La separación de Los Redonditos de Ricota marca uno de los hechos más trascendentes de la historia del Rock Nacional. «Skay Beilinson», guitarrista y cerebro de un fenómeno social difícilmente comparable a nivel mundial, habla en una entrevista exclusiva a días de desembarcar en La Plata con su nuevo trabajo solista.
Autor: Diario El Día, La Plata, 22 de junio de 2003

Doce del mediodía en el bar de la calle Honduras, de Palermo. Un hombre ojea un diario a ritmo acelerado; toma un sorbo de café, sonríe y sale al encuentro con los brazos abiertos como si se tratara de una esperada reunión de viejos amigos. «Vienen desde La Plata», dice con un entusiasmo indescriptible el notable guitarrista Skay Beilinson, cerebro y motor rítmico de «Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota» y una de las figuras más curiosas, emblemáticas y herméticas del rock nacional. Afable, cordial, atento, sin el clásico sombrero de ala ancha que oculta parte de su rostro, sin gafas oscuras, sin guitarra y con la tranquilidad de saber que no hay un fotógrafo cerca, el mito finalmente se hace carne.
Se trata de uno de los hacedores de un fenómeno musical y social con leyes propias, sin parangón en la historia del «Rock Nacional» y difícilmente comparable a nivel mundial: «Los Redonditos de Ricota». Es platense, tiene 50 años -aunque aparente menos-, y está a una semana de volver a su ciudad natal para ofrecer dos recitales en el teatro de la calle 43 presentando «A través del Mar de los Sargazos», su primera travesía como solista tras la separación «temporal»-para algunos «año sabático»- de la banda más importante y mítica de la Argentina. Se llama Carlos Beilinson: para todos, SKAY.-
¿Te acordás de tu último show en La Plata?
El otro día estaba sacando la cuenta…deben haber pasado como 15 años. De movida el lazo afectivo con la ciudad de La Plata está: soy nacido ahí, toda mi adolescencia la he vivido ahí, mis primeras bandas las armé ahí, hasta Los Redondos. Y por supuesto hay una especie de relación afectiva con la Ciudad, con muchos amigos. Claro que la Ciudad ha sufrido una transformación desde aquellas épocas a lo que pasa hoy en día.
¿En La Plata se perdió, se ganó, o hay un signo de los tiempos común en todas partes?
Fui testigo de la ciudad de La Plata en una época que fue culturalmente muy rica; les hablo de mediados de los 60 y los primeros 70, tanto desde la música como la pintura, los ciclos de cine, el teatro. Había mucha actividad cultural. Pero con el advenimiento de la «famosa» dictadura llegó la época del terror y creo que La Plata entró en un estancamiento -de alguna manera lógico- y con muy pocos grupos de resistencia; fue una de las ciudades más golpeadas. Creo que hubo una generación que fue signada por el miedo, y hubo una época en que la Ciudad quedó como muy chata. Ahora, cada vez que voy noto, si comparo con esas épocas de brillo, que hay como una sensación de que se ha ido degradando. De todas maneras hay signos alentadores, como miles de bandas de pibes que están saliendo, muy buenas; y según algunos datos que me da «Rocambole» y otra gente vinculada, hay un resurgimiento muy importante de las actividades culturales. Eso es interesante y alentador para la Ciudad.
¿Escuchás material de alguna de esas bandas nuevas?
Me acercan miles de discos, pero desgraciadamente escucho muy poca música, y no tengo mucho tiempo para dedicarme a escucharlos. Voy muy lento y se me han ido acumulando, a muchos les debo una escucha, pero bueno…De las bandas platenses he escuchado a Estelares, Los Gorriones, Bochatón, La Saga de Sayweke, algunas cosas quizá de las que más han trascendido.
EL DISCO, EL SHOW
¿La Plata te genera una expectativa especial en comparación con otros shows?
Al ser La Plata se suma esta relación afectiva de la que hablaba antes, pero cada show es único e irrepetible y la apuesta en realidad es que la música se ponga viva.
