Bajista de todos los discos de los Redondos. Además toca guitarra, acordeón y pinta. Semilla cuenta sus inicios y entrega su visión de aquel fenómeno.
Autor: Revista Recor Play, junio de 2007

En forma casual. Yo comencé tocando la guitarra y se dio el caso de la banda de barrio que le faltaba el bajista. Me lo propusieron y acepté, me tocó.
¿Recordás qué instrumento era?
El primer instrumento que me compré fue una guitarra, pero cuando me compré el bajo recuerdo que era un bajo Fender del ’63, una suerte gigantesca. O sea, pasé de tocar la escoba a un Fender bárbaro que todavía tengo. Pero con los Redondos no me rendía mucho porque no tiene mucho cuerpo. También tengo un bajo de luthier modelo Jazz Bass, además de una Telecaster modelo ’82 con una pedalera Vox que todavía estoy domando
¿Cómo fue que descubriste que no te rendía tanto?
A medida que íbamos tocando, que íbamos cambiando un poco el sonido, ya no rendía, en las grabaciones te das cuenta. Pero en vivo teníamos otro sonido. A mi me gusta el vivo y de los discos de los Redondos me gustan muy pocos a nivel sonido. Con el tiempo costaba mucho meter los bajos, no en los primeros discos, sino cuando se empezó a meter «máquinas» se usó unos graves muy profundos, muy gordos y ahí sentía que me fallaba.
¿Cómo fue tu formación?
Siempre fui medio vago y en esa época había gente que estudiaba. Pasa que yo tampoco me considero músico-músico, me considero más un artista que pinto y toco, y a veces me sale bien y a veces mal… es muy raro. No tocaba mucho el bajo en mi casa, lo hacía en los ensayos, no fui mucho de estudiar ni laburar, por eso me puse a tocar acordeón, un instrumento más difícil. Para empezar a estudiar, empecé con el Chango Spasiuk, a las cinco clases ya había sacado un tema solo. Siempre saqué todo de oído así que m e costaba sentarme a estudiar aunque me encantaría porque te abre la cabeza.
¿Y cómo te manejabas con eso en un grupo como los Redondos?
Por un lado las letras siempre fueron del Indio, y después musicalmente Skay traía una idea o el Indio tenía algo, que se la silbaba a Skay, y empezábamos a zapar, a tocarlo entre todos. Ir viendo las partes, la melodía. Solari cantaba algo, cualquier cosa para meter la letra, después si hacia falta lo íbamos modificando. Al final la cosa se puso más rígida, más aburrida, menos participativa a nivel banda. Las cosas ya venían armadas de una manera que costaba incluir el bajo; mucha percusión, muchos sonidos y por ahí se grababa un bombo en otra nota y yo tocaba y no sonaba bien, y se producían los errores en la afinación por ejemplo, por eso se tardaba mucho en grabar los discos. Además no había un productor externo y a veces viene bien tener un productor, que lo pueda ver todo desde afuera.
¿Cómo se vivían los shows en vivo de los Redondos desde el escenario?
Alucinantes, una energía tremenda. Ensayábamos mucho, la teníamos muy clara con eso, hemos tocado miles de veces sin escucharnos y no por falta de retornos, era que lo de afuera lo superaba, siempre los primeros temas era terrible, no se escuchaba nada y ahí se notaban los ensayos. Al comienzo tocábamos en lugares muy chicos, Willy [Crook] llegó a tocar arriba de una mesa en un bar. Fue todo muy pasional desde el comienzo.
¿Cómo estabas equipado para tocar en vivo?
Tuve varios equipos, un Fender, un Gallien Krueger, un Ampeg V4V, de 100, que para mi es lo mejor, y valvular en lo posible, le imprime temperatura, no me gusta tanto el transistor, la válvula te da «ese» calor. No usaba muchos efectos, alguna vez metí un octavador y alguna distorsión pero más que nada salía pelado el bajo.
