Los días 19 y 20 de junio de 1999 Patricio Rey se presentó en el Patinódromo de Mar del Plata ante 30 mil almas. Les compartimos la crónica del show.
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LA PREVIA
Noche fría si las hubo. Frío y viento helado que te calaba los huesos. Pero el espíritu intacto, a flor de piel, emanando en cada grito, en cada salto, en cada abrazo. Algunos estaban desde uno o dos días antes, otros llegaron en el día. Y otros sobre la hora. ¿ En qué llegaron hasta La Feliz ? No importa. Estaban todos los que persiguieron el mismo sueño: una nueva comunión con el Rey. La peatonal, las calles céntricas, las plazas y las inmediaciones del patinódromo eran territorio ricotero. Los miles de fieles que llegamos hasta allí, aguardábamos la fiesta de todas las fiestas, la cita eterna, el encuentro de la familia más grande del rock argento.
Pero en todo zapato se meten piedras. Y esta no fue la excepción. Afuera, antes de entrar, bardo, corridas, golpes, arrestos, vidrios rotos y no por culpa de Pierre. Música clásica de fondo anunciaba que la hora esperada estaba cada vez más cerca.
EL SHOW
Cuando el reloj dio las 20 hs, las luces del estadio se apagaron y los fuegos de artificio encendían la noche helada en Mar del Plata. – ¡HOLAAAA! – bendijo el Indio y el grito multitudinario tronó sobre toda la ciudad indicando que el Rey estaba allí de nuevo.
Los primeros acordes fueron de Queso Ruso, marcando la intención redonda de mostrar su postura respecto a la guerra en Yugoslavia, donde los quién-sabe-qué-pobres-marines bajo las órdenes de todos-sabemos-qué-mandarines cuidan las puertas del nuevo cielo. Cruz Diablo! le siguió sin respiro. Un clásico de Luzbelito.
Para alegría de todos, porque hacía bastante que no la tocaban y por su comienzo con Hernán Aramberri cabalgando toda la polenta de su bata electrónica, Toxi-Taxi calentó cuerpos y gargantas. El show ya marchaba a ser impecable. Todos los ingredientes estaban: el Indio bailaba como nunca, Skay y su guitarra electrizaban la noche, la banda mostraba la consistencia de siempre y mejor aún.
Scaramanzia, al igual que en Racing, introdujo al último disco. Le siguió Drogocop, con un final a todo volumen que sacudió las estructuras del estadio y de los alrededores. Pogo continuó tanto arriba del escenario como debajo, donde las huestes ricoteras iban y venían al ritmo del pogo y un gordo disfrazado de payaso plasmaba las visiones de Rocambole en el medio de una marea humana.
La banda se lució pelando Alien Duce y la monada festejó. El indio moduló las cuerdas y regaló un tono exasperante para delirio masivo. El árbol del Gran Bonete culminó la aparición del Último Bondi… con los encendedores en alto y un solo de Skay emocionante. Cerraron la primera parte con El pibe de los astilleros, a toda fiesta. El indio terminó su parte y se marchó hacia camarines, mientras tanto la banda desplegaba todo su poder y la gente saltaba descontrolada.
A los quince minutos, los Redondos volvieron a escena y el Indio reconoció a sus huestes:
–¡Qué frizzo que hace en Mar del Plata! ¿No? ¡Qué fidelidad, carajo!–
Ahí nomás arrancaron con Fusilados por la Cruz Roja, otro que estaba guardado en el baúl de La mosca y la sopa. Pero la sorpresa máxima la dieron al tocar Preso en mi ciudad, la ovación recibida demostró así su sentimiento de placer infinito. El tema fue festejado y cantado por TODOS, incluso algunos lloraban de emoción.
Último Bondi… volvió de la mano de Las increíbles andanzas del Capitán Buscapina en CyberSiberia y luego Gualicho.
Para remarcar el hecho de que la música redonda es una sola, a través de más de 20 años de andar caminos, MotorPsico se hizo presente para el delirio generalizado. Las canciones eran propiedad de los ricoteros. Esto es to-to-todo, amigos! le siguió. Luego ¡Estás frito Angelito! recortó el aire con una guitarra muy fuerte llevada por la mano maestra de Skay.
Quizás para sorpresa de muchos, faltó a la cita La pequeña novia del carioca. Un ángel para tu soledad marcaba el principio del fin. Pero el principio es la mitad de todo y antes de cerrar la segunda parte cayó Juguetes perdidos, el himno redondo por excelencia. –Es de ustedes– dijo el Indio, mientras luces, bengalas y banderas trazaban los ritmos de los corazones ardientes.
El retorno fue inmejorable. Si los temas de Oktubre habían iluminado la noche, lo de Tarea Fina no tiene calificativo suficiente. –¡A mover el culito!– gritó el Indio y Mi Perro Dinamita hizo bailar hasta los cimientos del patinódromo. Luego de una falsa retirada, llegó la presentación del Indio para un viejo redondo:
–Hasta Los Redondos tenemos una piedra en el zapato…el irritante, el inefable Willy Crook!– Willy acompañó a Sergio Dawi en La bestia pop. Como detalle, el Indio reemplazó «rico Luna park» por «patinódromo». Vamos las bandas en el medio y para cerrar Criminal Mambo a toda máquina y con Willy en su máximo esplendor.