¿Estás tocando el mismo repertorio que ya rodó por el país?
Tocamos el disco «A través del Mar de los Sargazos» y algunos temas de Los Redondos en otras versiones que busqué, y hay un tema nuevo que se llama «Lluvia sobre Bagdad», un lindo tema…
¿Tenés material para pensar en otro disco?
Sí, ya empecé a grabar algunas cosas y actualmente estoy trabajando sobre eso.
¿El disco vendió según tus aspiraciones? ¿Te son indiferentes el éxito o fracaso comercial?
Para mí hacer un disco empieza como un viaje personal, y conseguir que las canciones y el sonido sean contundentes y creíbles es el objetivo y el logro. Para mí está logrado, aunque siempre queda alguna pequeña cosita que cuando se escucha con el tiempo se quiere corregir. Pero bueno, creo que el juego es siempre ése: cuando queda algo te dan más ganas de seguir haciendo, para corregir y mejorar.
VIDA Y MÚSICA
¿Es muy difícil que te seduzca algo nuevo?
Lo primero que me pasa es que cuando tengo ganas de escuchar algo es que agarro la guitarra y toco. Cuando me pongo a escuchar música, para mí Los Beatles, Los Stones, Zeppelín y Hendrix siguen siendo siempre como una fuente. Me pasa con los grupos nuevos, en general -no todos- que son muy interesantes pero les falta diversidad. De un disco, con tres temas ya está. Escucho todas las cosas que salen pero no soy de volver sobre ellas una y otra vez. En esos momentos recurro a clásicos. Los Beatles siguen siendo el ejemplo de una canción bien creada…Son como una fuente inagotable de calidad musical, de juego, de apertura, de diversidad.
¿Le entregas tiempo a otras disciplinas además de la música?
La verdad…Por ejemplo televisión miro muy poco, generalmente para irme a dormir, algunos noticiosos. Toda la vida he leído. Y el cine también es una actividad que me gusta. Últimamente no voy tan seguido pero me gusta sentarme en la butaca, disfrutar del buen sonido y de la pantalla gigante. De todas maneras creo que el 90 por ciento de mi vida está atravesado por la música. En este asunto de componer todo el tiempo se me van ocurriendo cosas que enseguida quiero ir a tocarlas o se me ocurre alguna frase y salgo corriendo a escribirla.
Es decir que no te imaginaste otra vida que no fuera ésta…
En mi vida he vivido de todo. Estuve viviendo muchos años en el campo, en Salta, en Mendoza; viajando mucho, siempre con la guitarra, armando bandas o tocando. Para mí la música es como un camino, como un viaje, un camino al aprendizaje constante. Por eso me atraviesa aunque esté haciendo cualquier otra actividad. Mi camino, desde que trato de entender el mundo, es a través de la música. Descubrirme yo y descubrir a otra gente, descubrir su alma o una parte de ella, en que puntos tenemos coincidencias o no.
Y frente al parate de Los Redondos debe ser todo más rico…
Riquísimo, porque si bien haber estado tanto tiempo con Los Redondos asentó la banda y estableció códigos muy sólidos, también hizo todo muy previsible. Después de tanto tiempo ya sabés hasta para que lado va a escupir el otro, cómo va a resolver una frase. Y el hecho de tocar con otra gente abre el panorama, vuelve a aparecer el entusiasmo, es todo más rico.
Un anciano vendedor ambulante interrumpe la entrevista para ofrecer lápices flexibles de colores. «Nunca en mi vida fui tan pobre», dice el hombre y llora. Skay pide que se apaguen los grabadores; lo escucha, lo atiende con una paz envidiable. Y con el mismo gesto solidario que tuvo cuando se presentó como invitado en el Coliseo Podestá a beneficio de un comedor escolar, saca monedas de su bolsillo y agradece al vendedor. «El dolor ante ciertas realidades es inevitable», comenta Skay: «pero toda mi vida, desde que nací, el mundo estuvo en crisis. Y ante estas situaciones o te paralizás o te movilizás para hacer. Yo encuentro de alguna manera una posibilidad, al menos, de no quedarme encerrado con mi dolor.
