Skay renovó el ritual

Skay en Mendoza

FUENTE: Diario Uno de Mendoza (Jueves 9 de Diciembre de 2004) Por Federico Manrique

La ceremonia comenzó y Martín, con sus cuatro años, no sabía bien por qué estaba ahí. Había gente por todos lados, unas 2.000 personas, grandes banderas colgadas y una atmósfera de calor y opresión que sólo puede ser bienvenida si se respira en un recital de rock. Igual Martín estaba contento. Veía a Laura, su mamá, eufórica. Ella le había contado que escuchaba a los Redondos mucho antes de que él naciera y hasta ahora nunca los había visto en vivo. Pero la noche del martes, en la Bodega Centenario, se rompió el maleficio. Por primera vez en su historia, Skay Beilinson pisó un escenario mendocino.

Al comienzo la ceremonia del ex Redondos dejó atónita a la concurrencia. Sonaron Gengis Khan y después El gourmet del infierno, pero la gente sólo atinaba a mirar con ojos desorbitados el fondo de la bodega. Allí, con movimientos escénicos al mejor estilo Keith Richard, un guitarrista de casi 60 años representaba una porción ineludible del rock nacional desde los retazos de una de las bandas más influyentes de los últimos 20 años.
La fiesta estuvo a punto de arruinarse. Mientras sonaba el quinto tema de la noche, la pegadiza y nostálgica Flores secas, del nuevo disco Talismán, alguien del público saltó sobre el escenario y se ubicó por detrás de Skay mientras tocaba la banda. Tomó la cabeza del músico y le arrebató uno de sus símbolos, la vincha, para después saltar y zambullirse entre la gente. Beilinson, molesto, abandonó la guitarra y amagó con irse. En San Juan también varios se subieron al escenario e intentaron tocarlo, pero nadie pretendió arrancarle su vincha. Por suerte, el músico se comportó como un un profesional y continuó el recital. No sin antes criticar lo que se volvió un estigma para los Redondos: la violencia. «Esto es algo del pasado. No arruinemos la fiesta», dijo Skay.

Después uno a uno se fueron sucediendo los temas de los dos discos de la banda: A través del Mar de los Sargazos (2002) y Talismán (2004). El clímax llegó cuando la sed ricotera fue saciada. A lo largo de las casi dos horas de recital, Skay tocó cuatro temas de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. El más esperado y la despedida fue Ji ji ji. A esa altura, Martín ya estaba bailando sobre los hombros de su mamá. El ritual cumplió su ciclo. Los que sólo habían disfrutado de los discos tuvieron su experiencia en vivo. Y ahora, a la distancia, podrán decir que ya son parte de la tradición.


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