«Momentaneamente no extraño a Los Redondos»

El porqué del año sabático que se tomaron «Los redonditos de ricota». La violencia y los incidentes en Mar del Plata en el ’99. El nuevo disco. La herencia ricotera en el rock actual. Los temas charlados con un Skay tranquilo y sumamente agradable.

Autor: Diario La Capital de Mar del Plata, 13 de abril de 2004

La leyenda dice que Eduardo «Skay» Beilinson, el guitarrista de «Los redonditos de ricota», que inició su etapa solista después de décadas de unir su voz a la del «Indio» Solari, vivió en Mar del Plata. La misma leyenda da cuenta de que estuvo en el Mayo Francés y que pasó por Londres, en plena euforia sesentista. Sentado en el café de un hotel céntrico, donde se alojó antes de sus dos recitales en Mar del Plata junto a su banda y a su compañera y manager, la «Negra» Poly, Skay está agradablemente dispuesto a derribar leyendas. Pero primero pide un café para despertarse de la siesta, que quedó trunca por esta entrevista.

«En realidad nunca estuve en Mar del Plata. Esos fueron malentendidos que circularon por ahí», es lo primero que dice el músico, cuyo apodo es autoría de Marta Minujín, que alguna tarde de juventud decidió llamarlo «cielo» en inglés («sky»). Luego el guitarrista le agregaría una «a», para evitar las confusiones de los que lo llamaban «esquí».
Skay es consciente de que las leyendas signaron la vida de los ‘Redondos’, el grupo de rock de letras crípticas y actitud independiente, que marcó un antes y un después en la historia del género y que en plena década del 90 despertó un impresionante fenómeno social, antesala de la violencia que el país vivió unos años después.

«No sé por qué aparecen tantas leyendas, podríamos aventurar alguna teoría -ríe, mientras sus ojos verdes se hacen chiquitos y su cuerpo flaco esgrime algún movimiento-. Es que hay tantas maneras de describir la realidad que a veces describirla desde una parábola o desde una metáfora se hace más entretenido. Pero tampoco es una cosa que hayamos hecho adrede, vas jugando… a veces fueron leyendas que alimentó el público, otras las hicieron amigos o conocidos».

Más tarde, Skay dirá que sí, que efectivamente la experiencia del Mayo Francés cambió para siempre su vida de estudiante secundario platense. Entonces tenía 15 años y empezaba a darse cuenta de que se podía vivir de un modo diferente al de sus padres. «Francia era un hervidero muy entretenido», recuerda. Pero el nudo de la cuestión, invariablemente, es su vida en la estructura ricotera, una vida que también puede entenderse como la continuidad de los años en que eligió vivir en comunidad. Primero en «La cofradía de la flor solar» y luego en otra de características ambulantes, pero ambas con el espíritu hippie que se apoderaba de la nueva juventud.

«NECESITABAMOS UN CAMBIO»

¿Cuál es la versión oficial? ¿Por qué se distanciaron los Redondos?
Coincidió, en realidad, que todos estábamos necesitando un cambio. Hace como treinta años que trabajábamos juntos y quieras o no se empiezan a producir visiones diferentes, necesidades diferentes, tiempos diferentes. Desde lo musical yo quería algún tipo de cambio, salir de la parte de máquinas con la que estábamos trabajando, rescatar un poco más lo humano. Y el Indio no estaba conforme. Pero esos no son motivos puntuales, sino que se van juntando un montón de cosas y, en realidad, te das cuenta de que lo mejor sería tomar un poco de tiempo para que cada uno pueda desarrollar sus propios viajes. En otros momentos, aquellas vivencias no eran motivo de distanciamiento, sino que todos estábamos necesitando un cambio. Y coincidió, también, que esto sucedió casi llegado diciembre de 2001, estaba en el aire que venía algo difícil. Ibamos a hacer un festival en Santa Fe y toda la situación social se veía incómoda. Por el tipo de convocatoria que estábamos teniendo, para seguir adelante teníamos que estar muy juntos, y no estábamos pasando un buen momento. No era fácil salir a tocar en esas circunstancias. Entonces, un día nos dijimos «vamos a parar, vamos a tomarnos el famoso año sabático»… Y un día empecé a hacer estos temas (los de «A través del mar de los Sargazos»), los grabé, armé mi banda y estoy superentusiasmado con este viaje. Y momentáneamente no extraño a los ‘Redondos’.