¿Percibís un momento de esperanza ante la nueva realidad política?
Es que en las épocas de crisis estás como obligado a forzarte para encontrar un punto de fuga para la alegría, para la esperanza y para poder continuar el día a día. Si no, esto se hace muy difícil.
¿Te es posible ser feliz?
Feliz; es un poco pretencioso, pero uno va lidiando con el optimismo y el pesimismo. A veces te levantás y ves todo el mundo como un horror. Y de repente se para un pájaro en la ventana y te hace estar cinco minutos en una especie de remanso…
¿Cómo reaccionás en lo artístico? Por las letras del disco…las imágenes apocalípticas…el mar casi imposible de atravesar…¿Siempre encontraste eso cuando te pusiste a escribir o tiene que ver el momento?
En realidad yo nunca escribí. Por eso una de las novedades de este disco fue comenzar a poner letras a las canciones y laburar las letras. Siempre que me puse a escribir pensé «escribo la letra y ya está». Pero al día siguiente lo que leía no me gustaba una mierda. Por eso descubrí que es como con la música, vuelvo a leer al día siguiente y tal vez rescato una o dos frases. Y sí creo que inevitablemente la realidad se nos va metiendo, ¿de que cosas puede hablar uno sino de las que vive y le pasan?.
¿Vamos a poder cruzar nuestro propio «Mar de los Sargazos»?
Creo que la vida es un mar de sargazos que no termina nunca. Cuando te parece que ya pasaste la peor parte, después te estancás otra vez. No creo que exista la felicidad eterna…y tampoco la desgracia eterna.
Son las 13:30. El sol del mediodía desapareció, y ahora cae fuera del bar de la calle Honduras una garúa clásica de sudestada. El guitarrista personal, el virtuoso sin serlo que compuso algunas canciones que se escucharán de aquí a la eternidad rockera «Made In Argentina», el tipo parco sobre el escenario que sólo deja hablar a la música, saluda amablemente con un abrazo, y un «gracias, hermanito, por venirte hasta acá». Después, con un «hasta pronto», se pierde entre la gente, uno más.-
DE LA PLATA AL MAYO FRANCÉS
En 1967, viajando a Sudáfrica en barco con sus padres, participó de un concurso de guitarra cuyo primer premio era un pasaje a Europa. Un año más tarde recorría el viejo continente, era testigo del «mayo francés», se maravillaba con la explosión del hippismo, conocía Londres tras ser deportado de Francia y veía a Jimi Hendrix en vivo en el Albert Hall .- (Acotación nuestra: Todo junto a su hermano «Guillermo Beilinson»).-
Volvió a La Plata con un amplificador de guitarra Marshall, una guitarra Grestch y una pila de discos de Hendrix. Pero lejos de volver a la comodidad de la casona paterna de la calle 49, decidió continuar de viaje, el mismo que lo llevó con una mochila y una guitarra por todo el país. Pero mejor lo cuenta él:
«En realidad cuando volví del viaje a Europa yo conocí a Poli (el 5 de noviembre de 1969 en un concierto que dieron «Diplodocum» y «La Cofradía de la Flor Solar» en el viejo teatro Ópera) y pasamos por mil lugares, de La Balandra nos fuimos a Pigüé, después a City Bell, Villa Elisa, y después volvimos a La Plata. También estuvimos en la «Casa de la Luna», en 527 entre 6 y 7″.-
«Yo nací en el centro. Unos parientes tenían comercio de máquinas de escribir, las clásicas Olivetti. Cuando me fui de mi casa comencé un periplo de viajar por todos lados. Después volví a La Plata y nos instalamos un par de años en Tolosa, en un terreno que habíamos conseguido cerca de la laguna del Aeroclub; éramos una banda, vivíamos en un galpón abandonado. Instalamos ahí como un campamento, en 121 y 527. Eran las últimas casas y después todo campo…».-