El final fue de JiJiJi, no podía ser de otra manera. El pogo era una masa homogénea de almas que cantó hasta el último acorde del tema. Como consejo final, el Indio despidió el sábado diciendo: –¡Ojo, cuídense! La calle está dura – No era para menos, afuera esperaba como siempre el gallo malo.
El domingo el show arrancó con Un ángel para tu soledad. Entre los rugidos de los ricoteros, el Indio habló de los hechos ocurridos en las inmediaciones: – Es hora de que los que dicen estar preocupados por la situación dejen de echarle la culpa a una banda de rock o a un equipo de fútbol- Las bandas festejaron las únicas declaraciones referidas al bardo del fin de semana.
Los únicos temas nuevos que sonaron el domingo fueron Shopping Disco Zen y Todo un palo, que alcanzó la cima de la emoción y fue cantado por todos, inclusive por el Indio que acompañó al público saltando a la par desde el escenario. Esta segunda noche no estuvieron Mi perro Dinamita, Queso Ruso y Cruz Diablo!.
Sobre el final, el Indio se permitió:
– ¡ Como los queremos, carajo! – y se perdió de nuevo en camarines para no volver más.
LOS INCIDENTES Y RESONANCIAS POSTERIORES
Empezó como siempre puede comenzar. Exceso de celo policial, desborde de las masas, inconciencia de ambas partes. En las puertas de acceso al patinódromo la batalla no tenía tregua. Los controles y algunos canas pegaban duro tuvieras o no tuvieras entrada. Algo inexplicable. Más lejos, los que recién llegaban quedaban atrapados en zona de guerra. Golpes, cachiporras, balas de goma y de las otras silbaban cortando el viento de una noche helada en la costa atlántica.
Después los vidrios rotos, los huesos rotos y el descontrol. Corridas y arengas. Mucha gente asustada, quizás no hubiese pasado nada más allá de las cercanías del patinódromo de no haber sido por el miedo generalizado y la euforia que genera un recital de éstas características. Creo que las cosas pudieron haberse previsto y resolverse de otra forma. Los Redondos han tocado en lugares infinitamente más chicos donde el riesgo de incidentes es mucho mayor, y sin embargo los recitales transcurrieron perfectamente.
No debería adjudicársele la culpa a los que no tenían entradas o a los villeros o al intendente. Un poco de culpa tenemos todos. Es nuestra fiesta y no sabemos cuidarla. Sabemos que las hienas están pendientes del banquete de los lobos y aún así les damos de comer.
El sentimiento redondo no se explica, se lleva bien adentro, se vive, se transpira, se grita, se comparte. Quién no entiende esto, no conoce de pasiones, de pulsiones íntimas, de ansiedades, de dolores, de amores. Y si no lo entienden, lo juzgan desde un extremo insensible, despreciativo, peligroso.
Decir que los ricoteros son todos delincuentes es algo común de escuchar y es como que estamos acostumbrados a oírlo. Pero reconozcamos que RICOTEROS también son quienes estudian, trabajan, tienen hijos. Son quienes sufren, aman, lloran, se emocionan.
Un recital ricotero no es una excusa para saquear una ciudad, para violar, para destruir. Es una razón para hacer amigos, para compartir nuestra esencia más pura, para fortalecer un estado de ánimo dolido que viene en picada por los azotes que recibe a diario. Para estar en comunión con un sinnúmero de desconocidos que están allí porque algo nos liga a todos, algo mucho más efectivo que un discurso político embaucador, algo que se palpa con las manos invisibles del corazón.
Las resonancias finales muestran a supuestos seguidores de Patricio Rey tomando acciones legales contra el mismísimo Patricio Rey, un rey que los ha cobijado y protegido desde el primer día que conocieron su reino inmaterial, su reino de palabras precisas, de emociones desplegadas y sinceras. No importa la cifra de la demanda contra Patricio, importa que la demanda duele en el ánimo. Creo que Los Redondos nada tienen que ver con el bardo en las afueras del patinódromo, el quilombo fue y es responsabilidad nuestra y de la yuta. Sacar algún billete de todo esto no es más que una traición a los mismos Redondos y a todos los ricoteros. Saber cuidarse es tarea nuestra.
Ya lo dijo el Indio mil veces: -¡Cuidemos el culito! Nadie lo va a cuidar por nosotros.-
SUPER WILLY
Ocurrió durante la ejecución de Vamos las Bandas, uno de los tres temas en los que estuvo «de invitado«. El Willy se molestó al ver como le pegaban a un pibe en el vallado y discutió con uno de los «controles».
– ¡Así no!– dijo el saxo invitado de Los Redondos, llevándose un dedo al ojo.
– ¡Vos deberías estar acá abajo para saber de qué se trata!– contestó el patovica.
Es increíble que desde el escenario más grande del rock nacional, con el público más numeroso, el Willy se preocupe por algo que ocurre abajo. Los Redondos, en este tipo de cosas, son ejemplo para imitar.