinos son buenos jugadores de fútbol y también buenos dibujantes. Hay historietistas que son los mejores, como Altuna, y ni hablar de los que se quedaron, Nine es un caso excepcional. Y Carlos Alonso es un paradigma.

¿Cómo se terminó la Cofradía?
En realidad la Cofradía duró bastante poco, a pesar de tanto bombo que hicieron después los cófrades recordándola. Duró hasta el verano del 72, cuando fuimos a tocar a Villa Gesell y alguien nos dijo que Pierre Bayona andaba por Mar del Plata con Sui Generis y Pedro y Pablo, así que fuimos para allá. La Cofradía viajaba así: iban los equipos y todas las cosas en una pequeña camioneta, y todo el resto iba a dedo. El resto incluía a mujeres, hijos, amigos y hasta gente del público. Pero en esa época estaba en Mar del Plata un célebre comisario al que le decían «Lobo» como al de Tango Feroz, y un día hubo una denuncia de vecinos y cayeron patrulleros al lugar donde estábamos parando. No encontraron droga porque justo los que estábamos en ese grupo no tomábamos. Y el Lobo dijo: «Yo no voy a movilizar 5 patrulleros para nada» y enseguida hizo aparecer droga. Nos llevaron todos a un centro de detención ilegal y todos estuvimos 5 días desaparecidos, incluso mujeres y hasta un bebé. Creo que nos salvó mentalmente estar con uno de nuestros maestros de meditación, así que el tiempo pasó velozmente y la gente no se quebraba. Salimos porque hubo unos familiares que leyeron del operativo del lobo y lo relacionaron con la desaparición de su hijo y movilizaron abogados. Nos salvamos, pero descubrimos que en La Plata hubo un operativo similar y se llevaron todos los instrumentos y rompieron todo el taller. Nos quedamos sin la estructura y hasta se negaron a seguir alquilándonos el lugar; así que decidimos desensillar hasta que aclare. Algunos se fueron a vivir a la casa de Conesa, otros al sur, otros a Brasil. Yo me quedé en Mar del Plata donde organicé la feria del Torreón y la de la diagonal. Después fuí a Brasil.

¿Cómo ves el panorama del arte actual?
Cambiaron ciertos paradigmas. El arte plástico está en crisis desde la primera etapa del siglo XX. Se repite hace setenta años, tal como se comprueba con la muestra del dadá en Malba. Creo que podría variar su participación con la gente porque se refugió en pasillos aislados y herméticos. Tal vez el cine captó el espíritu del siglo y creó un lenguaje nuevo.

Cuando se hizo tu muestra en el Palais de Glace, muchos chicos que te conocían por las tapas de los Redondos pudieron conocer al artista integral. ¿Vos sentiste que el público rockero sólo conocía parte de tu obra?
El público rockero lógicamente sólo me conoce por eso. Lo que hice con Los Redondos es la última parte de mi vida., porque yo siempre pinté y expuse. Pero el asunto con los Redondos es que fue una cosa impensada. Ningún artista plástico piensa en ser estrella de rock.

Una obra que aparece hasta en tatuajes…
Esas son cosas que no entran en el espectro de lo que pueda pensar un pintor o un dibujante, que es gente más autista y que le disgusta terriblemente la exposición personal. Es otro tipo de personalidad que la del artista que está sobre un escenario. Lo interesante de la difusión con los Redondos fue ver que un dibujo que hiciste una noche termine en una bandera en el estadio de River. Es conmovedor. Otra vez ví una espalda cubierta con un tatuaje de la tapa de Oktubre. Oscilo entre el terror y la emoción, porque no sé qué pensar al respecto: es una persona que toda la vida va a tener eso escrito en el cuerpo.

Anecdotario de ROCAMBOLE

*  En abril del 69 organizamos en La Plata lo que se llamó 30 horas de Música Beat, porque nos habíamos puesto muy envidiosos de lo que pasó en Woodstock y decidimos hacer lo nuestro. Entonces organizamos en el club Atenas de La Plata un festival de tres días sin parar, a diferencia de Woodstock donde a la noche se paraba. Vine a Buenos Aires e invité a Moris, Manal, Almendra y todos, incluyendo a Arco Iris. Todos se quedaron impresionados con el sonido porque había una pared de Marshall como sólo se veía en las películas, eran los famosos equipos de Skay y Guillermo Beilinson. Fue extraordinario y hubo 5000 personas todo el tiempo.

* La Cofradía tenía su interna a favor y en contra de las drogas. Éramos básicamente una comunidad de trabajo con un taller de artesanías, serigrafías y decoraciones, además del grupo musical. Había reglas férreas como el horario de ensayo y la hora de meditación, además de la orden de levantarnos temprano, algo rarísimo en una comunidad. Los liderazgos también cambiaban y el líder anterior caía en desgracia. Y lo que yo había notado con respecto a las drogas, que eran marihuana y ácido, era que el rendimiento del taller caía cuando alguien caía con humo. ¡Y si bajaba mucho la producción no podíamos pagar el alquiler!

* Uno de los cófrades vivía en Glew y tenía una plantación inmensa de marihuana. Un día escuchó por Radio Colonia que nos habían atrapado en Mar del Plata, y del miedo a que fuera una persecución, salió y quemó toda la plantación.

* Otro cófrade ganó la lotería y fue a Londres a convencer al sello Virgin, mandando pasajes para todos. Pero llegaron los de Scotland Yard porque algo había en el estuche de la guitarra, los deportaron a Holanda y terminaron como squatters. Perdimos el contrato.


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