¿Cómo afectaba a la banda la violencia que siempre rodeó los recitales?
Es una situación muy difícil y muy incómoda. Es un gasto de energía enorme, porque sabés que lo que hacés es con todo el cariño, con todo el amor y querés compartirlo con otros. Si eso genera situaciones de violencia que pueden terminar en algo grosso no querés ser vos el que convoque semejante cosa. Siempre es muy conflictivo, genera mucha contradicción. Buscamos de mil maneras tomar todos los recaudos posibles, pero había una situación social en los recitales que era casi un reflejo de lo que estaba pasando en toda la sociedad. Esto pasaba en casi todos los eventos, no sólo en los de rock. Había una situación de violencia y de inconformismo muy grande. Lo que pasa es que los medios siempre encontraron en los ‘Redondos’ el evento policial. Nadie reparaba en el fenómeno artístico y sobrevolaba la idea de que los ‘Redondos’ eran sinónimo de violencia, cuando era algo que pasaba en todos los niveles.

«NO SABIAMOS NADA»
Cuando pasaron los incidentes en Olavarría, ustedes salieron a dar una conferencia de prensa, pero cuando pasó todo lo de Mar del Plata, en julio del ’99, tuvieron otra actitud, se llamaron a silencio. ¿Por qué?
Es mejor analizarlo cuando pasó el tiempo, porque en el momento es una confusión total. Nosotros no teníamos la menor idea de lo que estaba pasando afuera; estábamos tocando y al día siguiente agarramos los diarios y dijimos ‘qué pasó acá’. Te digo sinceramente, nosotros no sabíamos, porque atinadamente Poly no quiso hacernos participar de todo lo que estaba pasando. Porque sino, ¿cómo hacés para salir a tocar cuando sabés que afuera se están matando a palos? En el recital no pasó nada, los despelotes pasaron afuera y adentro había otro tipo de evento. A través de los días nos fuimos enterando lo que pasó. Creo que en determinadas situaciones el descontrol social y el enfrentamiento les sirvió a algunas agrupaciones, a los grupos de siempre.

¿Y ahora el nivel de bronca bajó?
Posiblemente hay algo que sí cambió. Es curioso que en los últimos festivales que se han hecho puedan coincidir bandas de estilos tan diversos y que la gente lo tolere, como debe ser, en realidad. Porque si hay alguien que no es tu enemigo es el que disfruta de otro tipo de música. El mundo no es un lugar fácil para nadie, pero creo que, por lo menos, se ha descubierto que el ámbito de un recital de rock no es el lugar para manifestar la bronca.

¿Qué banda asume el espíritu ricotero?
Depende de qué es lo que veas… Uno de los sellos de los ‘Redondos’ fue el tema de la independencia de las compañías, de los sponsors, una independencia ideológica. Supongo que fuimos, de alguna manera, un ejemplo para un montón de bandas que se atrevieron a ser lo más independientes posible. Hoy todo el circuito comercial está muy enviciado, aparecieron los sponsors que hace tiempo no existían en el rock y hoy parece que si alguien no tiene sponsors no puede tocar. Yo creo que todo depende de las expectativas que tengas y de si disfrutás del viaje a medida que lo estás haciendo. Nosotros nunca trabajamos así y seguimos a nuestra medida, a nuestro gusto, con nuestros propios tiempos.

¿Qué se viene después de tu primer disco solista?
Estoy grabando otro disco, que no grabo todo de golpe, porque una de las cosas que me cansó de los procesos anteriores era tener que encerrarme a grabar. Como en realidad lo que uno hace son canciones, por ahí grabo una canción en una semana y pasan tres meses y grabo otra canción y al final las junto y las edito.

¿La música es un viaje?
Sí, es un viaje a un lugar desconocido, es ir descubriendo; cuando empiezo una canción no sé hacia dónde va ni dónde termina. Para mí el gran problema no es hacer una canción sino cómo y cuándo terminarla, porque la podés seguir modificando eternamente


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