Patricio Rey y los Redondos

Un breve repaso de la historia de Patricio Rey.

Revista GIGANTES DEL ROCK Nº 18, 1999.

Al principio, muchos se dirigían a él llamándolo «Patricio» convencidos de que era el mítico personaje mentor de la agrupación. Pero en realidad, Carlos » el Indio» Solari no era sino su primer portavoz, la encarnación frontal y visible del mito hecho carne. Nacido en Entre Ríos y criado en La Plata, el Indio Solari es uno de los pilares fundamentales de Los Redondos y el hombre clave de sus shows.

En el comienzo, era un extraño nombre que se leía en la sección cartelera de la semana de algunas revistas. Los discos pasaron hasta que, finalmente, a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota fue casi imposible ignorarlos. Sin embargo, la suposición espontánea de los iniciados, asociaba al Indio Solari con Patricio Rey y creyeron que, lo que quedaba del nombre, se encargaba de referirse al resto de la banda. Y el error no era en vano. El Indio Solari- como ocurre en todos los grupos con un vocalista- se lleva las mejores fotos de los periodistas.

A PASO FIRME
Pero también fue él quien puso la primera piedra y el hacedor imprescindible para que esa bola de música, mística y polenta, creciera hasta explotar. Con su voz de lija transmite emociones dispares. Irreverencia, angustia, alegría o, simplemente serenidad, se conjugan en una única representación de quién, desde hace ya buen tiempo, es la máxima expresión de la gloria subterránea. Su poesía y la distancia que tomó ante la prensa o cualquier otro mecanismo de difusión, lo hicieron una personalidad enigmática. Tan remoto y misterioso como el mismo underground que encarna sin concesiones. El Indio es el maestro de toda una filosofía de vida y, desde la partida, organizó una peculiar estrategia de trabajo y de existencia que se consolida auténtica y no como una mera postura inventada. Cuando calló fue para todos, y no sólo para algunos. Cuando subió, lo hizo con sus propios medios y no tuvieron que devolver nada a nadie. Nació en Paraná (Entre Ríos) cuarenta y un años atrás y, junto a sus padres, se despachó poco después para La Plata. Creció mirando la ciudad, vivió un par de años en una comunidad campesina y llegó a ser empleado en una forestación, en Valeria del Mar. Carlos (así es su verdadero nombre) se rodeó siempre de amigos y, para ellos, la música sólo hablaba del placer de estar juntos, hasta que la idea de un grupo empezó a enroscarse en su cabeza. Así, junto a Skay y la Negra Poli, formó la Triple Alianza y logró, más tarde, algo increíble que fue realidad después de varios años de batalla sin treguas.

No es un milagro pero lo parece. De repente fueron más las luces que los iluminaban, las escenografías se extendieron y los estadios se transformaron en templos. Poco quedó de los sombríos ámbitos que los vieron crecer. Permaneció el fervor del que recién nace y la ceremonia para los adictos al rockanroll. Atados a sus principios innatos, Los Redondos caminaron a paso firme, al margen de las tentadoras opciones del sistema y sin negociar sus vidas por dos minutos ante el ojo idiota (como llama al telespectador). Eligieron el silencio- por considerar a los medios como parte de la superestructura maniobradora del arte- y nunca entregaron al hombre que está detrás del personaje. Mantuvieron una histórica trayectoria independiente, mientras veían subir y bajar estrellas inventadas, apoyadas y empujadas desde el escritorio.

ALMA SUBTERRÁNEA
Hace aproximadamente dos años, Los Redonditos impusieron su mensaje en el oído y la cabeza de las multitudes y se convirtieron en una de las bandas mas vendedoras del mercado- a la par de otros artistas, que emplearon modas más prácticas pero no tan eficientes- y es la que mayor cantidad de gente movilizó en los últimos tiempos. Su acceso a la popularidad los expuso a mentes sectoristas, de cierta parte de la prensa y del público, que llegaron a acusarlos por cometer una blasfemia contra la cultura y el sentimiento underground. Pero, bien sobrellevaron esos planteos inútiles y adaptaron su cuerpo a las nuevas circunstancias, sin alterar su alma subterránea, solitaria e independiente. Sus shows son, ahora, pasión de multitudes. Surgió del trabajo paciente, del magnetismo y de la credibilidad que- no por casualidad- cosecharon. Se desencadena en la conmoción de un estadio, aclamando a un héroe mitológico. Patricio Rey no existe; Patricio Rey son todos. Pero el Indio Solari es su rostro más claro y el que entrenó mas la vida por concretar una historia increíble, que comenzó bajo las luces de un subsuelo.


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