El segundo concierto en La Plata fue una auténtica fiesta. Con menos problemas de sonido respecto al sábado, el Indio cantó sus temas del disco solista y algunos emblemáticos de Los Redondos. El ex saxofonista del grupo, Sergio Dawi, tocó como invitado.
Autor: Terra Música, 14 de noviembre de 2005

«Patricio Rey. Mi genio amor. El sólo pensarte me hechiza». Decenas de banderas con este tipo de leyenda cubrieron el regreso del Indio Solari en el Estadio Unico de La Plata. Estaba claro desde el comienzo: los dos conciertos platenses del sábado y domingo prometían gran fervor popular. Se trataba de las primeras fechas de Solari como solista tras el fin de Los Redonditos.
Ese fenómeno impactante, inabarcable y único, esa mezcla de adhesión, pasión y sentimientos que genera entre miles de fans de todo el país la sola mención del Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota no parece haberse acallado con el paso del tiempo. Por el contrario, más de 90 mil fans dieron prueba el último fin de semana de que la liturgia ricotera sigue intacta, ahora corporizada en los conciertos del Indio: abasteció cientos de inscripciones en las remeras y se propagó al “vamo lo Redo”, canto-emblema de los fans.
Para el recital del domingo el gran misterio estaba en parte revelado. Muchos de los seguidores que viajaron desde distintos puntos del país ya habían visto al Indio el día anterior. Así y todo, el show sucedió en un clima de festividad, a pesar de que el fantasma de los incidentes estuvo presente a través de unas corridas y escaramuzas minutos antes del show. De todas formas, no llegaron a empañar la segunda noche.
El concierto
El personaje Solari apareció sobre el escenario a las 21.30, una hora más tarde de lo estipulado. Con camisa, anteojos negros, pulsera roja de la lucha contra el sida y audífono especialmente importado de Estados Unidos -el anterior, contó él en una entrevista, quedó para Skay-, le dio los primeros toques a un largo concierto de casi tres horas que se dividió en dos partes más dos tandas de bises.
A diferencia del sábado, cuando los problemas de sonido fueron notorios y por momentos insalvables, durante el concierto del domingo las cosas salieron mejor. Acompañado por su banda llamada Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, es decir, Baltasar Comotto y Gaspar Benegas (guitarras), Hernán Aramberri (batería), Pablo Sbaraglia (teclados y samples) y Marcelo Torres (bajo) más una sección de vientos, el cantante empezó con los dos primeros temas de su disco solista: Nike es la cultura y Amnesia.
Con dos grandes pantallas a los costados del escenario y una en forma ovalada atrás de Solari, inteligentemente utilizadas para mezclar los dibujos del Indio con las imágenes del show, la primera emoción grande para los fans sucedió recién al cuarto tema. Cantó Un ángel para tu soledad, el primero de la noche de Los Redonditos. Ovación total.
Al principio, esas canciones de su ex banda se colaron a cuentagotas entre las nuevas. A medida que avanzó el concierto se volvieron más frecuentes. Con un detalle: mientras los temas de su CD solista El tesoro de los inocentesgeneraron aplausos y aprobación, los de Los Redonditos provocaban irremediablemente una gran conmoción en el estadio platense, a tal punto que el mismo Solari les pidió a sus huestes que lo acompañen cantando.
“Está este pobre vejete con la gola a media asta”, se definió el Indio y repitió el pedido de auxilio un par de veces. Su voz no estaba en las mejores noches. Tampoco hacía falta un gran caudal en los temas consagrados. Con El lobo caído, Yo caníbal y el gran Ropa sucia, aquel que reza “vivir sólo cuesta vida” el canto del público literalmente parecía tapar el suyo.
La última parte del concierto largó con todo: Fuegos de octubre, con solo de guitarra y aún la curiosidad, la certeza de no ver a Skay ahí a su lado con sus clásicos riff. Con su carisma, el Indio cubrió todos los espacios: apenas moviéndose sobre el escenario, bailoteando -ese baile ¿mohicano? tan particular suyo- y sorprendiendo con el aviso de que iba a subir a tocar un “amigo”. Más de uno soñó con que mágicamente ese invitado fuera Skay.
La sorpresa se develó al cabo de unos temas: el amigo del alma resultó ser un ex músico de Los Redonditos pero no el guitarrista: el saxofonista Sergio Dawi subió a tocar varios clásicos: Susanita, Un poco de amor francés y Tarea fina. A la fiesta todavía le faltaba una estocada: ya en el último bis, con las luces del estadio prendidas, cantó, como corresponde, el invencible Jijiji, con el impacto de ver a todo, literalmente todo el público, lanzado al pogo, y sí, el más grande del mundo.
No quedaron muchas dudas: aquello que en los shows de Skay aparece insinuado, bosquejado, con el Indio se subrayó de principio a fin con marcador rojo, grueso e indeleble: la sombra de Patricio Rey rondó La Plata.
