El recital al aire libre de los Redonditos en Obras, el 29 de diciembre de la porquería que terminó, fue quizá uno de los eventos más extraños, tristes y decepcionantes de toda la trayectoria de este alucinante grupo. A continuación publicamos la carta de nuestro antiguo colaborador Gabriel Celleri que representa alguno de los climas que, a la salida del recital, percibíamos en cada esquina y en cada conversación.
Revista Cerdos & Peces #23, febrero de 1990. Por Gabriel Celleri

La pepa ya nos rompió la cabeza a todos, un par de cervezas y un faso en la estación y encaramos, un salame que se colgó con nosotros va canando los temas del último disco poniendo voz de «Indio» intercalando con un ¡¡Lo Redo, Lo Redo, Vamo Lo Redo!»
En la entrada tratamos de ponernos las pilas y encaramos todos con su entradita comprada. Hace dos años que no vemos a los Redondos y (hoy) (fin de año) (en Obras) (al aire libre) tiene que ser una fiesta.
¡Ahí salen! Y el Indio dice: Gracias por habernos hecho pasar un año de curro. ¡¡Alucinante!!
No se ve un pomo, están tocando un tema nuevo, la gente se empieza a acomodar. Paran. El Indio grita que se bajen o algo así. Le pregunto a Lionel, que está igual de peor que yo:
– Loco, ¿eso se mueve todo? (por el escenario.
–Si, a mí también me parece, jua, jua, jua.
Vuelven a tocar, creo que un tema nuevo, y «La vaca cubana» y paran. El Indio quiere que se bajen todos, está muy caliente.
-¡¡Bájense!! ¿¿Cómo no entienden??
La única respuesta era el «coro de los monos» grutando: ¡¡Lo Redo, Lo Redo, Vamo lo Redo!!
Y dijo: -Bueno, para la gilada- largando con un rock de lo más bruto y de lo más largo. Hay quilombo de nuevo. Skay dice: paramos diez minutos.
Un fasito y vuelven. Ahí están de nuevo, pero algo pasa, ninguno de nosotros puede explicar qué, pero se nota que hay mala onda. Tocan uno o dos temas y a la mitad de otro paran. ¿¿Cuál es?? Parece que se viene todo abajo (Masacre en el Puticlub). La gente no se baja y van a tirar todo a la mierda. El Indio no entiende nada y canta por obligación.
De repente, a treinta metros nuestro hay un re quilombo, reventaron uno de los quiosquitos de cerveza-coca-chori. Todos corren con gaseosas y cervezas.
-¡¡Vamo a buscar!!
Ya tenemos para tomar un rato largo, aunque sea Bieckert y natural, también hay Sprite y pan y vasitos.
Los Redondos siguen tocando como muñequitos a cuerda, parando a cada rato. Largan con el Popurrí ¡¡Por fin!!
Al toque un tema nuevo, y después Efímero.
– ¡¡Loco, terminan¡¡
– ¡¡Loco, terminan¡¡
Loco terminan decían todos sorprendidos mientras tocaban Efímero. Y terminó y nadie reclamó nada, ni «otra» ni nada.
Después de esto Los Redondos tienen que dejar de tocar por un tiempo largo y sacarse a todos los caretas de encima, o formar un club de fútbol.
La otra que queda es que el Indio se vista de Madonna y se llene de oro. Se fue un montón de gente y el paisaje es alucinante, todo el campo verde está muy lleno de botellas y restos de quioscos, la gente, tirada, no quiere tomar más nada.
Pero falta el postre, el único quiosco que queda es de helados. ¡¡Imaginate, todos chalosos!!, en un minuto no quedó nada del quiosquito.
Todo el mundo tenía de a cinco helados y de todos los gustos y había trueques cerveza por helado, helado por coca cola, frutilla por chocolate. Después del banquete, un par de fasos y despacito salimos, porque seguro que los últimos cobraron.
La banda está descontrolada, nos separamos y después que nos paró la policía viajamos y caminamos una bocha, quedamos Lionel y yo.
Seis de la mañana, cerveza, una pizza de Uggis, las chicas que nunca pintaron y un buen bagano en la 9 de Julio, Final y frase: ¡¡Puta madre!! ¿¿Por qué no fuimos al cine??
Gabriel Celleri.