«Pero llegó la época de la represión y era muy difícil estar en La Plata. Ahí con Poli nos fuimos a Salta y veníamos una o dos veces por año para organizar a Los Redondos; yo amaba la banda, nos juntábamos a ensayar y tocábamos…Después pasaron los años y para el 81 nos instalamos otra vez en La Plata y armamos otra formación».-
YO ARMÉ A LOS REDONDOS
Contra todos los pronósticos, Skay no parece sentirse tan incómodo como se supondría hablando acerca del tema «inevitable»: el parate por tiempo indeterminado de «Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota». Prefiere hablar de su nuevo trabajo como solista pero en ningún momento se olvida de la significación de «Los Redondos». Pide el tercer café en una hora de entrevista y enciende el cigarrillo número….-
«Por ahora no extraño nada de «Los Redondos». Estoy disfrutando de este viaje absolutamente». Cuando se le pregunta sobre la polémica frase «Los Redondos fueron un proyecto mío», va más allá y dice: «Por la descripción que siempre han hecho los medios parecería como que el «Indio» fue el gran hacedor de Los Redondos. Y no es así. Los Redondos fueron un proyecto de un montón de gente, de la que quizás mi rol fue el de armar la banda. Y si alguien tuviera que decir «a Los Redondos los hice yo»; de alguna manera fui yo el que les dio forma. El Indio siempre tuvo buenas canciones, compuso bárbaro y cantó lindo, me gustó…Pero nunca fue de buscar músicos, de decir «vamos a armar una banda», de buscar un lugar para tocar. El Indio se sumaba como uno más. Y tal es así que muchas veces no vino a cantar y cantó mi hermano, Fontova, Luca, canté yo, hubo varios shows sin el Indio. Fue parte del proyecto, sabemos todo lo que puso, pero yo no era «el guitarrista de Los Redondos»; los Redondos eran mi banda estuviese el Indio o no estuviese el Indio…Por supuesto, fue mi gran compañero de la vida y la música».-
¿Ahora están bien?
Siempre estuvimos bien. Pero llegó un momento en que todos estábamos necesitando un cambio. Los Redondos tuvieron muchas etapas, y eso se puede escuchar en los discos. Acá terminó una etapa y ahora nos tomamos un tiempo.
¿Ahora disfrutas más de los recitales?
Muchísimo, sí. De movida uno se quita toda la presión que significaban «Los Redondos»: demasiada convocatoria de gente, ese terror de desmanes en la puerta, que ocurra algo, y en realidad tenés que hacerte cargo, te sentís responsable de todo eso. Y gracias a Dios eso no está pasando, la gente va con otra actitud, a disfrutar más del encuentro y el momento. Había mucha gente que en realidad no sé a que iba. Hoy en día está más claro que vamos a participar de ese encuentro vinculante que es la música.
MITO Y FENÓMENO SOCIAL
Lejos de frenar en la frontera musical, la banda platense «Los Redonditos de Ricota» se convirtió en un fenómeno social, una leyenda y un mito para algunos indescifrable. Un fenómeno que se desató cada vez que «Los Redonditos» pusieron fecha y lugar para tocar, una marea humana que se trasladaba por todo el país para seguir a una banda que creció bajo el modelo de la autogestión, de espaldas a los medios, las compañias discográficas y la prensa. Es un misterio que, según el propio Skay «nadie podrá descifrar». Cada uno sacará sus propias conclusiones y armará su historia.
¿Es más fácil armar imágenes y mitos que personas «reales»?
Sin duda es así -dice-. Pero son cosas que uno no elige. En el caso de «Los Redondos» es un fenómeno muy complejo, porque la gente se ha acercado por diferentes motivos: algunos por la música, otros por la lírica, otros por la significación que tienen como banda, otros para ir a chorear, otros para enamorarse, otros para idolatrar al Indio, hay de todo…