El delito americano. Fin de siglo #17

En su edición nro. 17 la Revista Fin de Siglo publicó otro escrito inédito de Indio Solari.

Revista Fin de Siglo #17. Noviembre de 1988. Por Indio Solari

Los «Meteorólogos» confirmaron en que el próximo dios les saldría mejor y decidieron hacer la guerra con lo que tenían. Pero justo ese día llovió. (BANZAI!!)
¡Anarcotizados del mundo! ¡Vuelven los «Meteorólogos»! Partisanos que si el viento no sopla, soplan ellos! CRAM! Ahora se oponen al Máximo Cielo! CRAM! CRAM! disparan ilegales contra un sistema que se ofrece como un todo! CRAM! CRAM! contra los crímenes del Máximo Cielo y las aberraciones cometidas por la legalidad establecida. Vuelan sus deltas rojas y llueven como cohetes sobre las poblaciones. Saltan de metrópoli en metrópoli en un show que no se ve todos los días. CRAM!
El fuego acometió inesperadamente, Los depósitos estallaron. Extendí completamente el brazo para proteger una respiración corta y rápida. Los curvadores de luz cayeron con movimientos ondulantes.

Procurábamos escapar con esa sonrisa desdichada que queda en el rostro cuando se han quemado las pestañas y las cejas. El tinglado de ejercicios había sido borrado por la explosión y las bandas plásticas del tiovivo de tiro planeaban en llamas. Parecían moños de fuego. Corrimos hacia el río con los ojos brillando en reflejos. Al derrumbarse la esclusa del generador grande, se efectuó la transferencia del gas a los tanques que fueron estallando en muecas horrísonas de labios burlones que escupían metralla. Cuando lo cruzábamos a la carrera el sector norte quedó sin luz y los obstáculos eran visibles gracias a los cortocircuitos. Llegamos a la planta, hasta donde pude ver todavía no había allí mecanismo alguno para recoger las víctimas ni posibilidad de esterilizar las fundas a presión. Pronto las llamas envolvieron el edificio y se extendieron a la zona de «quemado». El gua comenzó a hervir y las tuberías a estallar al aire libre. Nos dimos cuenta que debíamos retroceder sin más. El fuego despertó a nuestras espaldas y se cebó con algunas ambulancias estacionadas. Todas las unidades de implosión fueron movilizadas y partieron con la nariz cortando el humo hacia el calor blanco indominable.

Las excelencias del Máximo Cielo velan con preocupación. Diáfanas, con sus frentes en la flexibilidad de las ondas de confort. Vigilan desde allí a un hombre feroz. Al reyecito devastado, al salvaje sueño del mono. Señalan con sus varas amorosas a ese lobo parado que se ha escapado del edén. A ese náufrago que los envuelve con odios, envidias, discordias y crueldades. Las delirantes pasiones humanas con cuya ayuda el pasatiempo de los dioses deja de ser ingenuo.

Esta película de mierda ha vuelto a encender mi pasión. Con sus trucos baratos que parecen hechos pensando en mi. La esclavitud es una dificultad casi absoluta. Siempre que paró llovió (¡CRAM!).



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